Capítulo 23

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Olivia


Después de pasar horas en el tren porque este maldito pueblo no tiene carreteras todavía aprobadas, llego por fin al pequeño estudio donde se queda mi hermano.

Cuando él abre la puerta, lo encuentro sin camisa, descalzo, en calzoncillos, con una cara de dormido y su cepillo de dientes en su boca.

—¿Olivia? —Sonríe de manera desconcertante al sacar su cepillo—. ¿Qué haces aquí?

Le sonrío abiertamente.

—Sorpresa —le canturreo.

—Espera un minuto —me dice, asiento y cierra la puerta.

De seguro tiene ropa interior tirada.

Mi sonrisa desaparece al pensar en Thomas y en lo que estará haciendo.

De seguro pensando en Cassie.

Oliver vuelve a aparecer esta vez con una camiseta también puesta y deja salir a una morena muy linda de allí. La chica me sonríe y se despide de mi hermano con un beso en su mejilla y se despide de mí con su mano. Miro a Oliver alzando mi ceja por no presentarla antes de que se marchara.

Me deja pasar tomando mi maleta de Louis Vuitton. Al entrar veo lo pequeño que es este lugar. Sólo hay espacio para un sofá y un tubo que tiene toda su ropa colgada. En el fondo hay un estante que tiene una pequeña cocina eléctrica. Y una puerta abierta muestra el baño que es una ducha de medio metro y junto a ésta el inodoro y el lavamanos. Es una pocilga.

—Tenía planeado ir este fin de semana a verte —me dice abriendo el mini refrigerador que está junto al estante y del microondas tipo oficina.

—Esto parece la madriguera de una rata —intento bromear con él.

—¿De qué te ríes, loca? —Me ofrece un vaso de jugo el cual tomo—. ¿No se supone que estabas con TJ?

—Y ahora estoy contigo, tonto. ¿Qué harás hoy para divertirte?

—Únicamente trabajo aquí. No tengo mucho tiempo para divertirme.

—¿Y la chica que salió es por trabajo? —Suelto una risa.

—Sí —sonríe mintiendo porque a ambos nos gusta la privacidad personal, incluso entre nosotros.

—Oye, como me vine caminando desde la estación vi que todos andan en motocicletas o bicis, ah, y vi una tiendita con unos vestidos hermosos.

—Creo que es de una anciana. Todavía no me dices que haces aquí, Olivia.

—Quise verte y estar contigo. ¡Ah, ya sé! Vayamos a desayunar en esa cosita que parece una cabañita.

Se me queda viendo extrañado por mi entusiasmo.

—¿Qué?

—Nada. Déjame cambiarme y vamos —camina cuatro pasos al tubo de la ropa colgada.

—¿Te digo a qué se parece este cuchitril?

—Ya sé lo que dirás. Al lugar del flaquito raro de Ratatouille.

—Me lees la mente.

—Vimos esa película juntos y la llamaste precisamente una madriguera de ratas —dice vistiendo unos vaqueros y una camisa de uniforme azul marino.

—Pues, se llevó a la rata a vivir con él —veo por la pequeña ventana y luego adentro otra vez—. Bueno, lo positivo es que tienes este enorme sofá para dormir bien.

Desastre De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora