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RENACER

ADA

8/ENERO

Enero estaba siendo un mes muy gris, por las calles soplaba aquel viento frío y triste, era hora de decir adiós y eso me tenía hundida.

El día antes de mi viaje a España, parecía aún más frío, gris y triste que el resto de los días de mi existencia, la habitación casi desocupada y el armario totalmente vacío eran un par de recordatorios de que ya no tenía más tiempo, las tres maletas descansaban junto a la puerta haciendo más pesado el ambiente.

Me pasé el día entero deambulando como un Alma en pena por la casa, recordando en los rincones más recónditos de lo que fue y siempre sería mi hogar, esperaba con algo de tristeza la noche para ver a Christian, saldríamos por última vez en un largo tiempo.

No quería que esto fuera así.

Pero no tenía opciones, debía afrontar las decisiones tomadas por los dos de la mejor forma posible.

Me miro al espejo con el vestido que escogí para hoy, es lila, corto, me encanta la tela y la forma en la que está diseñado, el tiempo parece acelerarse cada que pienso que a esta hora mañana, estaré sentada en un avión cumpliendo un sueño pero sintiéndome miserable.

La noche cae y la hora llega, el claxon suena fuera de la casa y bajo la escalera con cuidado, me acerco a la puerta sintiendo el corazón a mil por hora.

Salgo de la casa cerrando la puerta tras de mi y lo veo; lo veo y quiero mandarlo todo al carajo por primera vez en la noche.

Fuerza ven a mí.

Avanzo hacia él sin dejar de mirar el azul eléctrico e intenso de sus ojos, le rezo mentalmente a todas mis deidades para no llorar y aferrarme a el como lo hice tantas veces.

—buenas noches—dice cuando estoy frente a él.

—buenas noches—respondo cuando por fin hallo mi voz.

Reparo en lo bien que se ve vestido de negro con un abrigo gris protegiéndolo del frío.

—ven—me tiende su mano y la tomo, me guía a el auto abriendo la puerta para mí.

Arranca y yo miro la ciudad de noche, llena de luces y ruido.

Mis pensamientos recopilan cada rincón de esta ciudad que nos vio reír y llorar, esa calle que nos admiró bailando bajo la lluvia, cada minúsculo espacio que llenamos de vida juntos, porque nosotros vivimos a tope esta ciudad, respiramos su luz y sentimos su viento en la piel cada tarde, nos dio la gloria y, a veces, también el amargo de las derrotas momentáneas de la vida, esta ciudad era suya y mía, esta ciudad era nuestra.

Siento una lágrima rebelde deslizarse por mi mejilla y la limpio antes de que llegue más lejos, volteo a verlo y sus ojos están clavados en el camino, detallo el perfil griego del hombre sentado a mi lado y suspiro, el mundo entero podría poner sus ojos en mí, pero los míos estarían siempre puestos por completo en él.

Lo amaba de una forma dolorosa y sublime al tiempo.

El cerro de Monserrate aparece en el panorama y yo le sonrío cuando me voltea a ver.

Subimos al funicular y la ciudad es un espectáculo vista desde aquí, nuestras manos están juntas sobre su muslo y me pierdo en el calor que emana, llegamos a la cima en unos quince minutos, bajamos del vehículo quedando en el sitio, había estado aquí de día un montón de veces, pero de noche era mágico.

—vamos—mi novio me ofrece su brazo y yo lo tomo, caminamos hasta quedar frente de una casa de aspecto colonial con un letrero en frente que ponía "San Isidro".

AL FINAL SOLO ERA ELLA -LIBRO 1 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora