Aunque no puedas huir
de la oscuridad del pasado,
siempre llegará la luz
que ilumine el presente.
承| Donde Shiraiwa Kata deberá
aprender a soltarse de las
cadenas que la atrapan para
luc...
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(Bueno, lectores de LM, como estoy obligada a hacerlo, vengo a advertiros de que en este capítulo habrá contenido +18, así que no me hago responsable de si sois menores y decidís seguir leyendo, si alguien os pilla leyendo o si os quedáis sin voz de tanto gritar. Dadle al play en la canción de arriba, ponedla en bucle y tan solo disfrutad este momento que tanto deseaba publicar y feliz día del libro).
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Otro fin de semana se restaba del corto periodo de vacaciones de verano antes del segundo trimestre de curso. No tenía ningún plan ni sabía qué hacer. Para colmo mi tío tampoco estaba en casa ya que había tenido que irse a Sendai para quedarse unos días allí por temas de trabajo.
Me encontraba sentada en la cama, con las piernas cruzadas y la espalda pegada a la pared. Mi cabeza también reposaba sobre la dura superficie mientras mis ojos permanecían cerrados escuchando la armoniosa mezcla producida entre la canción que sonaba de fondo y los golpes de la lluvia contra la ventana.
Lluvia en pleno agosto, ¿quién demonios entendía eso?
Tetsurou se encontraba sobre mis piernas, ronroneando algunas veces cuando lo acariciaba. Ya había crecido un poco, era muy diferente a cuando lo recogimos aquella noche.
Normalmente dormía conmigo, a mi lado o incluso pegado a mi cuerpo para estar calentito. Se lo permitía, en cierto modo me hacía sentir cómoda y me quitaba de encima la sensación de soledad.
El teléfono vibró a mi lado, provocando que el animal se quitara de encima de mí. Aproveché eso para estirarme y aceptar la llamada antes de que parara.
—¿Qué pasa, Tetsu? —dije nada más contestar sin manifestar mucho entusiasmo ya que aún seguía sumida en el momento de relajación que había experimentado antes de que me llamara.
—¿No te ilusiona hablar conmigo?
—No seas idiota, ya sabes la respuesta.
—¿Entonces por qué me respondes tan desganada? ¿Acaso no estás bien?
—No, no es eso, es solo que estaba pensando qué hacer porque estoy aburrida.
—¡Ah! Estás aburrida.
—Sí.
—Yo igual.
—Que casualidad.
—¿Y no tienes ningún plan?
—Está lloviendo, ¿dónde voy a ir, idiota?
—No sé, ¿quién ha dicho que tengas que salir?
—Ya en serio, ¿para qué me has llamado? Dudo que sea para tener esta conversación.
