Capítulo 13: De los peores recuerdos de mi jodida vida

41 5 0
                                    


Pensar en que después de tantos años estaría reviviendo la noche de su primera pijamada, no era algo agradable para poner en su memoria. Y lo hacía con las mejores intenciones, quería mantener aquel momento dónde se quedó despierta toda la noche, solamente charlando como una noche única que no volvería a repetirse. Ahora, recargando la espalda en el sillón individual que estaba en la sala de estar, pensaba diferente.

Existía la posibilidad, así fuera muy pequeña, de que todas las reuniones entre chicas fueran distintas y no se repitiera la misma temática. Por lo menos eso es lo que quería pensar. Que Amera cambiara su actitud con esa rapidez, la asustaba al mismo tiempo que la llenaba de tranquilidad. Su amiga no cambió en ese aspecto desde su graduación de la preparatoria, y fue el primer detalle que imaginó dejaría en el pasado, esos saltos de humor tan repentinos que solía tener. Bueno, no le estaba dando el crédito suficiente; cambió, sí.

Ahora en lugar de pasar de extremadamente alegre a jodidamente enojada, era algo un poco más... ¿cómo podría llamarlo? ¿Altruista, tal vez? No sentía que la palabra fuera la apropiada, en realidad, parecía que se estaba yendo por el camino contrario de manera absoluta. Sea como fuere, hablar sin ser interrumpida, mientras usaba una cómoda pijama de algodón, era una situación a la que no iba a negarse.

Especialmente no cuando sus personas más importantes estaban totalmente en el ambiente... o bueno, una de ellas lo estaba. Leila permanecía quieta, con los ojos cerrados y una absoluta expresión de paz en el rostro, tanto Amera como ella comprendían muy bien si ella decidía no usar una pijama comodísima de algodón con algún estampado infantil, ninguna iba a cuestionar su elección de usar un camisón azul celeste para pasar el resto de la noche. Fue Amera, después de todo, quién decidió que quería subirse la moral durante los últimos años de preparatoria usando camisones y babydoll como si fueran una pijama normal.

Mackenzie terminó por contagiarse de su energía, veía a su amiga detrás de Leila, de rodillas mientras tarareaba alguna cancioncilla popular del momento, peinándole el cabello, tratando tantos estilos como se le pudieran ocurrir.

—Bueno, ponme al día, ¿nos estamos quejando del señor mierda o sólo estamos dejando salir los males que destruirán al mundo?

Mac suspiró, recogió las piernas para recargar su mejilla en las rodillas.

—Dejando salir los males que destruirán al mundo... me pareció que era mejor tarde que nunca, ¿sabes? Hablar.

Amera movió la cabeza de forma afirmativa. Hablaban en un tono moderado, el resto de la casa se mantenía en silencio, lo cuál le permitía a Leila escucharlas con total claridad sin la necesidad de empezar a gritar o subir el volumen de voz.

—¿Fue un proceso complicado, el de esa criatura? —preguntó Leila. Miraba fijamente a Mackenzie, a la espera de una respuesta.

Cuando Amera terminó de peinarla se dejó caer sobre la alfombra de cojines que armaron en la habitación de la chica pelirroja. Abrazando uno de ellos para mantener su cabeza elevada, ella también observaba a su amiga.

—Para ser honesta no lo recuerdo. Me quedé un año más en la escuela antes de mi transferencia, mamá y papá fueron los que más sufrieron con todo esto —Leila levantó las manos, dispuesta a hacer una pregunta, cuando Mackenzie añadió—. Quiero decir, aún teníamos varios pagos de hospital que atender, mamá apenas había tenido una operación muy delicada, y a parte de todo estaba el asunto de una demanda hacia su cuñado, los cargos policiales por abuso a menores... creo... ¿fue por ese entonces que me dieron asilo político, o no, Amera?

La rubia miró al techo.

—Creo que sí, último año de secundaria... ¿a los catorce años, más o menos? —Mac asintió—. Entonces sí, en ese tiempo Ryan prácticamente vivía en casa de Roger y nosotras pasábamos todo el día en mi habitación.

La voz del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora