Capítulo 22: En la lista de cosas que puedo mejorar

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A la mañana siguiente del primer turno nocturno de la semana, Mackenzie tenía la sensación de haber pasado la noche completa bebiendo.

Despertó en los brazos de Leila, ambas se quedaron dormidas en el sillón después de que ella tuvo el valor para decir lo que llevaba años guardándose, fue sincera y le dijo, aunque fuera una versión pequeña, de cómo se sentía realmente. Luego de limpiarse las lagañas, beber un poco de agua para aclararse la garganta, Leila tomó el control de la situación.

Todavía quedaba una semana antes de que Jeremiah fuera a recogerla. Una semana más para charlar, conversar, conocerse y llevarse su relación con paz y calma.

Relación.

Su relación.

Era una palabra que sonaba extraña en su vocabulario, como si alguien hubiera llegado desde Noruega y le estuviera hablando. No lo conocía y sólo podía verlo con asombro, incapaz de comprender su significado en su totalidad.

Sin embargo le daba mucha seguridad.

Todavía soñaba con encajar con el mundo de Leila. Quería imitar a Amera, ni siquiera era consciente de que eso era lo que intentaba hasta el momento que Leila lo sacó a conversación. Ella era la sumisa de Jeremiah, el hombre que mantuvo a Ryan lejos de los problemas, el hombre que también arrastró al idiota novio de su mejor amiga al mundo del BDSM. Un hombre a quién respetaba por sus principios y su actitud.

—¡Mackenzie! —el brazo de Gaynor rodeó el suyo. Colgándose de ella mientras ponía una sonrisita tímida—. Siento que han pasado semanas desde la última vez que nos vimos.

—Tampoco es como si tu actitud la última vez que nos vimos, me hubiera dejado con ganas de hablarte de nuevo.

Gaynor la soltó, retrocediendo con notable rapidez.

—Si me comporté así, fue por tu culpa. ¿Terminamos y dos días después ya estás saliendo con otra chica? ¿Cómo debería de haberme sentido?

Mackenzie no pudo controlar su cuerpo. Sonrió ante la mención de que estaba saliendo con Leila.

Porque eso es lo que llevaba soñando desde el baile de graduación, no, desde antes. Desde la primera vez que conoció a Leila, se imaginó caminando a su lado.

—No estábamos saliendo, era una cita, sí, no hay sentido en negar eso —el esfuerzo que necesitó para morderse la lengua y no sonreír, cuando Gaynor arrugó la nariz en un claro gesto de furia, fue monumental—. Tu y yo fuimos una explosión que pudo haberse evitado, no era necesario juntarnos para descubrir que jamás iba a funcionar, de todas formas, pasó. Eso no significa que estar con alguien más sea algo horrible. Se llama reconocer cuando has metido la mata.

Un grupo de enfermeras pasó corriendo a su lado, Mackenzie las siguió con la mirada, tratando de confirmar si su presencia era requerida en la emergencia o no.

—Lo que quiera hacer de ahora en adelante con Leila, es un asunto sólo entre Leila y yo, no tiene nada que ver contigo.

Más enfermeras aparecieron, girando a la izquierda para ir... a la habitación de Shell.

Empezó a correr sin percatarse en que lo estaba haciendo. No le llegó un aviso, nadie le notificó. Ahora se sentía como una idiota por no haber notado el código azul que sonaba en el piso, no llegó a entrar en la habitación pero ya estaba sobre la cama de Shell, revisando el monitor, concentrándose en la voz de los enfermeros, le pedían instrucciones de que era lo que debían hacer.

Su voz parecía un eco dentro de su cabeza. Gritaba ordenes, dosis de medicamentos que le ayudarían a Shell, ninguna de ella tuvo sentido mientras las estaba diciendo. La única frase durante esos aterradores treinta segundos de pánico, que tuvo sentido fue:

La voz del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora