Capítulo 16: En el que tu aroma me intoxica

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Volver al hospital, luego de quedarse un día completo con su mamá, escuchando las indicaciones del doctor para el tratamiento en está segunda ocasión, más quimioterapias y tratamientos inmunológicos, antes de intentar una operación más intrusiva que pueda provocarle más daño, fue una sensación muy extraña.

Amera salió de la habitación el día anterior luego de haberle contado la verdad a su mamá, acerca de su relación con Ryan, fue algo inesperado y no supo cómo reaccionar, tanto así que al ver como su amiga se marchaba, con la excusa de querer descansar un poco antes de tomar el tren más tarde para volver con tiempo a Inglaterra. Mackenzie y Leila se quedaron detrás, incapaces de articular ninguna palabra coherente, Deidree preguntó varias veces si lo que dijo Amera de verdad sucedió. Porque aquello sencillamente no podía ser.

Y Mackenzie sólo pudo alzarse de hombros, incapaz de darle una respuesta.

—¡Buenas noches, Shell! ¿Qué tal va la escala de dolor del 1 al jodete?

Shelby, la chica que ingresó apenas unos días atrás con severas quemaduras en el pecho, brazos y parte del cuello al ser atacada por su tío, sonrió.

Había otros dos residentes monitoreándola, dando vueltas por la habitación para asegurarse que nada malo suceda y sean regañados por sus médicos de guardia. Sin embargo, Shelby siempre se sentía más animada cuando era el turno de Mackenzie de dar vueltas. Al menos ella no fingía sentir empatía por ella y su dolor y, a diferencia de esa molesta doctora pelirroja de diminuto tamaño (también llamada McAllister), no tenía miedo de maldecir frente a ella.

—Yo diría... ahm... cierra el hocico.

Mackenzie sonrió. Hizo sus respectivas anotaciones en el historial médico de Shell, cómo pidió ser llamada la paciente, y luego se recogió el cabello en un desordenado moño para poder revisar el daño de la piel. Su área de "especialidad" eran quemaduras por fuego, agua hirviendo sobre el cuerpo realmente era una novedad, se sentía insegura de cómo debía acercarse.

—¿Descansaste en tu día libre? —Shell tenía un reflejo de encogerse cuando cualquiera se acercaba a ella, por alguna razón, confiaba en Mackenzie sin saberlo.

—No fue un día libre, le diagnosticaron cáncer a mi mamá, otra vez —cuando se levantó, Shell pudo ver la piel cicatrizada de su pecho.

La joven alzó una mano para evitar que terminara de estirarse. En los días que llevaba en la misma cama de hospital, nunca había visto más allá de la piel del cuello de Mackenzie, su curiosidad fue tan inesperada que se atrevió a tocar las cicatrices cubiertas por tinta.

—¿Qué te sucedió, Mackenzie?

Sin apartarse, se sentó en la silla libre junto a su cama, mostrando un poco más del tatuaje.

La Bestia solía apagar sus colillas de cigarrillo en mi pecho.

—¿Eres... cómo yo? —Shell arrugó las sábanas bajo sus puños.

—No. Todas las víctimas de abuso son distintas... pero sí, ambas somos víctimas.

Shell quiso hacer una pregunta más, cuando entró el médico de guardia, empezando a hacer preguntas que la ponían incómoda pero, para su mala suerte, necesitaba responder. Mackenzie nada más se quedó en su lugar, tomando sus propias notas. Al menos ella sabía que el doctor Owen no hacía esas preguntas sin estar consciente de la incomodidad del paciente, era algo rutinario e incómodamente necesario. Quisiera o no.

—Todavía no hemos podido contactar con tus padres... Shelby, no quiero sonar como un policía molesto, ¿estás segura de que nos diste el número correcto?

La voz del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora