Capítulo 29: De las barreras que cubren tu corazón

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Jeremiah y los otros dos intrusos se marcharon unas dos horas después de haber terminado la cena. Mackenzie tardó una hora más en meterse a la ducha, levantando la mesa, guardando los tapetes y lavando los trastes. Leila se había metido al baño mientras ella enfocaba toda su energía en regresar su departamento al estado pulcro que le daba paz mental.

Necesitaba ese momento en soledad para poder procesar la conversación que tuvieron con Jeremiah. No es como si se le hubiera olvidado la verdadera razón de Leila al estar en su casa, lo recordaba muy bien, fue esa la principal razón para no querer acostumbrarse a su presencia, el momento en que tuviera que marcharse lucharía más por tratar de seguir su rutina sin ella. ¿Y entonces cuál era el sentido? Su primer noviazgo duró un tiempo porque ella y Livvy eran casi vecinas, vivían en la misma calle, se veían todos los días en la escuela, existía ese contacto.

Con Amera era algo totalmente distinto, cuando necesitaba algo de ella sólo levantaba el teléfono y al otro lado de la línea recibiría una respuesta. Se acostumbró a la distancia que las separó durante unos años, Amera hizo esfuerzos por ir a visitarla y sus videollamadas se volvieron una tradición de cada viernes.

¿Qué se supone que haría cuando Leila se marchara? Fingir que no ocurrió nada entre ellas no era una alternativa, se trataba de la segunda persona en el planeta (descontando al psiquiatra) a quién le habló sobre la situación de su familia, el daño que le provocaron sus tíos. Por lo que había escuchado de Ryan, Leila tenía una situación similar, pasó por problemas y traumas que la convirtieron en una persona distinta a la que era antes. Podía hacer una suposición de cuál fue su proceso de mejora, era evidente el cariño que le tenía Jeremiah. Antes de que Amera le explicara su situación, la primera mención de Leila le hizo creer que era la segunda esposa del amo de Ryan.

No le ocultó a ella la felicidad que le dio saber lo contrario. Era su sumisa, no su esposa.

Mackenzie trataba de alejarse de las personas, crear la menor cantidad de relaciones posible ante la espera de una siguiente traición, era algo constante que el psicólogo le pedía cambiar. No todas las personas que conocía iban a alejarse al día siguiente, las amistades cambiaban, crecían y se deterioraban. Es inevitable, las personas cambian, lo que un día podía ser eterno, al día siguiente no sería lo mismo. Y eso también era algo natural. Tan sólo debía de considerar si la persona que se marchaba era alguien que merecía la pena luchar para conservar.

Quería creer que Leila era esa persona. Tenía tantas ganas de mantenerla a su lado, ser la primera en saludarla por las mañanas, ser quién tuviera que prepararle su desayuno y darle el beso de los buenos días.

¿Pero desear ese tipo de control la convertía en una mala persona?

Olivia había hecho eso con ella. Sus celos e inseguridades llegaron al punto en que Mackenzie no podía ni siquiera llamar a Amera, en principio pensó que su amiga estaba ocupada, unos días antes de darse cuenta de que Olivia había bloqueado a Amera en su teléfono, ella le había hablado sobre las reuniones con Cathy, finalmente era tan popular como siempre soñó. Y luego nada. Terminó su relación con Olivia sin dar explicaciones a nadie.

Su mamá le preguntó varias veces porqué se comportó así, Mackenzie se rehusó a hablar del asunto hasta haber puesto en orden sus ideas. Y cuando al fin pudo contarle la verdad a su mamá, ella escuchó, tan silenciosa como siempre, esperó hasta que ella terminó de hablar. La abrazó tan fuerte como su delicado cuerpo se lo permitió, no intentó convencerla de volver con Olivia, aceptó su decisión.

Eso era lo que esperaba de Leila, y Jeremiah.

Que simplemente aceptaran su decisión.

Era ahí dónde la idea de empezar a comportarse como Olivia realmente tenía efecto en ella.

La voz del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora