Sentir la suavidad con la que su madre pasaba la mano por el cabello, agarrando mechones para empezar a trenzarlo, le envió una tranquilidad que creía imposible de sentir en esas condiciones. Llegó a convencerse (en los escasos minutos desde haber llegado al hospital) que la situación era horrible, lo peor. Imaginó la peor situación posible y sin pretenderlo, le pegó su miedo a su mejor amiga, esa era la explicación a la que llegó del porqué ella mandó a Leila primero.
Ahora empezaba a sentirse más tranquila. El dulce aroma a canela del perfume de su madre siempre le daba mucha tranquilidad.
—¿Puedo ofrecerle alguna bebida... señorita? —Mackenzie levantó la cabeza, su padre nunca se había visto tan incómodo como en ese momento.
Leila llevaba sus audífonos y miraba el teléfono, no existía forma humana en que fuera capaz de escucharla, luchando contra el deseo de quedarse recostada disfrutando de los mimos maternales, giró el rostro hacia su padre.
—No puede escucharte, papá, es parcialmente sorda.
Esa respuesta pareció ser suficiente, aunque lo estuviera diciendo ella misma.
¿Su papá siempre había sido tan complaciente? No, claro que no... ¿verdad? El papá de sus recuerdos solía decir que no con mucha frecuencia.
¿O sólo era que ella recordaba los "nos"?
—¿Puedo ofrecerle alguna bebida? —volvió a preguntar Cassian, ahora usando sus manos para verbalizar.
Leila levantó la mirada de la pantalla, elaboró una de sus tímidas sonrisas, las que ponía con excesiva frecuencia delante de Jeremiah y respondió.
—Es muy amable, un poco de té sería agradable.
Cassian se volvió a su esposa e hija, sonriendo.
—¿Tú quieres algo, cariño?
Mackenzie arrugó la nariz como reacción instintiva.
Empezó a sentir natural repulsión a cualquier apelativo que no fuera "Mac" cuando cumplió diez años, un aproximado de tiempo en el que Amera utilizó el noventa por ciento de su energía para convencer a la gente de que ella era una bruja sin alma que solo deseaba provocar daño a otros. Durante esos últimos años de la primaria todos le gritaban «señorita hostilidad» al verla pasar por los pasillos.
Malos hábitos nunca mueren.
Al menos eso decía la gente.
—Estoy bien, papá, gracias.
Cassian abrió la puerta de la habitación y permaneció en el marco de la puerta.
—Cariño, ¿Amera no vino contigo? —Leila se mordió el labio, mientras que Mackenzie trató de no tensarse—. Generalmente van juntas a todos lados, ¿está bien?
Durante los segundos que tardó su padre en girar, sentarse en la cama junto a su madre y mirarla fijamente, Mackenzie luchaba por idear una respuesta sensata, algo distinto a: «"tuve un lapso nervioso y tal vez se lo contagié"».
—Dijo que iba a llamarle a su novio.
Tan pronto las palabras abandonaron su lengua se arrepintió de abrir la boca.
¡Que estúpida y descuidada había sido!
¡¿Le llamó a su novio?! ¡Hubiera sido más considerado decir que le llamó al hijo de puta de su padre!
Fue necesario observar la expresión de sus padres para entender el daño que provocó, ellos no estaban enterados de nada de lo ocurrido en la vida de Amera. Durante el último año de preparatoria, cuando se enamoró de Ryan, durante el embarazo, las visitas al burdel de Joanna, el peor cumpleaños en la historia de los cumpleaños, Mackenzie jamás hizo una sola llamada a Wisconsin para contarles lo que sucedía.
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La voz del Silencio
RomanceSu infancia estuvo resumida al silencio, mantener la cabeza baja y esconderse en un hoyo dónde nadie pudiera encontrarla. Ahora, como una mujer adulta, no tiene que rendirle cuentas a nadie. Dice lo que quiera. Hace lo quiere. Mira a todos como sere...