Cerró la puerta de su habitación en silencio, como lo eran todos sus movimientos. Conocía a Ryan, el muchacho intentaría mantener el ruido en el nivel mínimo para no molestarla, aunque ambos supieran que realmente no le incomodaba escuchar... o tener la sensación de que escuchaba.
Seguía siendo tan extraño, tan curioso y aterrador al mismo tiempo.
Luego de ser atacada por aquel grupo de hombres (encerrados ya desde hace muchos años), perdió la capacidad completa de escuchar en un oído, el izquierdo, que era el sano, quedó al cuarenta y cinco por ciento de su capacidad auditiva. Hablando en estadísticas parecía ser algo bueno, aunque la realidad fuera distinta. Si su señor o su hermana le hablaban en voz alta, podía escucharlos a la perfección, solamente hacían eso cuando se encontraban solos en la mansión. Ojala pudiera decir eso cuando estaban en la calle.
Haber escuchado a Amera, la dulce y hermosa chica que siempre se sonrojaba cuando se veían fijamente a los ojos, gritar de esa forma tan horrorosa; le partió el corazón. Saltó de la cama y se apresuró a llegar a su lado, como había hecho con Mackenzie la noche anterior. Olvidó por completo que Ryan estaba con la dulce Amera, siempre estaba a su lado.
Era muy parecido a su señor en ese aspecto, ambos protectores con lo que aman.
Incapaz de volver a dormirse de manera inmediata, se metió en la cama, colocó su teléfono en la mesa de noche junto a su cabeza, con el primer programa que vio en su lista de seguir viendo, no necesitaba escuchar las voces, activó los subtítulos y se cubrió hasta la barbilla con el cobertor.
¿Habría llegado ya Mackenzie a casa?
La bonita y misteriosa de Mackenzie.
Desde su primer encuentro, cuando faltaban meses para el baile de graduación, la encontró como una mujer incapaz de leer, no podía descifrar ninguna de sus expresiones. Sonreía y su rostro permanecía vacío. Arrugaba el ceño con una expresión blanca. Hasta ahora. Quería más.
Deseaba ver más de esas expresiones naturales, sorpresa mezclada con vergüenza. Felicidad escondida detrás de la molestia. Más allá de tomarla por sorpresa, antes de que se pusiera la máscara de "bruja" como le llamaba Ryan, esperaba poder conocerla a fondo.
Cerró los ojos sintiendo el cansancio como una manta extra sobre sus hombros. De no haber escuchado la notificación de su teléfono, informándole de un nuevo mensaje, hubiera caído dormida en un santiamén. Libreando un brazo del capullo de algodón y suavidad desbloqueó la pantalla, sus labios sonrieron ante el nombre.
La bonita pelirroja.
«Llegué.
No sé porque te digo. Estarás dormida. Bueno... aquí estoy.»
Sino hubiese despertado aterrada por la seguridad de la bonita rubia, estaría profundamente dormida. Tarareó una de sus canciones preferidas en su mente, escribiendo una respuesta.
«Menos mal tenía sed, me hubiera sentido fatal de dejarte esperando por una respuesta.
L.»
Imaginó a Mackenzie en el departamento, quitándose la ropa y lanzando los zapatos a una esquina, sobresaltada por recibir una respuesta. Quiso pensar en su rostro al leer el mensaje, ¿se habría sonrojado? ¿Le temblarían las manos como lo hicieron cuándo trató de besarla?
Su respuesta llegó, luego ver cambiar el mensaje repetidas veces para decirle que seguía escribiendo. Ver las palabras en las que dudó tanto para enviar, la forma en que simplemente intentaba demostrar que no le incomodaba hablar con ella, llenó su pecho de alegría. Por lo menos, Leila lo sentía de esa forma.
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La voz del Silencio
RomanceSu infancia estuvo resumida al silencio, mantener la cabeza baja y esconderse en un hoyo dónde nadie pudiera encontrarla. Ahora, como una mujer adulta, no tiene que rendirle cuentas a nadie. Dice lo que quiera. Hace lo quiere. Mira a todos como sere...