Capítulo 12: Infinitos.

775 121 74
                                    

Sam.

Viernes, 07 de Septiembre de 2012.

Pasado.


Casi era medianoche, y madre y yo acabábamos de salir de la iglesia de mis clases particulares de violín con el padre Richard. Y desde ese momento, en que salimos del aquel lugar, no dejaba de observar a madre con miedo y sumisión. Porque en mi mente siempre se repetían las palabras que me había dicho sin sentimiento alguno cuando todavía seguíamos allá antes de que ella entrase a hablar con el padre en su habitación:

«Cuando volvamos a casa te pondrás de rodillas, y pedirás misericordia por ser un pecador.»

Y sabía que madre de seguro me castigaría al llegar a casa por no haber tocado bien el violín, y dejarla mal frente al reverendo Richard. Pero yo no lo entendía, lo había dado todo. ¡Había dado lo mejor de mí!

Y aún así no toqué lo suficientemente bien para el reverendo..., o para que Dios se regocijase.

Ahora, madre me castigaría... por ser un pecador ante los ojos de Dios nuestro señor. O, más bien dicho ante los ojos del padre Richard.

¿Qué castigo me daría? ¿Me golpearía en la cara con el libro de Dios? Oh no, eso me dolía mucho, mucho. Pero tampoco quería que me lavase la boca con jabón, aunque eso madre lo hacía cuando hablaba con alguien que ella consideraba que llevaba el pecado.

Estaba tan asustado. No quería recibir el castigo de madre.

Intenté mirar por la ventana del auto, para tratar de distraer mi mente, pero la fuerte imagen de madre golpeándome con la biblia o, aplicándome algún otro fuerte castigo, me asustaba. Me asustaba muchísimo. Y por eso no paraba de verla de reojo, aunque estuviésemos en el auto y ella estuviera concentrada en el volante.

- M-Madre- traté de dirigirle la palabra. Pero no funcionó.

- Hablamos de lo que pasó en casa, Sam- me respondió fríamente, rígida al volante. Su firme y dominante voz me dio escalofríos.

- Pero m-madre, en serio n-necesito que sepas que lo hice bien. ¡Lo dí todo tocando el violín!- volví a hablar, arriesgándome-. ¡Y no pequé! ¡Yo no pequé, madre!

Entonces mamá tomó un enorme respiro, como sí estuviese tratando de controlar su rabia y me respondió amargamente:

- Sam, Sam, Sam- comenzó a negar con la cabeza-. Hablamos de esto en casa, muchacho- su voz sonaba tensa, pero ella no se dignaba a mirarme siquiera.

- P-Pero, madre. Necesito que creas en mis palabras. Yo no he pecado, ¡lo he hecho todo como a ti te gusta!- le dije, tartamudeando. Y sin dejar de mirarla con misericordia para que se apiadase de mí-. ¡Toqué con muchas ganas el violín! Lo juro.

Estaba a punto de soltar un llanto al darme cuenta de que ya estábamos a punto de llegar a casa y madre se rehusaba a hablarme, creerme. Pero aún así, seguí insistiendo con miedo a que me golpeara.

- ¡No he pecado!- volví a decir, y en ese instante ella paró el auto de golpe y se volvió hacia mí con ojos enormes y obscuros, y yo me quedé paralizado junto a ella en el copiloto-. No he p-pecado...- susurré con lágrimas en los ojos, y ella me observó con esos ojos extremadamente abiertos y aterradores.

- ¿Estás contradiciendo la palabra del reverendo, Sam?- me desafió con frialdad, y yo asentí temerosamente con la cabeza luego de haber tragado saliva.

- Porque no soy un pecado como él dice, m-madre- murmuré muy bajito, y ella me miró como una fijeza espeluznante, como sí mirase a través de mi alma. O, más bien, como si estuviera analizando mis palabras.

Frágil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora