Capítulo 18: Déjame ayudarte.

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Justin.

Miércoles, 12 de Septiembre de 2012.


Todo había cambiado de un segundo para otro en la mañana de aquel día, y el pueblo entero se había dado en la búsqueda de aquel adolescente que tanto había hecho sufrir a Sam: Gabe McCall. Él y su grupo de amigos, quienes habían desaparecido, no dejaban de ser buscados por el pueblo entero. La policía del condado no dejaba de desplazarse por todo Woodbury, buscando algún rastro de ellos, e interrogando a cuantas personas pudiesen sobre sí sabían algo. Y la gente se había reunido para para hacer grupos de búsqueda, ya que Gabe y sus amigos eran personas muy queridas en el pueblo, y odiados por muy pocos.

Y aunque, me daba escalofríos en tan solo pensar de que estuvieran muertos, abandoné esa idea. Ellos eran nueve hombres, o más bien dicho, nueve malditos simios, que siempre estaban juntos creyéndose invencibles, y por eso, no podía pensar en que alguien les hubiese hecho daño. Eso era imposible... ¿verdad?

Cuando llegué al instituto luego de haber soportado la enorme charla de mamá de «tengo que tener cuidado» porque varios chicos desaparecieron. De camino a mi destino en el auto, dejé de pensar en Sam por un momento para seguir tratando de procesar y analizar que Gabe y su grupo estaban desaparecidos.

Además, de que también estaba concentrado en la conversación de Whatsapp que había tenido con mi novia. Pero, todos esos pensamientos, sin ni siquiera yo notarlo, desaparecieron para ser remplazados por Sam Pride. Y cuando entré al edificio del colegio busqué, inevitablemente, a Sam con la mirada. Sin tener mucho éxito.

Pero me encaminé por todos los pasillos repletos de estudiantes con semblantes serios y preocupados, buscando alguna señal del pequeño. Después, tenía pensado en ir a la biblioteca y la cafetería, para buscar ahí también.

Todos en el instituto sólo hablaba de una cosa: la desaparición de Gabe y su grupo de amigos. Ese había sido el único tema que se escuchaba en los pasillos, nadie hablaba de la muy mala broma que le habían hecho a Sam el día de ayer.

Porque al parecer lo habían dejado de lado por la preocupación de esos simios bastardos. ¿Cómo todos podían sentir empatía por ellos y no por alguien tan puro e inocente como Sam? El mundo cada vez no tenía sentido...

Con Sam en mente me dispuse a dirigirme a la biblioteca, encontrándome en el camino al gordo coreano.

- ¡Justin!- me llamó, cerró su casillero y se acercó a mí corriendo-. Dios mío, ¿te enteraste?- dijo en voz muy baja, y yo asentí con la cabeza sin mucha importancia-. ¿Crees que estén... muertos?- susurró, mientras que me seguía el paso de camino a la biblioteca.

Me encogí de hombros.

- No lo sé, y sí lo están... No sentiría ni una pizca de compasión por ellos, se lo merecen- dije secamente-. Merecen la muerte.

Ned se quedó mudo junto a mí, pude sentir que se había puesto un poco incómodo. Tal vez, había sonado como un psicópata, pero era la verdad, jamás llegaría a sentir empatía por Gabe y su grupo de mierda.

- Oye, compré una colección nueva de legos de Star Wars- mencionó Ned, cambiando de tema-. ¿Te gustaría que la armásemos en tu casa después de clases? Lo digo porque estás castigado, y seguramente no te dejarán venir a mi casa.

- ¡Claro!- respondí, con cierta emoción-. Sabes que me gusta armar legos de la guerra de las galaxias contigo, Ned.

- ¡Súper!- exclamó él, volviendo a sonreír sin incomodidad-. Oye... ¿a dónde vamos? Nuestra clase de Química es del otro lado.

Frágil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora