Capítulo 07: Cobarde.

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Justin.

Sábado, 01 de Septiembre de 2012.


«Monstruo.»

Es la etiqueta que todos tienen en el instituto de Woodbury, no importa quién seas, cada uno la tiene. Por eso todos somos monstruos. Cada uno de nosotros lastimó a Sam Pride.

Sin embargo, ya no quería ser un monstruo.

Me encontraba jugando videojuegos en mi consola en pleno Sábado por la tarde. Y aunque el juego estaba entretenido, no paraba de pensar en Sam Pride. Él era lo único que estaba en mi cabeza ahora, desde hace dos semanas que no lo veía.

A pesar de que no podía sacar a Angelina de mis pensamientos, aquel chico había logrado encajar en mi mente; siendo en un punto, el pensamiento... más importante.

Di pausa al juego y le dí un rápido ojo a la hora en mi reloj de pared. Nueve y media: justo la hora esperada. Dejé de lado en mando y me levanté de la cama. Tomé los binoculares de la cómoda, y como si fuera una extraña necesidad, miré a través de mi ventana con ellos. Observaba la casa que estaba detrás de la nuestra. La de Sam.

Me puse de rodillas para ser discreto y silencioso, y miré atentamente a través de la ventana con los binoculares. Tragué saliva y esperé a que la mamá de Sam llegara de su trabajo matutino como bibliotecaria, como solía hacerlo desde hace dos semanas. Con la misma intención de siempre. Esperando, a que quizás, Sam la estuviera esperando en la entrada para recibirla con un abrazo.

Pero, como siempre... él no estaba ahí.

Me ponía en todos los ángulos posibles para tener una mejor observación, pero como siempre, no podía ni ver ni un rastro de Sam. Era como sí... estuviera muerto, desde hace dos semanas que no lo veo en el instituto. Y aunque, todos en la escuela estaban absortos en lo suyo sin importarle la presencia de él, yo no podía ser como ellos. Ya que el nombre de Sam Pride martillaba mis pensamientos desde lo ocurrido en el bosque. ¿Cómo pude dejarlo así? Él estaba comenzando a tenerme confianza.

Maldita sea. Lo Traicioné.

Ahora pasaba todos los días a esta misma hora espiando a la casa de Sam. Y a veces, lo solía hacer por las tardes. Había dejado de quedar con Gabe y sus amigos, ya no quería relacionarme con ellos, por eso me distancie. Ellos eran un fracaso como personas, con menos cerebro que una hormiga y la crueldad de un tigre, aunque su amistad no valía ni un céntimo. Simples seres primitivos que se sentían como reyes por aporrear y destruir cosas, aplastar latas de cerveza vacías y meter sus penes de simio en una puta cualquiera, pero eso sí, cuando veían un libro que no fuera de colorear dibujos se sentían más desarmados que un gato en la perrera.

Había pasado tanto tiempo con ellos, que ya hasta yo me daba asco. ¿En qué me había convertido estando con ellos?

Ellos eran totalmente contrarios a Sam.

Como la mugre y el jabón. Una infección idiota y el más brillante genio.

Ojalá hubiese sido tan inteligente como Sam Pride, el mejor de la clase. Aunque no sentía envidia. Pero, ¿por qué razón entonces también lo trataba del puto asco?

Maldita sea.

Me salí de mis pensamientos y observé por fin cómo el auto viejo y marrón de la mamá de Sam, llegaba. Para luego ver cómo Alice lo estacionaba enfrente de su casa, y se bajaba de él, para comenzar a caminar rápidamente hacia la entrada con unas bolsas de compras. Dejándome como siempre; desconcertado, al verla entrar de golpe.

Entonces, como en todas las demás ocasiones en las que había espiado: no ví ni señales de aquel chico.

- Mierda- susurré al no poder ver nada aún, y aunque fuera extraño, yo tenía una extraña necesidad de querer saber cómo estaba él.

Frágil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora