Capítulo 22: Poderes ocultos.

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Alice.

Jueves, 24 de Diciembre de 1981.

Pasado.


Mamá me tomó con fuerza de la mano para cruzar la calle. Era una estupenda fecha de navidad en donde tenía una deliciosa cena con mamá y papá, y abría los regalos de Santa Claus en la medianoche. Sin duda alguna, éste era mi mes favorito del año.

Mamá y yo íbamos con las manos ocupadas por las bolsas de las compras de ésta noche, íbamos directo a comprar el regalo de cumpleaños de papá ya que cumplía años éste día. También, compraríamos los ingredientes para hacer galletas y deliciosos bollos calientes con carne.

—¿Mamá, podemos hacer pastelitos de carne? ¡Me encantan los pastelitos de carne!

—Es una brillante idea, pequeña Alice. También es una de las comidas favoritas de tu padre. —respondió mamá con suavidad y con una bellísima elegancia.

La miré con una enorme sonrisa y salté de alegría. Los pastelitos de carne eran lo que más me gustaba en éste mundo, y estaba deseando comerme dos o tres esta noche en la cena.

—Por aquí, querida. —dijo mamá, mientras me hacía entrar en una aburrida tienda de ropa.

Odiaba entrar en tiendas de ropa, pero no más de lo que odiaba los supermercados. Eran auténticamente aburridos.

—Vamos a comprarle a papá un par de zapatos nuevos y una camisa de ésas que a él tanto le gustan. —mencionó con dulzura.

—Pero, mamá. —hice un puchero—. Yo quería regalarle un coche nuevo. Papá siempre dice que su auto está por dañarse.

Mamá se inclinó a mí con rostro maternal, y me pellizcó con dulzura la mejilla.

—Eres muy adorable, querida. Pero no tenemos tanto dinero para eso. Tu papá y yo solucionaremos éso el año que viene, ¿de acuerdo? —dijo, con sus cabellos negros cayéndoles con perfectos rizos en sus hombros delgados.

—Claro, mamá. —contesté, asintiendo con la cabeza.

Me alborotó el cabello y después se incorporó con completa elegancia. Mamá era una mujer muy alta, incluso un poco más que papá. Era delgada como una modelo Europea, y siempre calzaba tacones negros. Vestía preciosos vestidos oscuros; que hacían resaltar todas las curvas de su cuerpo perfecto. Por eso, muchos hombres en la calle le silbaban y papá se enojaba. Pero mamá era alguien admirable, y muy, muy respetable

—¡Mamá! ¿Qué tal éstos zapatos? —señalé un par negros en las estantería—. Me gustan para papá.

—Pues nos los llevamos, querida. Ahora toca elegir una camisa elegante, y luego iremos a tomarnos unos batidos de chocolate en Queens.

Salté de alegría. Amaba ir a Queens con mamá, y que ella comprase batidos de chocolate.

Mamá eligió una camisa verde pastel, y nos dirigimos para pagar todo de una vez y así poder irnos a Queens.

—Muy bien. —dijo ella tras pagar a la dependienta—.Ahora los batidos, luego iremos al supermercado y después a comprar las flores.

—¡Bien! —respondí dando saltos de alegría—. ¡Vamos ya por los batidos,mami!



***


Acabamos de salir de la pequeña floristería de la Sra. Copel, con muchas bolsas de compras en nuestras manos. Sentía que los brazos se me saldrían como a una de mis muñecas. Y mamá se detenía a cada rato para observar las tiendas, o para saludar a algunos de nuestros vecinos. Hasta que en un momento se inclinó para oler las vibrantes flores.

Frágil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora