Capítulo 26: Quédate a mi lado.

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Justin.

Viernes, 16 de Noviembre de 2012.

Presente.

Enseguida que Angelina se fue al supermercado con mamá y la abuela a comprar unos bocadillos, unas bebidas, y unos dulces para la fiesta que quise hacer con permiso de mi mamá esta noche. Me dirigí al baño de mi habitación para bañarme, y me metí en la bañera cuando estuve finalmente desnudo. Abrí la llave y dejé el agua correr en el silencio. El agua caliente no me hizo esperar y su temperatura me consoló un poco. Algo que necesitaba desde lo que pasó con Sam. Desde que nuestra amistad se fue al carajo. Mierda. ¡Mierda! ¡Carajo!

Cerré los ojos con fuerza, y me tragué un grito de dolor y frustración antes de sumergirme en el agua hasta cubrir mi rostro. Me agarré de los costados de la bañera y me quedé así varios minutos, hasta no poder contener más el aire. Me incorporé y abrí la boca tomando una gran bocanada de oxígeno.

Me senté y abracé mis rodillas. Escondí mi cara entre mis piernas, y finalmente, luego de haber estado aparentando que nada me importaba sobre Sam, comencé a llorar desconsoladamente. Lloraba por el motivo, la culpa; la maldita culpa martirizándome. ¿Por qué tenía que gustarle a Sam? ¿Por qué no dejaba de pensar en él? ¿Por qué lo extrañaba más que a mi jodida novia que no había visto en meses? ¿Por qué él me atraía? Maldición, no se porqué sigo negando mis sentimientos por él, pero, me rehúso a amar a un hombre. No soy gay, no, no, no.

«Pero sientes algo por él, Justin. Debes aceptarlo. Tú besaste a ese chico», dijo mi subconsciente, y me encogí aun más de dolor en la bañera al recordar lo mal que lo había tratado. Yo mismo había hecho que nuestra amistad se fuera a la maldita mierda. Pero, no lo pude evitar. Yo no era gay. No sentía lo mismo por él. «Sientes lo mismo por Sam. Y sabes que te gustó aquel beso que te dio. Extrañas sus labios. Lo extrañas a él».

-¡Basta! -le grité a la voz en mi cabeza, y me sujeté mi larga cabellera con fuerza.

«Acéptalo. Él te gusta».

-¡No! ¡De ninguna manera! -le volví a gritar.

«Hazlo, Justin».

-¡No, mierda! ¡No!

«Aún hay tiempo, puedes arreglar las cosas con él. Solo acéptalo. Sabes que quieres hacerlo».

-¡No! ¡No! ¡No! ¡Cállate! ¡Cállate, maldita sea!

Me sujeté la cabeza con mucha fuerza, y me golpeé a mí mismo contra la pared de azulejos junto a mí. Sentí un fuerte dolor en un costado de la cabeza que me provocó náuseas, y me hundí en el llanto de la culpabilidad.

«Justin... acéptalo».

-Basta... -sollocé-. Basta...

«Justin».

-B-Basta...

«Justin, lo besaste. Él te besó. Y te gustó».

-Y ahora todos mis amigos me ven como un puto raro. Incluso, mi novia piensa que soy gay. -le dije a la voz con una voz rota..., y frágil.

Tan frágil, como Sam lo era.

«Todo va a salir bien. Sólo debes aceptar lo que sientes por Sam».

-No puedo... no puedo ser gay. -repetí en un sollozo desesperado.

«Entonces sino quieres aceptar lo que sientes. ¿Por qué no dejas de pensar en Sam? ¿Y por qué cuando tuviste sexo con Angelina hace unos días atrás te imaginaste que ella era él, y que realmente hacías el amor con él? Dime, Justin».

Frágil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora