Capítulo 05: Pecador.

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Sam.

Viernes, 17 de Agosto de 2012.
Presente.


No podía creer que él en serio estaba de el lado de Gabe. Pero, supongo que al final, ese chico también, estaba podrido por dentro...

Mis pocas esperanzas de tener un amigo, habían desaparecido.

Todos ya habían entrado a clases, y yo iba realmente tarde, ya que por los fuertes golpes que me habían dado se me dificultaba moverme con mi bastón. Aunque, al final había podido llegar al aula de mi asignatura. Entonces, cuando entré, miré con atención a todos mis compañeros, y entre ellos estaban Gabe y su grupo de amigos. Además, pude observar que todas las mesas en el laboratorio de Biología estaban ocupadas; excepto una, en la esquina, en donde aquel chico que creí que era buena persona, estaba sentado.

No quería sentarme junto a él, pero tuve que hacerlo, ya que la profesora se había enfadado por mi repentina y tarde llegada, y por eso me miraba mal.

Tragué saliva, y con el corazón un poco acelerado y apretando la correa de mi bolso y el bastón en mi mano, me dirigí a la mesa que yacía libre, junto a él. ¿Por qué me sentía tan nervioso?

Quizás, porque él sería un bravucón más que abusaría de mi próximamente.

Me senté en la mesa en un parpadeo, y aunque muchos ojos estaban sobre mi, ninguno de esos me incomodaba, si no los de él, quien no apartó la mirada de mi desde que me senté a su lado.

A pesar de que me sentía extrañamente intimidado, por alguna razón y con cierto miedo, volteé lentamente a observarlo. Encontrándome con sus ojos cafés que me miraban con una mezcla entre seriedad y curiosidad.

Lo primero que había llamado mi atención, nuevamente, fue su pirsin, y su largo cabello rebelde que le llegaba hasta los hombros. Además, ya que estábamos realmente, uno más cerca del otro, pude darme cuenta de las pecas esparcidas por todo su rostro. Él tenía una cara realmente linda.

Ambos nos quedamos mirando fijamente, como aquella noche, como si tuviéramos una extraña... conexión. Yo por alguna razón no podía dejar de mirarlo, y él al parecer no podía dejar de mirarme. Mi corazón estaba extrañamente acelerado.

Sin embargo, él apartó repentinamente la mirada de golpe, y se levantó de la mesa, para pedirle a la profesora si podía cambiarlo de sitio, algo que me pareció algo lógico ya que ¿por qué a él le gustaría sentarse con alguien como yo?

Pero, la profesora le respondió con algo que me dejó estático.

- Ya que se llevan tan bien, los emparejaré para que hagan el trabajo obligatorio del que estaba hablando- recalcó la palabra «obligatorio», sonriendo con arrogancia.

Pude ver como él murmuró un par de maldiciones, apretó los dientes, suspiró, y finalmente volvió a sentarse junto a mi alejando un poco su silla de la mía para no estar tan cerca uno del otro. Y está vez, no volvió a mirarme, en cambio, se puso la capucha de su suéter negro para crear una extraña barrera entre los dos, y por alguna razón... me sentí dolido.

Saqué los libros de mi bolso y me concentré en la clase, aunque las miradas de arrogancia y burla de Gabe y sus amigos me tenían aturdido y nervioso.


***


- ¿Vendrás a la iglesia a servir está noche?- me preguntó madre, mientras nos encontrábamos cenando en la mesa junto a la abuela.

Frágil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora