Capítulo 04: Dolor y sufrimiento.

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Sam.

Jueves, 03 de Julio de 2003.
Pasado.


Estaba completamente dormido en mi cama. Pero, unos fuertes gritos me despertaron, asustándome. Me levanté mirando a todos lados, y observé en el pequeño reloj de vaquita que tenía en mi mesita de noche qué era medianoche.

- No- dije, meneando la cabeza de un lado a otro, mientras nervioso observaba la hora-. Madre me va a regañar si me encuentra despierto a estas horas- agregué, y volví a recostarme en mi cama, entre mis sabanas de ositos, mientras asustado escuchaba los relámpagos de la fuerte lluvia.

Sabía que madre me prohibía estar despierto a estas horas, ya que un niño de siete años como yo debía dormir temprano. Pero, no podía volver a dormir. La lluvia no me dejaba, y unos fuertes gritos que se escuchaban fuera de mi habitación, no ayudaban mucho.

Por eso me levanté de la cama, y corrí con todas mis fuerzas a encender la luz de mi habitación, aunque solo hubiera caminado lento, debido a la condición en mis piernas que madre me contó con la que había nacido.

Encendí la luz. Tragué saliva, y me arme de valor para salir y ver qué sucedía. Encontrándome al abrir la puerta, con toda la casa a oscuras. Lo único y apenas que la iluminaba, eran los terroríficos relámpagos de la lluvia que tanto me daban miedo. Pero, debía ver qué sucedía, ya que los gritos no paraban y venían de... la habitación de madre.

Sentía como mi corazón sonaba rápido dentro de mi. Tenía miedo. Pero, aun así salí de mi habitación con mi pijama de tigre y mi pecho subiendo y bajando rápidamente por el miedo. Aunque, no podía ver debido a que mis ojos estaban cerrados, conocía la casa de pies a cabeza, y me sabía el camino a la habitación de madre con los ojos cerrados.

Caminé lo más rápido que pude por los fríos y aterradores pasillos, aunque tardara mucho en dar dos pasos, debido a mis piernas. Pero por suerte llegué cuando menos lo esperé, y abrí los ojos al tocar la puerta de madre.

Entonces, sin previo aviso tomé la perilla y la abrí al instante, encontrándome con el otro lado de la puerta dónde provenían los gritos.

- ¿Madre?- susurré con miedo, al encontrarla de rodillas en el suelo, gritando hacia una esquina de su habitación que estaba completamente oscura.

¿A quién mami le gritaba?

- Oh, mi corderito- me respondió suavemente, enseguida que se dio cuenta de mi presencia-. No quise despertarte, querido.

- Mami... tengo miedo- dije, asustado por la tormenta y por sus fuertes gritos. Entonces, la miré con lágrimas en los ojos, y como pude me acerqué un poco a ella.

- ¿Por qué, mi corderito?- preguntó madre, y yo nervioso, jugueteé con las mangas largas de mi pijama-. Dios está con nosotros, repite- me ordenó, y yo asentí.

- Dios está con nosotros- obedecí, aun con miedo.

- Muy bien mi niño- dijo, y me aplaudió-. Ven- me pidió con los brazos abiertos, y yo con lágrimas fui hacia ella.

- Tenía mucho miedo, mami- sollocé en su pecho, mientras que ella seguía abrazándome con dulzura-. ¿P-Por qué gritabas...?- pregunté tímidamente, y por alguna razón aún tenía miedo.

- Yo... Yo no quise- titubeó, y dejó de abrazarme repentinamente-. No quise- repitió, mirándome fijamente al suelo.

Mami me estaba asustando.

- ¿Ma... Madre?- la llamé con lágrimas, para que volviera a la normalidad, pero no funcionó-. ¿M-Mami?- repetí entre lágrimas.

- Yo no quise gritar, mi niño- me susurró al oído, y yo dejé de llorar-. Pero, mi madre, tu abuela... volvió, y ahora no se quiere ir...

Frágil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora