Caminar por una calle abarrotada de gente no era divertido, y mucho menos si ibas cargada con tres bolsas llenas de comida. En ese punto ir por la calle se podía convertir en un infierno.
Podría llegar a casa, era lo que pasaba constantemente por su cabeza, tal vez no había sido una buena idea ir a comprar sin el coche. Pero su novio se lo quería llevar para enseñarlo a sus amigos ya que era nuevo, a pesar de que se lo había comprado con su dinero. No era su culpa, su novio a diferencia de ella no tenía un gran salario.
No muy lejos de ella una mujer de ojos ámbar caminaba también con prisas, llegaba tarde a su propia fiesta de cumpleaños. Fue a cruzar una calle, pero antes que pudiera tan solo poner un pie en el asfalto el semáforo cambió a rojo. Frustrada movió su vista hasta la acera, encontrándose no muy lejos de donde estaba parada una figura conocida, con un montón de bolsas y graves problemas para avanzar diez metros
- ¿Ruby?- cuando la pelinegra escuchó su nombre se detuvo de inmediato, girando su cabeza hacia donde procedía la voz. Una pequeña sonrisa apareció al ver a Noelia en frente suya- Te ayudo- se ofreció rápidamente al ver la cara de sufrimiento que estaba haciendo la pequeña. Llegaba tarde, si, pero no podía dejar a Ruby allí de aquella forma.
Sin dejar lugar a protestas tomó una de las bolsas con su mano izquierda, y luego tomó el asa de la otra con su mano derecha, esperando a que Ruby hiciera lo mismo con la otra asa y la otra bolsa.
- Gracias- dijo viendo cómo ambas llevaban una bolsa. Así ya no llevaba tres, si no una y media- Creía que no iba a llegar nunca a casa.
- No te preocupes pero si vas a comprar tanto deberías coger el coche ¿Dónde vives?
- A unos quince minutos de aquí, no hace falta que me acompañes todo el camino- pero Noelia no dijo nada, no iba a dejar que Ruby cargara aquellas bolsas por tanto tiempo- Llegaría igual a casa.
- En lo cabezota que eres no me caben dudas de que llegarías- dijo más para si misma, pero Ruby la escuchó y sonrió un poco.
- No soy la única cabezota aquí, sabes?- Noelia no dijo nada más, se limitó a seguir a Ruby por las calles. Y como le había dicho en quince minutos llegaron a su apartamento. Su plan no era entrar en la casa de la otra mujer, pero cuando se quiso dar cuenta la representante de Louis Vuitton estaba prácticamente arrastrándola dentro.
- Gracias por ayudarme, te invito a algo- Ruby dejó todas las bolsas en un rincón de la cocina antes de girarse hacia Noelia, esperando una respuesta de lo que quería para comer/beber.
- No, no hace falta- la pelinegra frunció el ceño y puso ambas manos en su cadera- Agua estará bien- Ruby rápidamente sacó un vaso y lo llenó. La mayor lo aceptó con una pequeña sonrisa. Analizó en silencio lo que podía ver de apartamento desde donde estaba, todo era muy sencillo, su apartamento parecía una continuación de lo que era su despacho. Sin duda aquel debía de ser el estilo de Ruby.
- ¿Vives sola?
- No, con mi novio, solo que el ahora esta con sus amigos- Noelia no dijo nada, quería conocer a aquel hombre, solo lo había visto de lejos y por lo que había oído no tenía muy buena imagen de el- ¿Quieres más agua?- preguntó cuando vio que la mayor ya se había terminado el vaso.
- No, no, tranquila. Me tengo que ir ya- Ruby asintió y se levantó del taburete para acompañar a Noelia hasta la entrada. Pero antes de que tan siquiera salieran de la cocina, la puerta principal se abrió.
- Cariño- se escuchó una voz masculina. La mayor levantó las cejas incoscientemente al oír como hablaba aquel hombre, al parecer iba algo borracho. Noelia pudo escuchar como un suspiro de pesadez salía de los labios de la pequeña.
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En la cima
RomanceEran las personas más diferentes que podían existir. Una no creía en el amor y la otra vivía por él. Noelia hacía lo que quería, y Ruby solo lo que le decían. Una mujer con un profundo corte que no sana, y otra mujer con mil heridas que no sabe que...