Que empiece el juego

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4:


Q U E    E M P I E C E    E L   J U E G O


E R I C K:


Jadeo, exhausto de placer. La castaña envuelve sus piernas alrededor de mi torso, impidiendo que pueda librarme de su amarre. Aprovecho la oportunidad y aprieto más su cuello con mi mano, golpeando duramente su cadera contra la mía. Uno tras otro, sin pausa y sin cuidado.

—¡Que rico, Erick! —gime ella.

Dejo de ahorcarle y saco mi miembro de su coño. Observo su rostro antes de tomarla por sus muslos y darle la vuelta. Me arremeto de inmediato, posando mi mano sobre su nuca y haciéndola morder las sabanas. Paso mi mano a su cabello y la halo, haciendo que sus rodillas suban lo suficiente para que su culo esté al nivel de mi miembro. Me acomodó el condón y se la meto de tal manera que sus rodillas vuelven a tocar el colchón. Equilibro mi peso situando mi otra mano sobre su nuca y comienzo a hacerla rebotar. Veo su sudor bajando desde sus hombros hasta su espalda, nuestros gemidos se combinan con los crujidos de los resortes de la vieja cama, y por un instante, pierdo la lucidez pensando en alguien que no debería. De inmediato, siento que mi cuerpo termina de desatar todo su placer llenando el condón con mis fluidos.

Saco mi miembro y me deshago del condón para después pararme y dirigirme a la basura.

A mis espaldas escucho a la castaña intentando recuperar su aliento.

—Eso fue estupendo —la escucho decir mientras me deshago del condón. —. Profesor Erick, ojalá me hubiera llamado antes —musita.

—Antes estaba comprometido —le recuerdo dándome la vuelta. Ella me observa con una sonrisa, y yo detallo las marcas de mis manos en su cuello. —. Iré a ducharme.

Volteo mi mirada y me encamino hacía el baño.

—Podemos hacerlo juntos —propone.

—Me gusta mi espacio personal —niego, antes de cerrar la puerta y meterme de lleno a la ducha. Giro la llave y dejo que el agua lave mi cuerpo.

Es miércoles por la mañana, si, por la mañana. Es el único tiempo libre que poseía mi acompañante para desatar nuestro estrés. Y yo, aprovechando que no tengo la necesidad de ir a la universidad, quiero rendir el día para mudarme de este asqueroso motel. Y mi mente recordó la fabulosa estrategia que solía llevar a cabo antes de tener una cita, deshacerme de mis deseos sexuales. No quiero encontrarme con Daniela y dejar que mis deseos primitivos controlen mis pensamientos.

Termino de ducharme y salgo a la habitación con una toalla alrededor de mi cintura. La castaña está sentada sobre el borde de la cama, cubriendo su cuerpo con la sábana blanca que ambos humedecimos. Ignoro su presencia y tomo el paquete de cigarros y el encendedor que están sobre la mesita de noche.

—La ducha está libre —le digo antes de prender el cigarro. Me deshago de la toalla, tomo asiento en la otra punta de la cama y busco ropa interior en mi maleta.

—¿Tanta prisa tienes? —inquiere a mis espaldas.

—Va a ser un día... —hago una pausa para tomar una calada. —. Ocupado —dejo el cigarro en mi boca y tomo el bóxer.

—Al menos lo empezaste bien —siento la yema de sus dedos recorrer toda mi espalda. —. Yo también comencé el día de una forma prodigiosa —besa, lentamente, mi cuello hasta llegar al lóbulo de mi oreja para después chuparlo. —. Ya sabes cómo encontrarme —susurra en mi oído antes de marcharse.

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora