Entre amor y confusión

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E N T R E    A M O R    Y    C O N F U S I Ó N 



ERICK:


Estoy en la universidad a las 6 de la tarde, más específicamente en la zona libre. Donde se encuentran las bancas, las canchas de básquet, voleibol y tenis. Y no estoy precisamente observando a un par de personas jugar. Estoy en este lugar, esperando a Harold. No se me ocurrió que más hacer después de terminar mi jornada laboral, que ir y pedirle que nos encontraremos... Y bueno, también estoy huyendo de la posibilidad de ver a Maia.

Después de haber llevado los libros, la clase culminó, y como era de esperarse, Maia fue una de las primeras en abandonar el aula.

Estaba tan jodido porque el sexo no me había funcionado, que quería probar otra cosa. Besar a Maia. Si, ya sé que parece una excusa de mierda, pero cuando escuchen mis motivos, me entenderán. El maldito beso del fin de semana me había dejado con solo un pensamiento estos dos últimos días: quería volver a besarla, pero esta vez, atento a lo que llegaría a sentir. ¿Por qué hacer algo así? Por una simple razón: Ya que el sexo no movió nada en mí, ¿un beso si lo haría?

Pues no sé qué mierda me pasó, pero al volver a besarla, se me paró. Tuve una maldita erección leve, y si hubiera sido tan solo eso, podría haberlo superado, sin embargo, al besarla, no me quería apartar de sus labios. Podría haberme quedado ahí un buen rato si hubiese sido por mí. Pero al final, me tocó disimular emprendiendo mi huida. Un maldito hombre de 25 años huyendo de una chiquilla que apenas si es mayor de edad.

¡Que jodida vergüenza!

¿Me gusta? No, imagino que esa pregunta ya no es necesaria, la verdadera seria... ¿Por qué carajos me gusta?

Hasta hace un par de días continuaba adolorido por la situación con Daniela, y ahora, ¿me gusta otra persona?

¿Esta es la manera en la que mi cuerpo me dice que ya es hora de avanzar?

Pero si ni siquiera ha transcurrido un maldito mes...

¿O tal vez mi amor también era falso?

—Pareces una religiosa que ha perdido su biblia —escucho la voz de mi amigo hacer presencia. Alzo mi cabeza y giro hacia la izquierda. Lo observo, con su rostro a la expectativa.

—¿Ya terminaste? —pregunto.

—Terminé la clase un poco más temprano —aparta la vista de mis ojos, y toma asiento a mi costado. —. Que me pidas que nos encontremos es inusual... ¿Qué mierda hiciste?

Permanezco en silencio, observando la cancha de tenis vacía.

¿Por dónde empezar?

—¿Es tan malo? —vuelve a hablar. —. ¿Mataste a alguien?

—No.

—Bueno, tenía que asegurarme. Últimamente no sabemos nada de ti.

¿Tan alejado he estado?

Supongo que, desde lo sucedido con Daniela, no he ido a visitar a la que continúa siendo mi familia. Me ha estado aterrando la idea de recordarla en cualquier lado.

Pero, ¿aún me sigue aterrando?

—Cristian ha estado preguntando por ti... A veces parece que quiere más a su tío que a su padre.

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora