Con calma

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29:


C O N   C A L M A




MAIA:


Ocurre algo inusual al despertar, como si se tratara de un Déjà vu. Alzo mi cuerpo y me mantengo contemplando el rostro dormido de Erick. Duerme tranquilo, pero aprieta mi mano con fuerza, como si estuviera tratando de decirme que esta vez no me soltará.

Recuerdo lo que pasó aquel día por la mañana, cuando me acosté con él en el motel. Al despertar, además de la confusión que sentí, me desconcertó verlo quedarse a mi lado, como si no hubiese tenido prisa de irse. Lo mismo pensaba el día de hoy, que despertaría más temprano que yo y se iría a su departamento. Que no volvería a hablarme después de conseguir lo que quería.

En cambio, continua aquí, apretando mi mano con la fuerza que su subconsciente le permite hacer.

Con cuidado, aparto su mano de la mía y me sitúo de pie, viendo mi cuerpo desnudo. Llevo mis manos a mi rostro y me avergüenzo un poco. Tomo un short de mi armario y lo visto, al igual que un suéter de lana. Abro la puerta con delicadeza y salgo de mi habitación con destino al baño.

Mi entrepierna duele, pero no es lo suficiente para no permitirme caminar. De hecho, creo que puede ser normal después de haberlo hecho más de una vez. después de haber usado el retrete, lavo mis manos y camino hasta la cocina al sentir la garganta seca. Tomo un vaso con agua y me quedo de frente, mirando el grifo.

Cierro mis ojos con fuerza para humedecer mi vista, sin embargo, lo que ocurre es que los recuerdos de la noche anterior vuelven a mi mente.

¡Dios santo! Fui demasiado atrevida. No pude tener autocontrol y ahora se podría decir que estoy en las palmas de sus manos. Es... Dios.

—¡Maia! —escucho la voz de Erick llamar mi nombre. Me doy la vuelta y lo veo con su pantalón a medio poner. Él se detiene en el marco de la puerta y se mantiene en silencio, observándome. yo aparto el vaso de mi boca y hablo.

—¿Qué sucede?

—No... es —detiene sus palabras torpes. —. Pensaba que te habías ido como la ultima vez.

—Este es mi departamento —le indico, sin poder contener una pequeña risita que sale de mi pecho. Erick sonríe y termina de vestir su pantalón. Endereza su cuerpo y lleva una de sus manos a su nuca. Volvemos a mantenernos en silencio, sin saber que comentar.

¿Qué se hace después de esto?

Desvío la mirada de sus ojos e intento poner el vaso encima del mesón, sin embargo, mi vista me juega una mala pasada. Creí verlo más cerca, pero la realidad es que no es así. El vaso cae al piso y los trozos de vidrio se esparcen por todo el lugar.

—¡Maldición! —me quejo.

—No te muevas —Erick me detiene. —. Es peligroso —giro mi vista hacia él, y noto que viene trotando hacia mi posición. Decido acatar sus órdenes, más que todo porque no logro ver los cristales que están a mis pies. Erick toma la escoba y comienza a barrer alrededor de mi con cuidado. Yo me mantengo silenciosa, contemplando su pecho al descubierto.

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora