Lo que quería ocultarte

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L O    Q U E    Q U E R I A    O C U L T A R T E



M a i a:


Todo sucedió demasiado rápido. Pensé que la idea que había tenido era la mejor, que jamás se percataría de ello, sin embargo, no contaba con que Erick fuese tan observador. Ni siquiera yo sabía que cuando maldecía arrugaba mi frente.

¿Qué tanto sabe de mí solo por mi comportamiento...?

¡Esperen!

Quiero retractarme de algo. Quise decir: Docente Erick, no Erick... No sé por qué lo llamé por su nombre como si fuésemos compañeros.

—¿Es aquí? —pregunta la amable mujer, estacionando su auto en frente del edificio. El docente Erick le indica que nos encontramos en el lugar correcto y baja del auto después de agradecerle por su ayuda.

Yo, en cambio, permanezco sentada con las manos sobre mis piernas. Todo esto ha sido responsabilidad mía. Actué imprudentemente, y por esa acción, casi pierdo mi vida y perjudico la de alguien más. Si no hubiera sido por Erick...

¡Dios! Docente Erick. Docente Erick.

—¿Ocurre algo?, querida —la mujer habla. —. ¡¿Te sientes mal?! ¡Vayamos al hospital! —enciende su auto alarmada.

—No, no —la detengo. Ella me observa por el espejo retrovisor y yo bajo mi vista. —. Quería disculparme con usted... Fui muy imprudente al no notar que corría hacia una calle. Y usted ha sido tan amable que me hace sentir mal. No sé qué puedo hacer para recom... —unos golpes en la ventana interrumpen mi discurso de arrepentimiento.

—¡Mueve el culo! —pronuncia el hombre desde afuera. —. Me duele toda la jodida espald...

—¡Cállese! —peleo. —. ¿No ve que estoy disculpándome? —lo observo bajando mis cejas hasta el nivel de mis ojos.

—Entonces pásame mi jodido maletín, ladrona —indica.

Lo había olvidado. Ya le dije que fui yo quien le robó todo. Parecía una acción tan natural lo de antes que me hizo pensar que no había sucedido nada...

¿No está, ni siquiera, un poco enojado?

Mis mejillas comienzan a arder al recordar las palabras que me dijo mientras sujetaba mis hombros.

—¿En verdad no son pareja? —la señora cuestiona, con tono alegre.

—No, no —niego con nerviosismo, tomando el maletín. —. ¡Gracias por todo lo que hizo, y por favor perdóneme!

Decido esperar a que responda antes de marcharme.

—No hay nada que perdonar, querida. Pensé que hoy iba a ser una noche aburrida, pero casi atropello a una persona. Así que te lo agradezco —bromea.

Yo la acompaño en su risa, hasta que los golpes en el cristal vuelven a hacerse presentes. Salgo del auto y le arrojo el maletín en la cara al hombre.

—No soy una ladrona —expreso, antes de darme la vuelta para cerrar la puerta. Me despido de la mujer una vez más, y ella se despide del docente Erick. Enciende su auto y se marcha, dejándonos en un silencio rotundo.

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora