No hay amor entre nosotros

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15:


NO   H A Y   A M O R    E N T R E    N O S O T R O S


ERICK:


Todos mis jodidos huesos están clamando por ayuda. Si de por sí ya me dolía el cuerpo por el maldito resfriado, ahora el nivel del dolor se ha incrementado gracias a la contienda anterior.

Estoy demasiado oxidado, en otra época de mi vida hubiese acabado con el maldito gordo de un par de golpes. Pero, bueno, es de suponer que los años no vienen solos.

Carajo, ya estoy hablando como un jodido viejo.

Enderezo mi cabeza, para contemplar de frente la cocina de Maia. A excepción del plato que no lavó, su departamento está muy aseado. El piso brilla, las paredes no tienen manchas y por si no fuera poco, hay un jodido olor cautivador en todo el ambiente.

¿Acaso es limón?

Maia sale de su habitación, y encima de sus brazos, se ven un par de acolchados. Si les soy sincero, sigo pensando en que hubiese pasado si ella no hubiera escapado del maldito gordo. Es verdad que me dejé llevar por mis impulsos, sin siquiera contemplar que ella podría salir herida.

Me tranquiliza un poco que solo haya sido una herida menor.

—Tome —extiende sus manos, pasándome el acolchado. —. No creo que sienta frio con esto. Son muy calientes.

El acolchado es de color Vinotinto y el otro de un negro intenso, y mi suposición me da a entender de que, como no trajo almohada, es probable que mi cuello sufra toda la noche.

—Mañana llamaré a un cerrajero —indico, antes de tomarme una pausa. —. Bueno, necesito que llames por mí. No tengo celular.

Tomo el acolchado y lo dejo a mi lado. Sin tomarme un descanso, empiezo a desvestir mis zapatos.

—No hay problema... —su voz, de nuevo, parece sentir lastima por mí. No me agrada ser visto de esa maldita manera. —. Si gusta puede tomar un baño —ofrece, para mi sorpresa.

¿Tanta repulsión que siente hacia mí y me ofrece su baño?, esto es de no creer. ¿Tan agradecida está?

Alzo mi mirada, solo para observar el nerviosismo que intenta ocultar observándome fijamente.

¿Qué pasará si acepto?

—Si no tienes problema —me pongo de pie, provocando su retroceso.

Esto no es para nada cómodo. Me siento como un jodido acosador si actúa ante mí de esa manera.

—Para nada —se da la vuelta, emprendiendo su viaje al baño. Ingresa y acto seguido, cierra la puerta.

Permanezco observando la puerta, mientras mi cabeza crea un sinfín de hipótesis. Sin embargo, ninguna de ellas me dice algo con sentido. La puerta se abre, y Maia sale con ropa interior, algo que parece un pote de champú y un jabón entre sus brazos. Ingresa a su habitación y después sale con una toalla para cuerpo.

—Puede usar esto —estira sus manos. —, y esto. Es un jabón nuevo. Se puede quedar con él, por cierto.

Vuelve a dase la vuelta, solo para después encerrarse en su habitación. Con desconfianza, camino hasta el pasillo e ingreso al baño.

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora