Coco

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8:


C O C O


M A I A:


Es extraño... Muy extraño.

El docente Erick llegó en compañía de Maite al aula de clases. Ella más feliz de lo acostumbrado y ese hombre pareció decepcionado al verme.

Decepcionado... ¿decepcionado por qué? ¿Quizás fue impresión mía...?

Lo que más me inquieta es que, durante la clase, Maite no dejó de observarlo. O sea, es normal que se vea al profesor, pero no de la manera en la que ella lo hizo. Sus ojos eran lujuriosos, su sonrisa coqueta y sus expresiones demasiado sexuales. Consideraría esto como un comportamiento normal de su parte... ¡Lo haría, si no fuese porque ese hombre tampoco dejaba de observarla!

Todo esto me da mala espina, y más cuando le pregunté al terminar la clase a Maite si había ocurrido algo.

—¿Algo como qué? No me ha pasado nada, es solo que en el horóscopo decía que hoy era un día feliz para los géminis. Al parecer tenían razón —me dijo, antes de irse con su grupo de amigas a almorzar.

¿Dia feliz para los géminis?

¿Acaso se le olvido que yo también nací el mismo día que ella?, y permítanme comentarles que, al menos, para mí, no es un día feliz. Tuve que madrugar demasiado para dejar la billetera de ese hombre en su casillero, Margot me dejó un mensaje de texto para encontrarnos mañana por la mañana en la universidad y. como si no fuera suficiente, tengo en leve presentimiento de que algo anda mal en mi departamento.

¡No me agrada salir con prisa!

Solo espero que Coco este bien... No logro recordar si dejé comida en su plato...

Al ser la hora del almuerzo, me dirijo a la cafetería en compañía de la única amiga con la que cuento —aparte de mis hermanas—, se podría decir que ambas somos desadaptadas sociales, aunque se nos dé bien socializar.

Digamos que solo disfrutamos la compañía de la otra desde tiempos remotos. Sin embargo, aunque tengamos muchas similitudes en nuestra personalidad, la apariencia es un punto aparte. Ella tiene el cabello negro, casi tan intenso como el carbón, labios finos, igual que su nariz, en la que resalta un piercing en su orificio izquierdo. También tiene otra de esas cosas bajo su lengua.

Bajo su lengua... ¡auch!

—Maya —así me llama por cariño. —¿le darás algo al vejestorio? —indaga, mientras caminamos a través del pasillo.

—Respeta un poco más a mi padre —anuncio. —. Y si... Tengo pensado dejarle algo en su oficina después de almorzar.

—¿Se lo darás?

—Se lo dejaré con Victoria —comunico.

—¿El otro vejestorio...?

—Que seas joven no quiere decir que las demás personas sean vejestorios —expongo. —. Y si, lo dejaré con su secretaria.

Catalina se mantiene en completo silencio después de escuchar mis palabras. Un par de minutos después, mientras pagamos por nuestro almuerzo, vuelve a hablar.

—¿Y si se lo das personalmente? —opina, antes de que yo ría en un tono bajo.

Me causa gracia como piensa las cosas antes de dar su opinión. Agradezco eso de ella.

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora