Caprichoso e impredecible

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C A P R I C H O S O     E    I M P R E D E C I B L E



ERICK:

¡Esto es una completa mierda!

Hasta hace unos momentos—antes de salir de la tienda de relojería—, tenía dos opciones: o descubría quien de ellas fue y la obligaba a devolverme el reloj, o compraba uno nuevo.

Bien, la primera opción queda completamente descartada. Aquel reloj de mierda que ni me agradaba, resultó ser una edición limitada de la marca: Rolex. Fue sacada en el 2004 con solo 500 ejemplares. Para mi puta suerte de mierda, en una relojería como la de mi ciudad no podría encontrar algo así ni en el maldito inodoro del presidente.

—Si desea puede ir a suiza —dijo el vendedor. —. Tal vez aún esté a la venta algún ejemplar.

Dejando aquello como una opción, tendría que ahorrar mi sueldo actual por dos años para poder costear algo así.

¿Qué mierda hacia el padre de Daniela con algo tan fino?

Está claro que comprar uno ya no es una opción, y sabiendo que tan valioso es, puede ser que una de esas... Mujeres, ya lo haya vendido. Maia o Maite... A menos de que todo sea un engaño para ganar tiempo, Margaret ya queda descartada de todo esto.

Carajo, no tengo tiempo ni cabeza para estar jugando al detective con estas niñas. Tampoco me siento con la capacidad suficiente de seguir dependiendo de ese maldito objeto para volver a ver a Daniela, es como si estuviera alargando lo inevitable, lo que ya no puede volver a ser...

¿Por qué carajos tuvo que suceder todo esto?

Llego a mi departamento a las 3 de la tarde, con mi ropa húmeda y con un frio de mierda. Desvisto mi ropa de inmediato y me adentro a la ducha para, por si cuento aún con tiempo, evitar un resfriado. El agua caliente abre mis poros y el vapor nubla todo el cristal. Paso mis dedos por mi cabello y lo sacudo.

2 malditos años de mi sueldo... Teniendo en cuenta el precio de aquel entonces, si existe alguno a la venta ahora, esa mierda debe estar completamente por fuera de mi alcance. Ya puedo entender el por qué la madre de Daniela desea recuperarlo con tanta prisa... Carajo.

Salgo de la ducha con la toalla sujetada en mi cadera. Me adentro en mi habitación y busco una sudadera. Teniendo todo a consideración, aún no he terminado de pagar el closet, la estufa, la mesa, la cama, la jodida nevera y la maldita lavadora. Me tomaría mucho tiempo poder, aunque sea, mandar a hacer una jodida replica.

Termino de vestirme y salgo a la sala, me siento sobre la silla en frente de la mesa y enciendo la computadora. Con un par de mensajes en mis redes sociales, me dirijo a la plataforma de la universidad. Solo la mitad de los estudiantes del jueves han entregado el trabajo. Aplazo la hora de entrega hasta hoy a las 12 a.m. y dejo un mensaje. Salgo de la plataforma, me aseguro de que la cámara no esté funcionando e ingreso en el modo incognito del navegador.

Si, carajo. Necesito masturbarme.

Aunque no sea una excusa, necesito desatar todo el maldito estrés acumulado y evitar un cáncer del carajo en los testículos. Permanezco un par de minutos buscando el video perfecto, y al encontrarlo, llevo la mano derecha a mi pantalón. Empiezo a estimularme con calma, y al tenerlo bien erecto, me bajo el pantalón. Bajo un poco la intensidad del volumen y subo el brillo. Comienzo a halarlo de arriba hacia abajo suave, después fuerte y rápido. Se podría decir que el estrés hubiese sido desatado, sino se hubiera apagado la jodida computadora, dejándome a la vista el reflejo de mi cara de mierda decepcionada. Con rabia, vuelvo a subir mi pantalón y camino hasta la despensa de la cocina, encima de ella, está un paquete de cigarrillos, lo tomo junto al encendedor, guardo los objetos en mi sudadera y camino hacia el balcón con el pene ya flácido.

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora