Distancia

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9:

D I S T A N C I A

ERICK:

Me cogí a una de las hijas de mi jefe...

No creo que ese tipo de información sirva para mi próximo curriculum. Ayer por la tarde almorcé con Marco... Se siente demasiado extraño llamarlo por ese nombre.

Bien, es una mierda. Lo que deseo decirles es que ese hombre ama más a sus hijas de lo que podría haber imaginado. Con solo decirles que tiene el nombre de cada una tatuado en su pantorrilla ya debería darles una idea. No dejó de hablar acerca de que tan rápido crecieron, y de la costumbre que suele llevarse en su cumpleaños, en la que sus hijas lo llevan a un restaurante, después al teatro y por último comparten toda la noche viendo películas infantiles.

Bien, eso suena como algo "amoroso".

Sin embargo, si es de esa manera, ¿Por qué Maia se encontraba ayer en su departamento? Su jodida cara es idéntica a las otras dos como para decir que es adoptada.

Como sea, estaba demasiado preocupado el día de ayer por lo que ocurriría el sábado, que no tuve cabeza para pensar en otra cosa que no fuese el reloj de mierda.

Lo que nos lleva a justo ahora. Hace un clima del carajo y no traje conmigo un paraguas. Las instalaciones de la universidad están cerradas y no logro ver al portero dentro. En palabras más sencillas, estoy sentado sobre el maldito muro de las fuentes esperando que las tres hermanas lleguen. Lo que no ha pasado en 20 minutos.

Claro está que, es entendible que no se acerquen por el maldito clima. Sin embargo, debido a quien es su padre, es de suponer que, el dinero no les hace falta, no como para no tener un maldito auto de segunda mano.

La lluvia continúa cayendo y el tiempo pasando. Las gotas de agua no dan señal de terminar pronto su misión, y mi cuerpo, ya empezó a sentir el frio del clima. Llevo mis manos a mis bolsillos, pero me doy cuenta que ya es demasiado tarde. Aparto el cabello húmedo de mi visión y giro hacia la derecha, en dirección hacia la calle. No hay ningún auto estacionado, ni siquiera transitando, pero si hay una persona con un paraguas en el sendero peatonal.

Después de casi media hora, al fin hay señales de vida por parte de alguien.

Para mi suerte, o desgracia, se trata de Maia. Nuestro contacto visual permanece inmóvil por unos segundos. Ella, probablemente, preguntándose qué hago en este lugar, y yo preguntándome el por qué no viene con sus hermanas. Mi cabello nubla de nuevo mi vista y yo lo aparto hacia atrás. Maia cambia la expresión en su rostro y empieza a caminar hacia mi posición.

No lleva su cabello sujetado con una cola de cabello, en cambio, lo tiene suelto, dejándolo caer por el frente de sus hombros. Va vistiendo lo que ya parece característica principal de ella: un suéter de lana, y, aunque sea irrelevante mencionarlo, la bufanda color celeste combina bien con su piel desmaquillada.

Al estar a un par de metros de mí, abre su boca.

—¿Es usted tonto?

Alza la cubierta de su paraguas, solo para permitirme observar la expresión que sus ojos intentan trasmitirme.

Desvío mi vista hacia la portería y respondo.

—¿Tus hermanas?

—¿Por qué pregunta por ellas?

—Se supone que ya deberían haber llegado —vuelvo a observarla, al no notar al portero. —. ¿Qué jodida hora es?

—¿Para esto me escribió Margot? —parece desconcertada. —. ¿Qué piensan hacer?

Porque esta es mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora