16. Error de cálculo.

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Gemí cuando Kurt atrapó mi labio inferior entre sus dientes.

Entrelacé mis dedos en su pelo, y jalé; él soltó un gruñido, ronco y gutural, que me hizo trizas por dentro.

Sus labios se volvieron agresivos. Su lengua invadía mi boca con destreza. Sus manos se apoderaron de mi trasero y presionó sus caderas contra las mías. 

Audrey... –su voz, áspera, destilaba tanto deseo que resultaba abrumador. Apretó su agarre y gemí al sentir la dureza de...

Un sonido molesto y ruidoso invadió repentinamente el panorama.

Abrí mis ojos de inmediato, sentándome de golpe. Con la respiración acelerada, apagué mi reloj despertador. 

La mortificación me invadió.

– No otra vez... –me tapé la cara con las manos.

Ya iban tres noches consecutivas que soñaba cosas pecaminosas con cierto alguien

Después le veía en persona, y todo se volvía incómodo porque no podía dejar de repetir el sueño en mi cabeza. Sobre todo cuando le tenía cerca. O cuando me tocaba en los entrenamientos. 

– ¡Audrey, el desayuno está listo!

Dejé caer las manos y suspiré.

– Solo fue un sueño. –murmuré, saliendo de la cama– Supéralo. No eres ni la primera ni la última persona en tener sueños eróticos con Kurt Dötzell, eso seguro.

– Ew.

Grité y me llevé la mano al corazón.

– ¡Terrence!

Alzó las manos en el aire.

– Disculpa, yo soy la víctima en esta situación. ¿Crees que quería escuchar eso? –entró en mi cuarto sin pedir permiso y se fue directo a mi clóset– Pensé que estabas molesta con él, de todos modos... Oh, y si la ira es tu fetiche, de verdad que no quiero saberlo. 

– No estoy molesta con... ¿Qué demonios haces?

Después de rebuscar entre mi ropa, sacó una camiseta gris. La reconocí. Solíamos pelearnos por ella porque quedaba bien con todo pero ahora éramos civilizados al respecto. Uno creería que si fuera a pelearme con uno de mis hermanos por ropa, sería con Denisse. 

– Solo vete –señalé la puerta.

– No tardes. Siempre salimos antes para recoger a Jagger.

Era miércoles.

Mi primer día de regreso al instituto.

Después de que los Mc'Kein me hubieran visto sana y en perfecto estado, las opciones se reducían a dos: o regresaba al instituto pronto, o me daba de baja por completo.

Yo había votado por la segunda opción.

Todos los demás habían votado por la primera (incluyendo a Jagger, aunque no sé qué pintaba él en esa reunión familiar). Que dejara el instituto llamaría la atención; y eso era justo lo último que necesitábamos.

Según Kurt, si bien mi mutación había ocurrido recientemente, había demostrado ser una portadora inusualmente estable. Además, siempre que él se mantuviera cerca de mí, no había nada de qué preocuparse. Si llegaba a perder el control, él podía ayudarme. 

Así que mi destino había sido sellado, y ahora me estaba vistiendo a las siete y media de la mañana.

Las reglas eran largas, extensas y estrictas, por supuesto. Para empezar, evitar cualquier forma de contacto humano. No tocar a nadie, no dejar que nadie me tocara (exceptuando a Kurt, el único que no terminaría con quemaduras de tercer grado por accidente). 

Evolution ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora