– Te quiero en casa antes de las ocho.
Taye miró a su padre con el ceño fruncido.
– Papá, te dije que había quedado para ver una película con Willa, en su casa.
– Estoy seguro de que la película puede acabar antes de las ocho, Tayenara. –los ojos negros de su padre reflejaban el mismo tono de sus palabras: comprensivas, pero implacables– Sabes que no me gusta que estés fuera por la noche.
– ¡Papá! Hoy es viernes, llevo todas las tareas al día y no tengo ningún examen cerca. ¿Por qué no puedo regresar sobre las nueve?
– No voy a discutir sobre esto. En casa antes de las ocho, y punto.
Tayenara soltó un audible resoplido, levantando con ello el mechón de cabello liso y oscuro que caía por su cara. Cerró con fuerza la puerta del viejo Chevy. No la fuerza suficiente como para romper romper las ventanas del impacto, pero sí para dejar clara su frustración. Sabía que eso molestaría a su padre, que lo consideraría una grosería, y parte de ella se arrepintió al instante; pero no volteó, no se giró para disculparse. Se alejó del coche con paso enojado y se adentró al edificio del instituto St. Tropez.
No debería sorprenderse. Las normas estrictas de su padre no eran nada nuevo, debería estar ya acostumbrada, y consciente de que su enojo no cambiaría nada. De vez en cuando intentaba ser comprensiva: no solo era su única hija, era su único familiar vivo. Pero eso no hacía de su sobreprotección algo menos irritante. Sobre todo cuando vivían en un lugar tan aburridamente pacífico como Vincent's Town, y lo más atrevido que sucedería esta noche en casa de Willa sería, quizá, hacer llamadas de teléfono aleatorias para gastarle bromas a quien contestara.
O a lo mejor jugar un poco con su mutación.
Pero eso solo lo hacían de vez en cuando. La verdad es que no había mucho que pudiera hacer con su gen gamma que resultara solo divertido y no destructivo. Se lo cambiaría sin pensarlo dos veces por el de Jagger, o el de Kurt. Sobre todo el de Kurt. Debía de ser la hostia controlar ondas.
Y como si le hubiera invocado, se lo encontró en mitad del pasillo.
Levantó la mano para saludarlo, pero él ni siquiera se dio cuenta. Taye disminuyó su paso y le observó, confundida. Parecía... extraño. Llevaba el pelo despeinado, la camisa arrugada, y un profundo surco entre las cejas. Caminaba directo hacia la salida del instituto, con prisa y con los ojos clavados en el suelo, ensimismado.
Casi se cuestionó que fuera realmente Kurt Dötzell. El Kurt que conocía nunca reflejaba ninguna emoción en la cara, siempre tenía un aspecto intachable, y jamás habría pasado de largo sin reconocer a la otra persona en el pasillo.
Apretó los labios y se encogió de hombros. Ya le preguntaría más tarde a Jagger si se encontraba bien. En teoría, podría preguntárselo a Kurt... pero sabía que no le gustaría. Kurt siempre estaba disponible para todos, listo para ayudarles con cualquier cosa que necesitaran sin más aviso que un mensaje de texto. Pero jamás permitía que fuera recíproco. Nunca dejaba que nadie le conociera lo suficiente como para siquiera saber si necesitaba ayuda en algo. El único que podía considerarse cercano a él era Jagger.
Cuando giró a la vuelta de la esquina, adentrándose en el pasillo contiguo, se encontró con Kat Mc'Kein.
– ¡Ey, Taye! –le saludó la pelirroja cuando pasó por su lado, con una sonrisa radiante iluminando su rostro. Kat siempre lucía feliz y radiante, incluso en la última hora escolar de un viernes tan gris y lluvioso como lo era ese. Resultaba casi irritante que siempre pareciera alegre sin razón aparente. ¿Es que nunca tenía la regla?
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Evolution ©
Teen FictionCOMPLETA. El plan era sencillo: mudarse a Vincent's Town, olvidarse de su ex, y disfrutar en lo posible de su último año de instituto antes de comenzar su verdadera vida en la universidad. Por supuesto, cuando elaboró su plan, Audrey Bouffard no tom...