18. "Me importa, no me importa...".

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– Como cualquier otro impulso de tu cuerpo, tu reacción gamma también es controlada por tu cerebro –la voz de Kurt sonaba distante, pero aún con mis ojos cerrados sabía que estaba detrás de mí–. Por ejemplo, puede que estés cansada. Pero tú decides si te vas a dormir o no. Puede que tengas hambre, pero comer es tu decisión –vale, ahora sonaba como si estuviera justo enfrente de mí–. La reacción natural de tu cuerpo es dejar actuar a la mutación para protegerte. Pero tienes el control. Solo tienes que aprender a tomarlo.

Reinó un completo silencio durante los siguientes segundos, lo que comenzó a ponerme nerviosa. No por el silencio, sino porque tenía un pañuelo negro cubriéndome los ojos y no tenía ni idea de en donde se encontraba Kurt. Él estaba absorbiendo las ondas sonoras que producían sus propios pasos, para que lo único que pudiera escuchar de él, fuera su voz. De esa manera, cuando me tocara para estimular mi gen, sería una completa sorpresa.

Un dedo tocó mi mejilla de repente, y no solo fallé miserablemente en intentar no asustarme (ahogué un gritito), sino que tampoco logré controlar el gen. Mi cuerpo soltó una gran descarga de electricidad que se disparó hasta arriba, y sentí el familiar cosquilleo. 

Escuché a Kurt sisear y me quité el pañuelo al instante.

– ¿Estás bien? –me lo encontré de espaldas, y creo que examinaba su mano– Oh Dios mío, te quemé, ¿no es así?

– No es nada –dejó caer su mano y se giró, impasible–. Otra vez.

Suspiré.

– Kurt...

– Audrey –dijo mi nombre como una advertencia.

– Ya sé, ya sé, que solo han pasado dos semanas –aunque se sentía como dos meses–. Pero, ¿estás seguro de que este es el mejor método? Todo lo que hago es lastimarte una y otra...

– ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No me lastimas.

– No. Te. Creo. 

– Cierra los ojos.

– Kurt –gruñí.

– Audrey –esta vez pronunció mi nombre con paciencia, pero sin ceder. 

Apreté los labios. Podía ponerme a discutir con él por los siguientes diez minutos, pero ya sabía cómo iba a terminar eso. Él se mantendría firme, y yo terminaría por cansarme. 

Así que me ahorré el cansancio y cerré los ojos, pero me aseguré de soltar un suspiro sonoro para dejar en claro mi desacuerdo. 

Esta vez, Kurt no hizo ningún intento por ocultar su paradero, ni se tomó el tiempo para despistarme. Lo escuché todo muy claro. Tomó los tres pasos que nos separaban, y se detuvo frente a mí.

Puso su mano en mi cintura.

No su dedo. Su mano. Y no fue un toque cualquiera. Fue un agarre. 

Hizo algo. Algo con su mutación. Pero no se sintió como lo de siempre, como lo que hacía para estimular mi reacción. Fue... ligeramente diferente. 

Primero sentí un cosquilleo agradable que residió en el lugar donde me tocaba. Pero después... se sintió como un pinchazo. Como si hubiera estirado una liga y la hubiera soltado contra mi piel. La sensación se extendió por el resto de mi cuerpo, y me puso la piel de gallina. Dios. Era... extrañamente placentero. Como pequeños aguijonazos. Se me escapó un jadeo, y me di cuenta con horror... 

Estaba excitada

– ¿Te estoy lastimando, Audrey? 

Negué con la cabeza sin abrir los ojos, casi temerosa de encontrarme con su mirada. 

Evolution ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora