(Reminder de que podéis encontrar contenido extra de Evolution en instagram: @Ginny.O.C)
No era primera vez que me despertaba en el dormitorio de Kurt; pero sí que era la primera vez que entraba en el baño del loft. Y quedé impresionada, francamente.
Supongo que, por el tamaño general de la pequeña casa, me esperaba algo más reducido; pero era casi más grande que su propia habitación. Y era negro. Del suelo al techo, todo negro, lo que daba un aspecto lujoso y caro. A excepción de la mesa del lavabo, que era de madera oscura, y a pesar de ser tan larga que abarcaba de una esquina de la pared a la otra, lo único que tenía era el lavamanos. Un muro seccionaba la totalidad del cuarto, separando la ducha sin puertas del resto del baño. Todo estaba pulcro y ordenado.
Dejé mi bolso en la encimera de madera y me observé con meticulosidad en el enorme espejo. Mis ojos, tal como había predicho, estaban rojos e hinchados; mis labios también, consecuencia de mi costumbre de morderlos al llorar para contener sollozos. No tenía ojeras, por lo menos. Pero mi desastroso pelo lo compensaba. La última vez que me había visto así fue el día después de haber mutado a gamma.
Me desvestí y entré en la ducha.
Síp, este era un baño de ricos. Tenía un cabezal de ducha enorme y moderno incrustado en el techo, y el agua caliente caía como si fuera lluvia. Estuve allí unos buenos quince minutos, y juro que escuché a mis doloridos músculos corear gracias.
Al salir, cogí una de las varias toallas blancas dispuestas al otro extremo del área de la ducha, en un estante metido en la pared, y me envolví con ella. Me desenredé el pelo, me cepillé los dientes, y me vestí. Me puse calcetines, pero no zapatos.
Cuando salí del baño, olía a café recién hecho y a comida. Mi estómago gruñó, y algo hizo click, como si mi cuerpo hubiera recordado de repente que estaba muerta de hambre. Bajé las escaleras y me encontré a Kurt de espaldas en la cocina, removiendo algo en una sartén mientras leía con atención un pequeño cuaderno apoyado contra la pared de la encimera.
Me acerqué en silencio. El cuaderno parecía viejo, con páginas que habían sido pasadas más de una vez: bordes medio desgastados y manchas en varios lugares. Fue la letra lo que llamó mi atención. O, más bien, el idioma.
Entorné los ojos intentando leerlo.
– ¿Neerlandés? –adiviné. Kurt se paralizó momentáneamente al escuchar mi voz, reparando en mi presencia. Se me formó una pequeña sonrisa involuntaria al notar que, por primera vez, había sido yo quien le había sorprendido a él y no viceversa.
– Era de mi madre –explicó, volteando para dirigirme una mirada. Señaló con el mentón la encimera, donde me esperaba un vaso de agua y una tableta de pastillas de Ibuprofeno.
Gracias a Dios.
«Al inalcanzable.»
Amén.
Mientras tomaba la pastilla, recordé que Kurt me había mencionado en Gogo's que su madre era de Ámsterdam.
– ¿Cuál es tu primer idioma? –inquirí son curiosidad. Siempre había pensado que era o el inglés, o el alemán.
– No estoy seguro de tener un orden específico –contestó, vertiendo gran cantidad de vegetales picados en la sartén–. Mi madre me hablaba en neerlandés. Mi padre, en alemán. Pero en público, ambos me hablaban en inglés. Crecí con los tres idiomas en la cabeza. –me miró– Acércate, Audrey.
Los nervios aparecieron de manera instantánea.
Dejé el vaso de agua en la mesa de la barra y me acerqué, vacilando un poco más con cada paso que acortaba mi distancia con él.
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Evolution ©
Teen FictionCOMPLETA. El plan era sencillo: mudarse a Vincent's Town, olvidarse de su ex, y disfrutar en lo posible de su último año de instituto antes de comenzar su verdadera vida en la universidad. Por supuesto, cuando elaboró su plan, Audrey Bouffard no tom...