Capitulo 6

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— Levántate. — y así lo hice — mírame. Esta será tu correa, cada puerta y salón tiene una argolla en donde deberás ponerla cuando yo te lo indique. Cuando yo te pida que me esperes en dicho salón, será de rodillas con la correa en la boca, espalda recta, y manos estiradas hacia enfrente con las palmas hacia arriba y una sonrisa — me miraba lujuriosamente, como si se lo estuviera imaginando — o yendo hacia mi, si así te lo pido, con la correa en la boca.

Vi como la amarró a mi collar. Me sentía humillada. Me pidió que me arrodillara de nuevo y bajara la vista.

— Camina — jaló la correa mientras ella caminaba y yo intentaba hacer lo mismo, pero estaba arrodillada.

— En cuatro patas, zorra. — Espetó con asco a lo que yo temblando obedecí y empecé a caminar junto con ella. Llegamos hasta su habitación, nos introdujimos y me ordenó subir a la cama. Así lo hice. Ella se acostó frente a mi abriendo sus piernas para darme una vista de su concha bien mojada y depilada.

— Chupa. — con temblor en mi voz tenía que decirle la verdad aunque esta ya la supiera.

— Ama...— no me dejó terminar.

— Chupa maldita puta. — tiró de mi correa hacia delante a lo que yo solamente pude obedecer. Nunca le había lamido el coño a otra chica. Era algo nuevo para mi y no sabía cómo hacerlo.

Con miedo, empecé a lamer cada labio de su vagina, sus fluidos inundaban mi boca, empecé a escuchar como ella empezaba a soltar pequeños gemidos de placer.

No sabía que hacer así que solo hice círculos. Ella seguía gimiendo, cuando de repente sentí como sus dos manos tomaron mi cabeza sumergiéndola entera en su coño. Yo no dejaba de lamer y chupar todo hasta que sentí como sus fluidos abarcaban mi rostro entero. Se había corrido.

— Bien hecho putita, bien hecho — jadeaba mientras intentaba mantener su respiración — Cuando te pregunte "¿quien eres?" Deberás contestarme eso, ¿entendido?

— Si ama. — me quise limpiar mi rostro cuando sentí un manazo.

— No te he dado permiso de limpiarte. ¿Debo recordarte que no puedes si quiera rascarte sin pedir permiso, zorra?

— No ama, lo lamento — dije para ella — ama, ¿puedo limpiarme?

— No. — respondió secamente.

Me quede sentada de rodillas en la cama mientras veía como la seño... mi ama, descansaba un rato. De pronto volvió a pararse y frente a mi se quitó lo único que traía puesto. Quedando desnuda a mis ojos.

— Acuéstate boca arriba en la cama con las piernas abiertas. — obedecí mientras sentía cómo la vergüenza inundaba mi cuerpo. Estar así era estar expuesta ante ella.

— Una buena concha debe estar depilada para una mejor satisfacción — sentí sus manos en mis muslos y no podía dejar de estremecerme a su tacto.

De pronto sentí como algo pequeño y caliente recorría mi vagina de lado a lado y de arriba abajo, por mis labios y mi clitoris. Empecé a sentir como mi coño se mojaba cada vez más, se sentía jodidamente bien. Su lengua jugaba y revoloteaba en cada zona de ella, cada mordisco que me hacía arquear la espalda.

Empecé a sentir un calor inmenso que iba descendiendo por todo mi cuerpo hasta llegar a mi coño, pero de pronto ella se detuvo.

Agitadamente voltee a verla y me sonreía con malicia.

— No has pedido permiso para venirte, zorra. — me miraba. Demonios, se sentía tan bien.

— Ama, ¿puedo... puedo venirme? — la vi por unos momentos y después baje la vista por vergüenza.

— No. No puedes venirte. Y si lo haces, tú castigo será ejemplar, tanto que no podrás ir al baño en días. — respondió duramente.

Me asusté en ese momento. ¿Ejemplar? ¿Que era eso? De pronto sentí su lengua por todo mi coño nuevamente, esta ves con rápidos movimientos que me obligaban a gemir. Esto se sentía tan bien, volví a sentir calor y sabía que es lo que venía. Trate de pensar en otra cosa, pero me era imposible. Levanté un poco mis piernas para hacer fuerza y evitar que me viniera.

Y lo logré , por ratos sentía placer y cuando estaba a punto de venirme, levantaba mis piernas para evitarlo, inclusive apretaba mis pezones que ya estaban duros, con el dolor que sentía me era imposible correrme. Repetí el proceso unas cuatro veces hasta que se detuvo.

— Bien hecho, zorra, al final si pudiste acatar mi orden. — se levantó y se subió a su cama quedando ahorcadas sobre mi. Podía sentir su concha humeda sobre mi estómago desnudo — ¿Quién eres?

Sabía que debía responder, pero me daba pena. Con sus dos manos tomó mis pezones apretándolos, torciéndolos y tirando de ellos hacia delante con sus dedos pulgares e índices.

— ¿Quien eres? — repitió pausado.

— Soy una putita — respondí entre pequeños gritos de dolor.

— Eres mi putita personal. De nuevo, ¿Quien eres?

— Soy su putita personal ama. — dije en cuanto pude queriendo cesar el dolor en mis tetas.

Y lo logré, me soltó. Esta vez me volvió a hablar y me dijo que cuando me pregunte ella, para qué estoy aquí, deberé responder, "estoy aquí para satisfacer los deseos de mi ama, complacerla, hacerla feliz y hacerla sentir orgullosa de mi".

Mi ama bajo su rostro al mío y me dio un vasto beso para decir lo siguiente — espérame en la puerta. Ya sabes cómo.

Baje de la cama y en cuatro camine hasta la puerta para sentarme como era debido, espalda recta, Correa en mi boca con una sonrisa y mis manos hacia delante.

— Pon la correa en la argolla — dijo observándome. Tomé la correa en mis manos para ponerla sobre la argolla, pero si grito me asustó — ¡No, no, no! Con tu boca ponla sobre la argolla, recuerda que eres una perra, mi perra.

Y así lo hice, regresé a mi postura inicial y me quedé así. Vi como se acomodó para dormir, desnuda. Pasaba el tiempo y yo ya no sostenía mis brazos, me dolían y tenía mucho sueño. Me alcé un poco para mirar el reloj en la mesita de noche que estaba a lado de mi ama y vi que eran las 3 de la mañana.

Yo tenía mucho sueño y ella ya estaba dormida, creo que me puedo dormir, ¿no? Pero si me muevo puede que me abofetee de nuevo y no quiero eso. Piensa Anna, piensa.

Estuve debatiéndome un rato más hasta que el sueño me venció y me hice bolita en el suelo. Durmiendo como si mi vida dependiera de eso.

Anna Brown. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora