Capitulo 10

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— Perra, ven aquí. — estaba terminando de comer cuando escuché su voz. Me acerqué hasta ella quien seguía en la mesa.

— Si ama.

— Ponte en cuatro. — todavía no había terminado de comer. Pero obedecí antes de tener un escarmiento.

Me puse en cuatro y sentí su peso sobre mi. Me había montado como si fuera un caballo. Dividió el pelo de mi coleta en dos tomándola en ambas manos.

— Camina. — podía sentir su coño en mi espalda. ¡No traía tanga!

— ¿Hacía donde ama? — pregunté.

— Por toda la casa perra. — empecé a caminar con ella sobre mi pasando por toda la mansión. Mis rodillas y manos dolían, llevaba un buen rato caminando con ella encima. De vez en cuando me daba nalgadas que ardían como el demonio. Seguía sensible.

— Regresemos a la cocina. — obedecí dando gracias en mi mente por terminar con mi sufrimiento.

— Termina de comer, recoges y limpias todo. Después subes a la habitación de puerta negra. — No, no de nuevo, no quiero.

— S-si ama. — terminé de comer lo más lento posible. No quería ir a la puerta negra.

Eran ya las cuatro de la tarde cuando terminé de limpiar y recoger todo. Me dirigía escaleras arriba temblorosa. Al llegar a la habitación de Mi Ama, entre y tomé mi correa para caminar con ella a la puerta negra y esperarla como es debido.

Al cabo de una media hora la escuché subir por las escaleras. Me vió en mi posición con espalda recta, la correa en la argolla y mis brazos hacia delante. Hizo una sonrisa y me acarició la cabeza.

— Muy bien pequeña zorra, estás aprendiendo — sonrió hacia mi mientras entrábamos a la habitación. — después de todo los castigos no son en vano.

— No Mi Ama. Seré una buena esclava. — dije hacia ella.

— Claro que si putita, claro que si.

Me posicionó en la alfombra de nuevo, pero me asusté cuando tomó ambos brazos y los esposó junto a la cuerda del techo.

Pero me he portado bien. No entiendo que hice mal, hasta la espere como es debido y con una sonrisa para evitar esto.

— Veo en tu rostro preocupación putita — empezaba a girar la rueda para levantarme — pero vi por las cámaras cuando caminaste dos veces sin mi permiso, bebiste de un vaso normal y te retiraste el collar sin permiso. No se me olvidaba, esperaba el momento para atacar.

Yo ya estaba colgando del techo, había empezado a llorar de solo imaginarme los azotes, si eran los que creía serían cuatro azotes más, me estaba acercando al número del "castigo ejemplar" y no quería descubrir cuál era si esto era más que doloroso.

— Ama, ama lo lamento mucho, de verdad — decía llorando — le prometo que no volverá a suceder. Se lo prometo.

— Claro que no volverá a suceder — dijo tomando la vara en sus manos — de eso me encargo yo — vi que entró al baño que había en esa habitación y escuché como llenaba la tina.

A los minutos escuché que cerró la llave de la regadera y salió con la vara mojada.

— ¡NO AMA POR FAVOR, POR FAVOR NO! — grité como loca.

— ¿Y aún así tienes el descaro de gritarme? — escuché mientras se acercaba a mi y se posicionaba detrás mío. — Ya sabes la regla.

Apenas terminó la frase, sentí el primer azote con el cual grité de dolor. Estaba segura que me había abierto la carne.

— Ahhh — grité — Once, gracias ama.

Oía cuando la vara se movía, era tan delgada que emitía un sonido.

— Ahhh — lloraba de dolor — Doce, trece y catorce, gracias ama.

Escuché sus pasó alejarse al baño, entró y salió de nuevo con la vara mojada nuevamente.

— Quince — ya no podía más — gracias ama.

— Espero que con este castigo, recuerdes que yo todo lo veo y lo escucho. Eres mi putita, firmaste un contrato y a menos que le quieras pedir 15 millones de Euros a tus padres dándole explicaciones del porqué debes pagarme, te tocará aprender a ser una buena esclava, dispuesta a satisfacer a su ama sin peros. ¿Entendido? — estaba frente a mi acariciando mi nalga.

— Si ama. — dije rendida. Yo había firmado el contrato, yo había aceptado. Solo estaría aquí un mes, ya no quería más dolor. Debía aprender a comportarme para que los siguientes 30 días fueran tranquilos.

Me bajó de donde estaba para ordenarme. Debía limpiar mi rostro con el agua de la bañera y dejar de llorar. Ir con Mi Ama y esperarla en su habitación.

Obedecí. En el baño me revisé mi culo, no cabía duda de que estaba morado. No sangraba pero poco le faltaba para hacerlo. Lave mi rostro y deje de llorar después de media hora. Una vez tranquila me dirigí al cuarto de Mi Ama para esperarla como era debido.

Entre con mi correa y la esperé hasta que llegara. Salió del baño y me vió. Se acercó a mi y me dio un beso con demanda que yo seguí para no tener más problemas. Su lengua se abrió paso a mi boca para inspeccionarla y jugar con la mía. Nos separamos por falta de aire.

— Échate. Descansa. — ¿Aquí? ¿En el piso? Amarrada no iba a poder dormir muy bien.

— Si ama. — era esto o nada. Eran ya las 5 de la tarde. Me recosté en el piso como pude y me hice bolita para dormir. Pronto lo hice, ya que hoy había sido un día bastante largo.

Al cabo de un rato, desperté por un suave movimiento en mi brazo. Lentamente abrí los ojos para ver a Mi Ama parada frente a mi, estaba vestida igual que en la tarde, la diferencia era que se había hecho una coleta alta y traía en su mano un collar diferente al mío. Este era color rojo con una placa enfrente y su argolla para mi correa.

— Sentada. — lentamente me senté como era debido. Aún moría de sueño, estaba bostezando cuando sentí como metieron un dedo a mi boca haciéndome abrir los ojos como plato y dejar de bostezar.

— Te ves tan tierna cuando bostezas pequeña zorra. — me acariciaba mi mejilla con ¿amor? Imposible viniendo de ella. Sentí como retiró mi collar negro de mi cuello y puso el rojo en su lugar aprestándolo un poco más que el anterior. No me impedía respirar al menos.

— Ama, ¿puedo hacerle una pregunta? — dije al aire sin voltear a verla.

— Adelante. — respondió mientras me peinaba de nuevo.

— Ama, ¿que dice la placa de mi collar? — pregunté curiosa.

— Contiene tu primer nombre, edad, dueña y tu razón.

— Ama, ¿cuál es mi razón? — no entendí esa parte.

— La razón por la que estás aquí, conmigo. Tu razón es un trato. Eres mía por un mes y yo no te delataré por la droga que traías.

Que yo no traía ninguna droga maldita sea. ¿Es tan difícil de creer? Alguien me inculpó y gracias al cielo nadie me descubrió. Nadie a excepción de mi ama.

— Lista — se paró a lado mío. — dame tu correa pequeña zorra.

Tomé la correa y se la di. Bajamos a la planta baja y me puso un moño color rojo en mi coleta.

Anna Brown. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora