Capitulo 17

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Al sentir el contacto de su mano en mi rostro me giré bruscamente por el impacto y sentí como me tomó del pelo y me empezó a jalar con ella escaleras arriba.

— Suéltame me estás lastimando. — me quejaba mientras trataba de quitar su mano de mi pelo.

Ella parecía no escuchar y solo seguía subiendo las escaleras mientras yo seguía suplicando que me soltase.

Al llegar a la planta alta me dirigió hasta una habitación que se encontraba a lado de la puerta negra con la que se ingresaba con código numérico.

La puerta era color rojo, presionó los 4 dígitos y ésta se abrió. Yo no podía ver nada ya que venía de espaldas. Una vez se abrió la puerta me soltó del cabello y de un ágil movimiento me levantó del suelo y se posó delante mío tomándome fuertemente de la barbilla con una mano y con la otra me empujó hacia ella para besarme ferozmente mordiendo mi labio hasta sangrarlo.

Empezó a caminar conmigo hacia atrás dando unos 4 pasos hasta que nos separamos. Ni si quiera lo vi venir cuando sentí sus dos manos sobre mis hombros empujándome hacia dentro de la habitación haciendo que cayera de espaldas al frío suelo, viendo cómo cerraba la puerta delante mío.

No veía nada, era totalmente oscura, ni si quiera tenía ventanas ni lámparas al parecer. Me levanté como pude y caminé de frente hasta sentir el metal de la puerta.

— ¿QUE HACES? — grite hacia afuera — déjame salir, no me dejes aquí. — golpeaba la puerta con las palmas de mis manos.

Estuve un buen rato gritando y suplicando  por mi libertad pero era en vano, ella no abriría la puerta y yo me quedaría aquí.

— Por favor... déjame salir. Me portaré bien. — lloraba como magdalena. Era un cuarto frío, muy frío.

Me senté en el suelo pegada a la puerta para comenzar a tocar la pared buscando algún encendedor para luz u otra puerta. Todas las paredes estaban lisas, no había nada, la habitación era grande, pero no había nada.

Resignada, me hice ovillo en la esquina cerca de la puerta esperando alguna señal para poder salir de aquí.

Margaret

Dejar a Anna encerrada es lo mejor que podía hacer por ahora, tenía una junta importante el día de hoy y no podía faltar, se supone que debió ser ayer, pero se pospuso.

Es muy rebelde, ha aprendido un poco, pero no lo suficiente, debe saber el lugar que ocupa.

Llegue a la ciudad y asistí a mi junta, algo aburrida, un socio que quería más ganancias, le aumenté el 1% y quedó satisfecho. Ya era algo.

Estaba en mi oficina ordenando unos papeles cuando me entra una llamada, era de mi tío.

— Hola tío, iba a llamarte hoy, lo juro. — dije sorprendida y despreocupada.

— Si, me imagino — dijo serio — he escuchado eso varias veces.

— ¿cómo está la familia?

— Acostumbrada a tu abandono, se supone que debiste venir a finales del mes pasado y no lo hiciste.

— Si, lo se, he tenido mucho trabajo y al parecer este mes tampoco podré ir. La empresa no espera ni un minuto.

— Lo se, pero esa no es excusa, tú madre y yo siempre encontrábamos un momento para vernos al menos.

— Si, me quedo claro el día que me convertí en huérfana. — dije molesta. Ese día mis padres se iban a reunir con ellos después de sus asuntos de trabajo. Fallecieron.

Se hizo un silencio incómodo en la llamada, no quería molestarlos ni pelear, sabía que no era su culpa, yo estaba molesta por lo de Anna, ya me desquitaría con ella.

— Escucha tío — suspiré cansada — lo lamento, es solo que estoy estresada. ¿Que te parece si voy a visitarlos a mediados del mes? Me encantaría ver a mi tía y a mi primo.

— De acuerdo, pero no nos quedes mal, hoy previne a tu tía de ir a visitarte de sorpresa, sigues en Londres, ¿no?

La sangre se bajó de mi rostro, no podían venir a verme, tenía a Anna y por ningún motivo debían enterarse de mis actividades o sería desterrada del club. Era una regla base.

— No tío, de hecho estoy en Italia, iré a visitarlos pronto, mi casa de Londres está en remodelación por una habitación y sabes que no me gusta que lleguen sin avisar. Yo los visito, pero no vayan a Londres, sabes que me gusta mi privacidad. — dije segura y recta sin ser grosera.

— De acuerdo Maggy, te queremos mucho, aquí te esperamos.

Finalice la llamada con mi tío. Debía dejar a Anna en alguna parte o llevármela, no se. No tenía muchas opciones, sabía que debí haber visitado a mis tíos el mes pasado, pero con la mudanza de Anna a mi casa no me dejó tiempo, debía arreglar todo para ella.

Anna es sumamente bella, tanto por dentro como por fuera. Es tímida, platicadora, honesta, desea libertad y podrá tenerla, a mi manera claro, pero conmigo. Siempre conmigo.

Aunque el hecho de que la desee tanto, no significa que no puedo ser dura con ella, es mi esclava y debe aprender a comportarse como tal.

Seguí arreglando unos asuntos en mi empresa para poder faltar el día lunes, mañana por la mañana daría inicio su primer ejemplar y duraría hasta el día lunes. Debía quedarme con ella hasta entonces.

Así pasaron las horas hasta que se hizo de noche y tuve que volver a casa. Había comprado dentro de una zona súper exclusiva y sin vecinos al rededor para mayor comodidad.

Al entrar, no se escuchaba nada, creo que Anna debió quedarse dormida. Caminé por la cocina para tomar un vaso y llenarlo de agua, siguiendo mi camino escaleras arriba.

Una vez llegué al cuarto donde se encontraba Anna, abrí una pequeña ventana en la puerta para verla.

— Putita, ven aquí. — espere unos segundos, pero no oía nada. Iba a volver a hablar cuando escuché su voz.

— P-por favor, de-déjeme s-sa-lir. — arrastraba las palabras, habían pasado ya 12 horas y no había probado ni un bocado.

— No pequeña puta, esto te lo buscaste tu sola. Tu ejemplar aún no comienza, pero espero que con ello, entiendas tu posición cariño — bebí del vaso mientras ella me miraba desesperada por probarla — las perras como tú deben ser castigadas.

Sonreí mientras ella me veía con los ojos llorosos. Me partía el alma verla así, pero era por su propio bien.

— A-ama, quiero agua, por favor ama. — su voz sonaba desesperada.

Le enseñe el vaso y empecé a tirar el agua mientras ella intentaba tocarla para al menos atrapar un poco, aunque claramente no pudo hacerlo.

— Que pena putita — dije asombrada junto ironía — se acabó.

Deje su ventana abierta para alejarme y empezar a reír mientras Anna seguía gritando como loca pidiendo perdón.

Anna Brown. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora