Capitulo 31

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Narra Anna

Mi Ama se había molestado conmigo, pero no entendía por qué si yo hice lo que me pidió, inclusive retire la mano de aquella extraña de mi teta. Se supone que hoy es mi cumpleaños y la estaba pasando a la perfección.

Veía por la ventana del auto que no íbamos a casa pues este no era el camino, pero si estábamos saliendo de la ciudad. Pasó al rededor de 30 minutos cuando nos detuvimos frente un portón color gris, Mi Ama sonó el timbre y una voz conocida habló a través de ella.

— ¿Si?

— Soy yo.

— Llegas antes, aún no estamos listas.

— Necesito usar tu cuarto negro. — ¿cuarto negro?

— Oh, entiendo, adelante. — el portón se abrió y entramos, era una mansión bastante grande y lujosa, como la de Mi Ama y mi mundo.

Baje del auto con Mi Ama y esta me tomó de la mano a lo que yo me sorprendí, pero su tacto era brusco, sabía que estaba enojada.

Tocamos la puerta y abrió nadie menos que la señorita Collen.

— Adelante, pasa el pasillo que lleva a la cocina y giras a la derecha, caminas como si fueras a la lavandería y verás la puerta — extendió la mano con dos llaves — la grande es de la primera puerta y la chica de la segunda.

— Gracias — tomó las llaves — volvemos en media hora.

— Tomate el tiempo que necesites, aún no baño a Layla porque estamos ocupadas — sonrió hacia Mi Ama. Ni si quiera me había notado, no me veía ni me hacia sí quiera.

Mi Ama me jaló con ella hacia la dirección que la señorita Collen le había dicho. Nos detuvimos en frente de una puerta blanca, Mi Ama la abrió y prendió la luz, era la entrada al sótano, bajamos por las escaleras y nos detuvimos de nuevo en otra puerta, pero esta era negra.

El sótano no era muy grande, tan solo de 1/3 del tamaño de la casa, y la mitad de este estaba detrás de esa puerta. Ya sabía a qué veníamos.

— Ama no, por favor, no se moleste no fue mi culpa. — dije en pánico. Ella solo me ignoró y al abrir la puerta pude ver puras cadenas que colgaban del techo o de la parte alta de las orillas de la pared. Había látigos de diferentes materiales en una pared, así como paletas de cuero y madera, cuerdas y todo tipo de juguetes sexuales.

Asustada quise correr escaleras arriba, pero Mi Ama me tomó de una pierna a media escalera haciendo que cayera, se acercó a mi y me tomó por mi pelo para empezar a jalarme con ella.

— Lo peor que pudiste hacer, maldita puta — me jalo dentro de la habitación para tomar mis manos y amarrarlas al techo del cual caían dos cadenas con broche para muñecas.

Cerró la puerta y se dirigió a mi, me miró por un momento y me dio una fuerte cachetada, yo empecé a llorar.

— ¿Es que no puedes pasar un día sin salir a la calle y llamar la atención? — me miraba enojada, iba a responder me dió otra cachetada en la otra mejilla. Yo solo seguía llorando. — Hoy iba a ser un día especial, lo quería hacer especial para ti, pero siempre tienes que estar de calenturienta con todos.

— Ama, pero yo retiré la mano de mi cuerpo, yo no la provoqué.

— Quitaste la mano porque yo estaba ahí, no porque quisieras, ¿tus tetas necesitan atención? Se las daremos.

Retiró mi ropa interior y la metió en mi boca, levantó el vestido para pasarlo por encima de mi rostro y que mi cuerpo quedara al descubierto, no veía nada y ya no podía hablar. Sentí cómo desabrochó mi brazier y lo pasó por detrás de mi cabeza, como yo seguía amarrada, no podía retirarme nada.

Anna Brown. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora