Capitulo 11

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Tomé la correa y se la di como era debido. Bajamos a la planta baja y me puso un moño color rojo en mi coleta. Observaba cada movimiento de ella. Me estaba tratando muy bien, o yo me estaba comportando como debía, o ella estaba tramando algo.

— Abre tus piernas lo más que puedas y pega tu rostro al suelo con tus manos en tus tobillos con mucho cuidado, no quiero que te quites tu bonito peinado. — me dijo seriamente. Obedecí porque no tenía de otra, no quería volver a ser castigada, pero tampoco follada.

Un frío metal en mi culo me sacó de mis pensamientos. Sentía algo frío y resbaloso introducirse en mi culo. Nunca me habían metido nada ahí. Era Virgen de mi ano..

Aguanté un quejido hasta que sentí como entró completamente. Era pequeño y delgado, de algunos 5 centímetros de largo.

— Sentada. — volví a mi posición inicial y pude ver que algo colgaba de mi, una especie de cola. Lo que le faltaba a la perra que me está convirtiendo.

Vi como tomó dos pequeños broches color rojo con un moño pequeño al final y se acercó a mi. Sentí su lengua en ambos pezones, mamando de ellos hasta ponerlos duros. Una vez listos, enganchó mis dos pezones a los broches adornándolos.

— Te voy a poner una capa color negra, una vez hecho ya no podrás si quiera rascarte sin pedir permiso. ¿De acuerdo? — sostenía la capa en su brazo.

— Si ama, pero tengo una pregunta ama. — dije observando la túnica.

— Adelante pequeña zorra. — me observó.

— Ama, ¿puedo tomar agua?

— ¿Mi putita muere de sed? — sonrió juguetona hacia mi.

— Si ama.

— Si ¿que? — apretó mi mandíbula con su mano bruscamente — cuando quieras algo que sea para satisfacer tus necesidades, ya sea comer, dormir, o ir al baño, deberás decirme "Ama, su putita personal..." y tu necesidad. ¿Entendido?

— S-si ama. — dije tartamudeando. Me soltó y se paró de nuevo.

— Entonces, ¿que querías decirme pequeña zorra? — sus cambios de humor me daban miedo. Empezaba a creer que sufría algún tipo de trastorno. Que va, por supuesto que sufre de uno.

— Ama, su... su pu-putita personal ti-tie-tiene sed. — ¿me podía humillar más?

— De acuerdo, vamos a tu plato. — caminamos a mi plato, ella tomó mi coleta y yo me agaché a tomar agua con mi lengua. Solo faltaba que me dieran comida para perro.

— Gracias ama. — voltee a verla.

— Vaya — respondió con sorpresa en su voz — de nada pequeña zorra.

Caminamos de regreso a la sala de estar y me puso una capa negra que tenía capucha y se amarraba por enfrente. Era lo más cercano a "vestida" que podría estar. Me sentía bien.

Salimos de la mansión y nos dirigimos a su automóvil. Me ordenó subir en el asiento del copiloto y me puso un antifaz en mi rostro. Supongo que para que nadie me viera. Eran ya las 7 de la noche.

Puso en marcha el automóvil y salimos de la mansión. La cosa metálica que traía en mi culo me dolía al presionarla sobre el asiento y ni hablar de los azotes que seguían en mi culo. Era incómodo.

Llegamos a la ciudad y vi como tomó la carretera rumbo al oeste de ella. Manejó por un buen rato, hasta que a lo lejos pude ver otra mansión enorme rodeada igual que la de Mi Ama. Solo que esta estaba con personas dentro. Podía ver algunos diez carros en el estacionamiento.

Entre en pánico, nadie debía reconocerme, ¿que tal y aquí estaban amigos de mis padres? O peor aún, mis propios padres. No entendía nada.

— Tranquila putita — voltee a verla — aquí nadie te va a reconocer. Solo hay mujeres y es totalmente exclusiva la reunión. Créeme que nunca has visto a estas personas.

Me relaje un poco al escucharla. Al menos mi identidad estaba protegida y más gracias a este antifaz que poseía. Estacionó el automóvil donde debía y volteó a verme.

— Está será tu primera reunión. Venimos aquí por dos motivos, o habrá un ejemplar, o es reunión de Amas — ¿Qué? ¿Hay una especie de club en donde todas las locas se reúnen? ¿Para que? ¿Darse ideas de entrenamiento? — nos bajaremos y actuarás correctamente. No me vayas a dejar en vergüenza que te azoto 30 veces con la vara sin piedad incluyendo tus castigos ejemplares — me señalaba con el dedo bastante enojada a lo que yo solo pude tragar duro — Se la mejor putita personal de todas y te recompensaré, ¿de acuerdo?

— Si a-ama.

Me quitó el antifaz, bajó del coche y fue por mi. Baje del coche y gatee hasta la entrada de la mansión tan nerviosa como el primer día de universidad. Mi cola ficticia se movía de un lado a otro a mi caminar. Mi Ama mantenía un porte recto, sonriendo victoriosa.

Al entrar a la mansión pude ver varios mujeres vestidas similares a Mi Ama, cada una con una correa en mano, no era la única perra después de todo. Vi a mi al rededor y ahí estaban todas, una tenía una mordaza de pelota puesta. Otra tenía la espalda llena de cicatrices, supongo que de latigazos, parecían ser recientes ya que ésta aún hipaba del dolor, pero no hacia ningún ruido.

Algunas no venían con nada más que con su correa. Supongo que eran las que tenían más tiempo en esto. Sin embargo todas tenían una placa colgando.

— Pequeña zorra, pon tu capa en la argolla vacía que encuentres y vuelve hacia mi — me miraba fijamente — has un solo movimiento en falso y tus treinta azotes te esperaran al llegar a casa. — susurró en mi oído amenazante.

Obediente gatee con mi correa y capa en mi boca hasta la argolla más cercana y la deposite ahí. Luego voltee mi vista hasta Mi Ama y gatee de nuevo. A medio camino, una voz me interrumpió mi marcha.

— Pst, hey — voltee a mi lado y estaba una chica dos años mayor que yo colgando algo en una argolla. Su placa decía veintidós años — ¿sabes que va a pasar hoy? — susurró hacia mi — No encuentro a Dakota, es su casa y no está por ningún lado, tampoco veo a su ama.

Voltee a ver a Mi Ama y ella me miraba con ojos furiosos. No quería ser azotada de nuevo, así que solo ignoré a la chica y caminé hacia Mi Ama.

Anna Brown. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora