Capitulo 8

4K 161 2
                                    

Seguía sobre la silla, mis tetas dolían y mi rostro igual. Había sido muy salvaje conmigo. Mis lagrimas aún bajaban por mi rostro. Ella seguía sobre mi.

— Te voy a leer el contrato, cada cláusula para que no tengas más dudas. — se paró y empezó a leerlo. En el se estipulaban muchísimas cosas, cosas que nunca mencionó en mi departamento, eran horribles.

De todo, lo que más llamó mi atención era que debía dar gracias por cada azote siguiendo la cuenta en el último número que me había quedado hasta el 20. Una vez se cumplieran los 20 azotes tendría un castigo ejemplar sin derecho a piedad, y se aumentarían 20 días más a mi contrato, si se volvía a repetir el castigo ejemplar, esta vez serían 22 días más, en vez de bajar a 18 como los azotes.

Me llamó la atención que cada azote formaba parte del "castigo ejemplar", pero que dependiendo de la situación que yo misma generé podrían ser entre cinco y siete azotes más.

— ¿Te ha quedado claro? — me miraba fijamente. Aún seguía con mi boca llena así que solo agité mi cabeza para a entender un "si".

— Perfecto. — dejó de lado el contrato y se acercó a mi agachándose para quedar casi a mi altura. Observaba atenta su siguiente movimiento.

Vi como acercó su rostro a mis tetas y empezó a chupar y lamer mis pezones. Hacia círculos con su lengua, lo sentía demasiado ya que seguía sensible por lo de hace rato, pero sin verlo venir, sentí como tomó un pezón con sus dientes y los mordió para jalarlos fuertemente.

Yo ahogaba un grito, sentía sus dientes morder y tallar mis pezones, no solo ellos, sino mis tetas también, las tenía rojas con sus dientes marcados. Tire de mi cabeza hacia atrás gritando y llorando. Sabía que nadie me escuchaba después de todo.

Siguió con lo mismo un rato. Después me desamarro y volví a la misma posición de cuando me azoto. Ya sabía que venía a continuación.

— Cuatro, gracias ama. — dije llorando. Me dió siete azotes, llegando a un total de diez azotes. Llevaba la mitad antes de llegar a un "castigo ejemplar".

Antes de soltarme vi como tomó un frasco y agarró un puño de lo que parecía ser sal, ni si quiera pude negarme cuando sentí un ardor en mi trasero que me hizo moverme y gritar en mi lugar. Ardía horrible. Una vez me bajó se dirigió a mi.

— Baja a hacer el desayuno con las frutas y una malteada de fresa. Háblame cuando esté listo.

— S-si a-ama. — respondí hipando. Gateando me dirigí a la cocina, una vez llegué me dispuse a lavar mis manos y preparar el desayuno. Cuando estuvo listo, subí a hablarle.

— Ama, el desayuno está listo.

— Perfecto, dame tu correa y bajemos. — le di mi correa y bajamos hasta la cocina en donde ya estaba servido el desayuno.

— Oh putita, lo lamento, he olvidado decirte en donde debes comer tu — vi como se dirigió a un cajón y sacó dos platos. Debía ser una broma, una jodida y maldita broma — Eso es — vacío la malteada en uno de los dos platos para perro. Si, para perro maldita sea. Lo mismo hizo con la fruta.

— No te has ganado el derecho para comer con tu ama, así que deberás comer aquí, sin utilizar tus manos. Tomarás agua de la misma forma, como la perra que eres. — sonrió maliciosa hacia mi y antes de irse me dio unos ligeros golpecitos en la cabeza como si fuera una perra de verdad.

Esto era increíble, me sentía humillada, destrozada, pisoteada y sobre todo destruida. ¿Cómo pude caer aquí? No llevaba un día y ya lo sentía como una eternidad. ¿Que diría mi familia si me viera aquí?

Me agaché para coger un pedazo de fruta, pero escuché su voz llamándome.

— ¿Tu castigo no sirvió? — su voz era seria. Mierda, lo había olvidado.

— Si ama, lo lamento — voltee a verla — Ama, ¿puedo desayunar?

— Adelante. — ambas empezamos a comer, recordé que tenía prohibido moverme si quiera, sin antes pedir permiso. Inclusive si quería quitar la comezón de mi cuerpo, debía pedir permiso.

Una vez terminé, quedé sucia de mi boca ya que la malteada era líquida. Voltee a ver a Mi Ama quien estaba en su celular leyendo unos mensajes.

— Ama, he terminado, ¿puedo limpiarme?

— No. — respondió sin si quiera verme.

Me quede ahí mismo, sentada, o al menos en un intento ya que mi trasero aún ardía. Ella seguía comiendo. Una vez terminó volteó a verme y se dirigió hacia mi.

Acercó su boca a la mía y comenzó a lamer toda la malteada que había en mi rostro. Una vez terminó. Me ordenó limpiar la casa entera, ordenar las habitaciones, ir al gimnasio durante 1 hora y media y volver a ella.

Así lo hice, gateando y limpiando todo. Subí y tendí las camas, recogí todo, incluso la vara de cuero con la que me habían azotado.

Baje gateando de nuevo y la vi que estaba en su despacho. Sabía que tenía una empresa que su familia le había heredado, debía estar trabajando en ella.

Si ella está ocupada y yo iré al gimnasio que está al otro extremo de la casa, significa que puedo caminar — pensé — ella no me verá y podré hacer ejercicio sin tanto dolor.

Y así lo hice, me levanté y caminé hasta el gimnasio entre pasillos para descansar de mis rodillas. Una vez en el gimnasio, me dispuse a calentar y utilizar la caminadora, bicicleta y pesas.

Pasó el tiempo y vi que ya era hora de irme, no quería tener que ser azotada de nuevo. Me limpié todo el sudor que escurría por mi cuerpo, y caminé a la salida para dirigirme a la cocina. Aún no llegaba cuando la vi a ella parada frente a mi con los brazos cruzados y una mirada seria. Llevaba puesto una falda de tubo color vino y una blusa blanca de manga larga con el pelo suelto.

Estaba en problemas, y muy serios.

Anna Brown. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora