~ Capítulo 2 ~ Esa shinigami, castigada ~

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El castaño acomodó sus lentes cuando estuvo de pie frente al demonio. 

-Lamento interrumpir su conversación. Soy el encargado de la División de Envío de Shinigamis; me llamo William T. Spears y he venido a recoger a ese shinigami...  Y a mi hija.

______, que no parecía tener ninguna intención de dejarse ver, sólo permaneció detrás del cuerpo de Sebastian, como si este fuera un escudo. William, que seguía parado sobre la cabeza del pelirrojo, abrió el libro que llevaba en sus manos y comenzó a leer en voz alta.

-Enviado Grell Sutcliff-decía-, no cumpliste con el reglamento: en primer lugar, asesinaste a personas que no se encontraban en la lista de difuntos, posees una hoz de shinigami que no cuenta con los permisos de uso, y, finalmente, el revelar el motivo de muerte de los difuntos e información acerca de los asesinos.

-¿LO VES?-exclamó la muchacha, interrumpiendo a su padre y asomando la cabeza para observarlos-. Te dije que rompiste las reglas, idiota.

-Ah, ahí estás-William dio un paso adelante, tomándola del brazo y dejándola a su lado, para luego dirigirse a Sebastian, haciendo una ligera reverencia-. Siento que "esto"  les haya causado tantas molestias.

-Oye, cuando dices "esto" ¿te refieres a mi o a Grell?-inquirió ______, que recibió un pequeño golpe en la cabeza de parte de la guadaña de su padre.

-Esta es mi tarjeta-prosiguió el hombre, entregándole un papelito a Sebastian-. Jamás me imaginé que tendría que inclinarme ante una alimaña como usted. Es una vergüenza para los shinigamis.

-Entonces mantenga bien vigilado a "eso" para que la alimaña no le cause problemas-respondió el pelinegro, con una sonrisa en sus labios.

La chica, que ya no tenía interés por esa conversación, se alejó lentamente de su padre para acercarse a Ciel, que permanecía junto a un cuerpo. Se arrodilló a su lado y posó una de sus manos sobre el hombro del otro niño, que la miró de reojo, apartándola suavemente.

-No necesito compasión-comentó con frialdad, pero ______ sólo le sonrió.

-No es compasión ni lástima, sólo es una muestra de apoyo moral. Se que el idiota de Grell provocó su muerte-dijo, mirando el cadáver de la mujer de vestido rojo, que se encontraba frente a ella.

-______-llamó la voz de su padre, que parecía realmente enfadado.

-Oh, debo irme-murmuró-. Espero volver a verte, Ciel.

Poniéndose de pie con elegancia, se acomodó un poco la falda y su largo abrigo gris, para luego acercarse a William, que comenzó a caminar delante de ella, llevando a rastras a Grell. Sebastian, que los observaba alejarse, arrojó la guadaña del shinigami rojo a la espalda del adulto, aunque el hombre la atrapó sin siquiera mirar.

-La estaban olvidando-comentó, con una expresión inocente, provocando que la niña riera por lo bajo ante esta acción.

-Gracias. Con permiso-Will dejó caer la guadaña sobre el estómago del pelirrojo y comenzó a andar nuevamente.

______ se giró para dedicarles una cálida sonrisa a los otros dos, mientras se despedía con un ademán de la mano. Amo y mayordomo respondieron al saludo, creyendo que, sin lugar a dudas, esa era la shinigami más extraña que habían conocido en esa noche.

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Definitivamente, escapar de esa manera y tomar prestada una guadaña, no fue la mejor idea que la pequeña Spears había tenido en toda su vida. Su padre estaba completamente enfadado, no sólo por lo que ella había hecho, sino porque gracias a Sutcliff, había tenido que cumplir horas extras para arreglar los problemas que este había causado.

Cuando por fin terminó con todo lo que debía hacer, emprendieron camino hacia su hogar, rodeados de un silencio bastante tenso e incómodo. A pesar de que William mantenía su mirada al frente, era capaz de notar cómo el cansancio se apoderaba del cuerpo de su hija a cada minuto que pasaba, ya que avanzaba cada vez más lento entre bostezos y tropezones, así que, dejando de lado todo su enojo durante un momento, la cargó en sus brazos y continuó caminando.

-Lo siento, papá-murmuró ella, mientras recostaba la cabeza sobre su hombro, sintiendo sus párpados cada vez más pesados.

-Hablaremos en casa-contestó él, con seriedad.

Tras responder con un suave "bien" en un tono apenas audible, ______ se permitió cerrar los ojos en lo que quedaba de camino. 

Tenía la impresión de que habían pasado sólo unos cuantos segundos cuando su padre la movió delicadamente por los hombros, consiguiendo despertarla. Miró a su alrededor, un tanto confundida, encontrándose con las paredes y los muebles de su habitación.

-Bien, creo que tenemos una conversación pendiente-comenzó el mayor.

-¿Ahora? Pero quiero dormir. ¿No podemos dejarlo para mañana?-preguntó ella, haciendo un pequeño puchero. Sabía que su padre nunca se resistía a ese tipo de expresiones infantiles que ella solía hacer de manera inconsciente; pero esta vez, él se había preparado mentalmente para afrontar a ese tierno rostro.

-No-respondió con firmeza-. Honestamente, nunca creí que cometerías la estupidez de ir a buscar a Sutcliff, y tampoco pensé que serías capaz de tomar una guadaña del departamento. Dime, ¿qué hubiera pasado si ese asqueroso demonio te lastimaba? Sabes lo que pasa cuando una persona es atravesada por una hoz de shinigami, no necesito recordártelo.

-Lo sé-murmuró ella, evitando los ojos de Will.

-¿Entonces? ¿Por qué te arriesgaste de ese modo? Sabes que Grell es un adulto, puede cuidarse sólo.

-Pues no lo parece. Además... Lo extrañaba, quería jugar con él-confesó-. ¿Qué tal si Sebastian lo hubiera matado? No tendría con quien hablar de temas que no puedo tratar contigo sólo por el simple hecho de que eres mi padre.

William la observaba con la confusión marcada en las facciones de su rostro. ¿Sólo se había arriesgado para jugar otra vez con Grell? Debía quererlo mucho para hacer semejante idiotez, y ¿qué eran esos temas que no podía hablar con él? ¿Por qué los hablaba con el pelirrojo? ¿Por qué no confiárselos a él, su propio padre?

-¿Por qué no? ¿No confías en mi?-preguntó, arqueando una ceja y acomodándose sus lentes.

-¡No es eso!-exclamó ella, con aire ofendido-. Es sólo que... No veo la posibilidad de hablar sobre mis sentimientos contigo. Pero eso no interesa-añadió rápidamente al ver la expresión de horror de su padre ante la posibilidad de que a ella le gustara algún chico-, se suponía que estábamos hablando de la estupidez que cometí.

-Bien, estás castigada por eso-comentó, mientras comenzaba a caminar hacia el escritorio de ______, tomando todas las cosas que ella utilizaba para dibujar-. Me llevaré esto.

-¡¿QUÉ?! ¡No puedes hacerme esto! Sabes que necesito dibujar-reclamó ella, sorprendida.

-Es parte de tu castigo. Quizás de esta manera te des cuenta de que no es bueno tomar decisiones precipitadas sin medir las consecuencias de tus actos. Buenas noches-terminó por decir, besando su frente y saliendo de la habitación, con una gran cantidad de lápices, plumas y hojas en sus manos.

La pequeña shinigami permaneció en su cama, con sus ojos verdes fijos en la puerta, como si hubiera visto un fantasma. Si su padre se estaba arriesgando a soportar su lado revoltoso y efusivo (causado por la abstinencia de dibujo) quería decir que esta vez había cometido un error bastante serio.

La Hija de William T. SpearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora