~ Capítulo 29 ~ Esa shinigami, impactada ~

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Cuando por fin fue capaz de regresar a su habitación, ______ se dejó caer en la cama y cerró los ojos. A pesar de todas las cosas que le daban vueltas por la cabeza en ese momento, fue capaz de conciliar el sueño bastante rápido, pues estaba agotada.

Sin embargo, no había pasado más que una hora cuando se vio forzada a abrir los ojos nuevamente. Alguien golpeaba con bastante insistencia su puerta y eso la puso de mal humor. Se levantó y fue a abrir, encontrándose cara a cara con el demonio.

—Estás buscando que te mate, ¿verdad?—le espetó en un susurro agresivo, pero él simplemente rió con una suavidad que no se esperaba, y eso hizo que se enojara aún más.

La cabeza le dolía y no quería hacer otra cosa más que dormir. Regresó a la cama, se sentó cruzando los brazos sobre su pecho y lo miró fijamente, esperando a que hablara. Sebastian, por su parte, cerró la puerta tras de sí, se acercó a ella y se agachó junto a la cama.

—Necesito pedirte un favor, ______—le dijo, con un tono mucho más relajado que el habitual.

El hecho de que le hubiera hablado sin ningún tipo de formalidad la tomó por sorpresa, y su rostro lo reflejó claramente. Se olvidó por un momento de la irritación que sentía, centrando en él toda su atención. No se sentía capaz de abrir la boca para preguntarle qué era lo que sucedía, así que esperó a que retomara la palabra por su cuenta.

—Dejé ciertas instrucciones a los sirvientes para los siguientes tres días. Necesito que supervises que todo esté en orden con eso—hizo una breve pausa, suspirando como si tener que hacer aquello le molestara—. Lamento tener que darte trabajo, pero realmente no te lo pediría si no fuera absolutamente necesario, ¿comprendes?

—E-Eso creo—tartamudeó la shinigami, cada vez más sorprendida. Sebastian asintió.

—Bien...—Llevó una de sus manos al cabello castaño de la chica, proporcionándole suaves caricias. ______ no pudo evitar sonrojarse y, a pesar de estar en la penumbra de la noche, estaba segura de que él lo había notado—. Por favor, dale una mano a Ciel, ¿si?

—Pero... ¿Vas a irte a algún lado?

La situación era demasiado extraña; Sebastian nunca le había hablado de aquella forma y, sobre todas las cosas, jamás le había pedido algo tan particular. Repentinamente, su corazón dio un vuelco, como cada vez que tenía un mal presentimiento. ¿Es que iba a pasar algo más aquella noche y él ya lo sabía?

Se mordió el labio y sintió sus manos temblar ligeramente. Los nervios se estaban apoderando de su cuerpo, necesitaba respuestas para resolver el misterioso asesinato y así acabar con ese horripilante drama. Las manos del demonio hicieron un recorrido hasta las de ella, apretándolas casi con cariño.

—Tranquila, no hace falta que pongas esa expresión. Todo va a estar bien—le aseguró—. Ahora es momento de volver a dormir, ¿de acuerdo?. No pienses demasiado en todo esto, todo va a salir bien. Después de todo, ¿qué clase de mayordomo de la familia Phantomhive sería si no pudiera garantizarte eso?

La empujó con delicadeza para recostarla, la cubrió con las mantas y se levantó nuevamente. Le regaló una pequeña sonrisa, que a ella le pareció más sincera que cualquiera que había visto en el tiempo que llevaba conociéndolo. Ese demonio no dejaba de sorprenderla nunca.

—Descansa, pequeña shinigami.

Pronto, sintió los párpados pesados y con él como su última imagen de aquella noche lluviosa, se quedó dormida una vez más.

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______ no podía creer lo que sus ojos veían. Su cuerpo temblaba furiosamente y su rostro estaba tan pálido que cualquiera podría pensar que iba a desmayarse de un momento a otro. Bard, que se encontraba cerca de ella, la sujeto de los brazos para prevenir cualquier eventual caída. 

El bullicio que generaban el resto de los invitados y los sirvientes resonaba como un eco en su cabeza y lograban aturdirla. Le había dicho unas horas atrás que todo iba a estar bien, pero le había mentido. 

Tendido a sus pies se encontraba el cuerpo de Sebastian, sobre un charco de sangre roja, brillante y espesa. Sus ojos estaban abiertos de par en par y algo que parecía ser un atizador atravesaba su pecho. ¿En qué momento había sucedido aquello? ¿Cómo es que él, un demonio, había sido asesinado con tanta facilidad? Algo estaba muy mal, pero se sentía tan enferma con aquella imagen que era incapaz de razonar y procesar la información. No podía mantener la mente fría, porque todas sus emociones estaban completamente revolucionadas.

Estaba tan impactada que ni siquiera notó cuando Ciel entró a aquella habitación y descubrió el cuerpo. Ni siquiera notó que los sirvientes trataron de impedir que se acercara a su mayordomo y él los apartó. ______ simplemente permaneció allí, mirando sin ver.

Bard se paró frente a ella después de unos minutos y, aún sosteniéndola por los brazos, la sacudió levemente.

—Señorita—le dijo, con una expresión seria. La castaña parpadeó unas cuantas veces y por fin lo miró a los ojos—. Creo que es mejor que salga de aquí por ahora. No se ve bien.

Miró por sobre el hombro del cocinero, encontrándose otra vez con el cuerpo del demonio. Le tembló el labio y se giró a ver a los demás antes de que pudiera notarlo. 

Ciel estaba un poco más apartado, junto a Finny y Mey-Rin, que lloraban desconsolados. Con un poco de torpeza, caminó hacia ellos y se quedó de pie junto al conde, sin decir una palabra.

El chico la observó unos instantes y la tomó del brazo.

—Estás muy pálida—murmuró.

—Se supone que yo soy la que tiene que preocuparse por ti, no al revés—contestó ella de la misma forma, pues no sentía que la voz pudiera salir en un volumen más alto que ese.

—Mantengamos la cabeza fría, ¿no es eso lo que siempre te dice tu padre? Luego, cuando todo esto se calme un poco, podremos hablar en privado. ¿Te parece?

______ asintió. Ciel tenía razón: nada iba a solucionarse si ellos no eran capaces de pensar como siempre hacían. Si bien el shock que le había provocado la escena todavía seguía presente, ahora le era posible hilar sus propios pensamientos.

Recordó la tranquilidad de Sebastian durante la noche y la forma en que le había hablado. También pensó en el favor que le había pedido, y se prometió hacer todo lo posible para que todo saliera perfecto.

Miró una vez más el cuerpo tendido en el suelo y frunció el ceño, casi como si estuviera enfadada.

—Imbécil—masculló.

A su lado, Ciel asintió.

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¿Adivinen quién volvió después de muuuuucho tiempo? Jeje

Antes que nada, ¡muy feliz año nuevo para quienes todavía lean esta historia! Ojalá me sigan acompañando porque volví recargada de la inspiración que me faltaba.

No tengo mucho para decirles, más que disculparme por otra demora de un puto año 😥 No sé qué me está pasando últimamente con estas irregularidades para actualizar.

Gracias por seguir leyendo! Lo aprecio muchísimo ❤

La Hija de William T. SpearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora