~ Capítulo 31 ~ Esa shinigami, aporta ~

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Arthur examinó el cuerpo con detenimiento, descubriendo dos pequeñas heridas en el cuello de la víctima, como si se trataran de pinchazos o algo similar. Quizás habían utilizado una jeringa para envenenarlo, aunque la shinigami no entendía por qué lo pincharían dos veces y en diferentes lugares, de ser el caso.

─Hm, también podría ser una mordida, pero...─ comento el escritor.

─Una mordida en el cuello... Me recuerda a Carmilla─comentó Irene, la actriz de teatro, con una expresión que oscilaba entre la preocupación y el miedo.

Ciel la miró, pensando que aquello era un tanto ridículo.

─¿Por Carmilla se refiera a "La vampira Carmella" de Le Fanu?

La mujer asintió; la mayoría de los presentes coincidía en que aquello era estúpido. Arthur siguió observando el entorno, tenía que haber algo por allí. Encontró en el piso el reloj que el conde mantenía en su mesita de noche. Estaba roto, y las manecillas marcaban las 02:38. Seguramente el señor Phelps lo había golpeado mientras se retorcía del dolor y había caído.

______ echó un vistazo a la alcoba. Aquel, sin dudas, le parecía el caso más extraño de los tres ocurridos hasta el momento. No presentaba violencia como los otros dos y era capaz de sentir con claridad a la muerte. Su mirada se detuvo por un instante en lo que parecía ser la rejilla de un conducto de ventilación, pero le parecía un poco pequeña para que alguien se metiera ahí.

Momentos más tarde, todos fueron escoltados por Tanaka al salón, para seguir discutiendo el asunto mientras bebían algo. La shinigami se había sentado a la derecha de su amigo, y a su lado estaba Arthur. Todos los datos que habían recolectado hasta el momento, daban vueltas por su cabeza y se ordenaban como si se tratara de un rompecabezas.

─Bien, ordenemos las cosas mientras comemos el postre─dijo Charles Grey. Se comió un pedazo de pastel que el viejo mayordomo había servido, y continuó hablando:─ Primero que todo, está Lord Siemens. Su muerte se produjo entre las diez de la noche y la una de la madrugada, y el único que no tiene una coartada, es el Conde Phantomhive. El siguiente es el mayordomo, aunque su hora de muerte es desconocida. Y luego está el señor Phelps, que murió a las dos con treinta y ocho minutos de la madrugada. ¿Estoy en lo correcto?

─No─intervino ella─, si bien el cuerpo de Sebastian fue el primero en ser encontrado, nos es desconocido si realmente él murió antes que Phelps. Pero debido a la condición de ambos, podemos afirmar que pasaron algunas horas entre sus muertes y nuestros hallazgos.

El escritor asintió, aportando que en estos nuevos casos tanto él como Ciel tenían una coartada, pues se encontraban encadenados a la cama luego del asesinato de Siemens.

─El Señor Conocedor de las Palabras y yo nos fuimos a la cama y nos encadenaron cerca de las dos en punto. Sebastian mencionó que para ese entonces ya había acompañado al Señor Phelps a mi alcoba. Y éste fue asesinado a las 2:38─agregó Ciel.

─Entonces, ¿quién vio al mayordomo por última vez?─inquirió Lau con curiosidad.

______ se quedó pensando un momento. Las probabilidades de que ella hubiera sido la última eran muy altas, ya que estaba segura de haber alcanzado a dormir un poco antes de que golpeara su puerta. Además, recordaba que le había mencionado haber hablado con los sirvientes antes de ir a verla. Suspiró, preparándose mentalmente para las caras que pondrían los demás invitados cuando lo dijera.

─Yo. Yo fui la última en verlo─lo soltó con la mayor tranquilidad que pudo y con la cara más neutra que era capaz de hacer, casi como si estuviera jugando al póquer.

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⏰ Última actualización: Feb 03, 2020 ⏰

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La Hija de William T. SpearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora