~ Capítulo 4 ~ Esa shinigami, pasea~

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William T. Spears tenía serias dudas de cómo había llegado a la situación en la que se encontraba en ese momento: de pie junto a su hija, frente a un lúgubre local que decía en grandes letras "Undertaker".

En poco menos de media hora, debía comenzar a recolectar almas y no podía llevar a ______ con él y tampoco dejarla sin la supervisión de alguien responsable, así que, con un último suspiro de resignación, abrió la puerta y ambos ingresaron al lugar. Tan pronto como lo hicieron, la niña comenzó a mirar fascinada todo lo que se encontraba a su alrededor; la penumbra y los ataúdes de madera, le daban un aspecto tan siniestro que ponían su mente a trabajar a toda velocidad, pensando nuevas ideas para sus dibujos.

-Undertaker, ¿estás aquí?-preguntó Will sin perder su habitual seriedad, mientras buscaba con la mirada a ese desconocido.

Una risita resonó en aquella amplia habitación. ______ sólo se mantuvo quieta, haciendo un gran esfuerzo por no esconderse detrás de su padre. Sin embargo, la valentía que había logrado reunir, desapareció en menos de un segundo, cuando un brazo rodeó sus hombros y otro su cintura. Su primera reacción, fue quedarse estática; la segunda, además de dejar escapar un gritito, fue golpear a quién se encontraba detrás de ella.

Se giró rápidamente para encontrarse con un hombre un poco más alto que su padre, con el cabello largo, de un gris plateado. Sus ojos estaban ocultos por un largo flequillo, y una antigua cicatriz atravesaba su rostro. Vestía con una larga túnica que le cubría las manos, y llevaba un sombrero en la cabeza.

-Jijijijiji-rió aquel hombre, sobándose el estómago-, tu hija es muy ruda, Willy.

-¿Quién eres?-preguntó la pequeña shinigami, con una expresión que oscilaba entre la curiosidad y el miedo, mientras se aferraba al traje de William, con la clara intención de no alejarse de él.

-Todos me llaman Undertaker-comentó, con una sonrisa que ella consideró psicópata-. ¿Qué te trae por aquí, Will?

El castaño suspiró antes de responder. Ahora que había visto la reacción de su hija ante la presencia de aquel hombre, comenzaba a dudar nuevamente que eso fuera una buena idea. 

-Necesito un favor-dijo, como si le costara admitirlo-. Tengo trabajo que hacer y no puedo dejar sola a ______. 

-¿Vas a dejarme con un pervertido?-inquirió ella, mirándolo con horror.

-Jiji, no voy a comerte-dijo Undertaker, sin perder su sonrisa en ningún momento-. Ya conoces mi precio, William.

-Ve afuera hasta que te lo diga y no te atrevas a espiar-ordenó el hombre, señalando la puerta.

______ salió a la calle, donde el frío viento invernal de Londres hizo estremecer su cuerpo. Se apoyó contra la pared, y esperó allí, sumida en un completo silencio, que fue roto segundos después, con una estruendosa carcajada proveniente del destartalado local. Su padre se asomó a la puerta y le indicó que pasara con un ademán de la mano. 

Con algo de desconfianza, la castaña entró nuevamente, para encontrarse con el peliplateado recostado sobre un ataúd, babeando y riendo suavemente. Se volteó para hablar con su padre, pero este ya se había marchado.

<<¿En verdad me dejó con este loco pervertido?>>

Pero resultó que Undertaker era un tipo divertido e inteligente, con el que ______ podía hablar cómodamente sobre muchas cosas diferentes. Así, el tiempo avanzaba entre conversaciones, risas y galletas. Ya entrada la tarde, el hombre anunció que tenía algo de trabajo que hacer, e invitó a la niña a ayudarlo. Ella aceptó gustosa, pero en cuanto reflexionó sobre lo que implicaría echarle una mano a un sepulturero, prefirió salir de allí.

-Undertaker, ¿puedo salir un rato?-inquirió, con voz suplicante al ver que estaba a punto de abrir un cuerpo-. En verdad no quiero sufrir un trauma siendo tan joven-agregó con dramatismo.

-Claro, pero no te pierdas-respondió, tan risueño como siempre-. Aún así, me sorprende saber que siendo lo que eres, no seas capaz de ver esto.

Ignorando ese último comentario, ______ salió por la puerta del local, y comenzó a caminar por las calles de Londres. El clima estaba frío, por lo que decidió abrochar su largo y habitual abrigo gris.

Sus pasos la llevaban a lugares que nunca en su vida había visto, y se sentía fascinada con la arquitectura de los edificios, con las personas que rondaban por allí, y con los pequeños puestos de vendedores ambulantes. Se encontraba tan distraída, que terminó por chocar contra algo que identificó como un cuerpo. El golpe contra el suelo debido al impacto no terminó por llegar nunca, porque alguien había pasado un brazo por su cintura para evitarlo.

-¿Se encuentra bien, señorita Spears?-preguntó una profunda y amable voz.

-¿Eh?-abrió un ojo para encontrarse con la mirada carmesí de aquel mayordomo demonio. Se apartó de él rápidamente, notando como un extraño sentimiento de vergüenza se apoderaba de ella, puesto que el único hombre al que había tenido tan cerca, era su padre-. ¡Oh! ¡Sí, estoy bien! Lamento el golpe.

-No se preocupe-respondió Sebastian, soltando una risita ante la reacción de la niña-. Por cierto, ¿qué hace una joven dama sola por estos lugares?

-Pues... Estaba caminando y de repente llegué a este lugar-explicó, llevándose una mano a la nuca, mientras sonreía con un brillo de diversión en esos extraños ojos verdes que sólo los shinigamis poseían.

-¡Sebastian! ¿Qué estás haciendo?-exclamó otra voz, apareciendo detrás de la castaña.

-Lamento mi retraso, Joven Amo-se disculpó el mayor, con una mano en su pecho-. Tuve un pequeño accidente con esta señorita.

El niño posó su mirada azulina sobre ella, que le regaló una sonrisa cálida. Un poco extrañado y un poco curioso por su presencia, Ciel le devolvió el gesto, curvando casi de manera imperceptible las comisuras de sus labios.

-Ha pasado tiempo desde la última vez que los vi-comentó ______, sin perder su sonrisa-. ¿Qué hacen aquí?-inquirió. El pequeño conde dudó un momento, pero contestó al notar que algo en ella le inspiraba confianza.

-Estamos... Trabajando-murmuró.

-Joven Amo, ¿por qué no deja que la señorita Spears nos acompañe? Parece ser muy observadora, quizás podría ayudarnos. 

-Está bien, supongo-respondió.

De esta manera, los tres emprendieron camino mientras el mayordomo ponía al tanto de la situación a la pequeña shinigami. Así, se enteró de que un grupo de anglo-indios había sido atacado, asaltado y colgados boca abajo en los alrededores de la Coffee House indo-británica, lo que había llamado la atención de la policía, por lo que ahora iban en dirección a los barrios indios de Londres.

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¡HOLIS! ¿Cómo están?

Espero que les esté gustando este intento de novela interesante :3

Muchas gracias por los votos y los comentarios ^^

La Hija de William T. SpearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora