Tras darse una última mirada aprobatoria en el espejo, Maylene acompañó a la shinigami hasta la planta baja, donde se despidió de ella para comenzar con las tareas que le habían sido encomendadas.
Observando a su alrededor, notó que Ciel no había bajado aún, así que supuso que lo haría cuando los invitados ya estuvieran presentes para poder darles una adecuada bienvenida a su mansión. Recordaba que el día anterior, el joven conde le había comentado algo sobre un invitado de honor de la reina, y ella sentía mucha curiosidad por verlo.
Tan ensimismada estaba en sus pensamientos, que no se percató de la presencia del demonio hasta que él mismo se hizo notar aclarándose la garganta. La había estado observando caminar distraídamente en círculos, tal como solía hacer cuando se encerraba en algún rincón de su mente.
Sin embargo, no pudo evitar pensar que se veía particularmente bella en aquella noche lluviosa. La luz de los relámpagos exteriores se filtraba por los impecables cristales de las ventanas y enmarcaban su perfil delicado, sereno y de facciones que ya no eran tan aniñadas. Si lo pensaba un poco, le recordaba a una pequeña criatura pura e inocente atrapada en un mundo de perversidades y maldad.
Había observado también el brillo de sus ojos; no eran llamativos sólo por ese color característico de los shinigamis, sino por la calidez que todo el tiempo emanaban. Sebastian estaba seguro de que podrían seguir brillando aún en la más inmensa oscuridad, y él sería capaz de encontrarla.Aunque, pensándolo bien, él sabía que siempre podría encontrarla.
Se apartó de su mente cuando sus miradas se encontraron por fin.
-¿Llevas mucho tiempo aquí, Sebastian? Porque si habías dicho algo, juro que no pretendía ignorarte-le dijo, en un tono casi de disculpa.
Pero el demonio sonrió levemente, negó algunas veces e hizo una pequeña reverencia.
-Me alegra ver que ya está lista. Se ve muy hermosa, Señorita ______.
Un ligero rubor se extendió por las mejillas de la menor, y se hizo más intenso cuando se percató de ello. Si se lo hubiera dicho su padre o Grell, probablemente no se hubiera sonrojado porque estaba acostumbrada a sus palabras dulces. Pero se lo había dicho otro hombre, mayor que ella -bastante, a decir verdad- y, para completar la lista, uno que era un demonio. Y claramente muy atractivo.
-Gracias-murmuró-. Tu... También te ves bien.
-¿Con mi traje de mayordomo de todos los días? -Sebastian alzó las cejas y dejó escapar una pequeña risita-. Es un comentario muy amable de su parte.
-Lo dices como si ninguna mujer te lo hiciera notar. Seguro le gustas a todas-soltó la castaña, con una expresión divertida en su rostro.
-¿A todas? Eso debe incluirla a usted... ¿Acaso yo le gusto, Señorita?
Sebastian tuvo que contener una carcajada cuando aquel rubor se hizo presente con más furia que antes y ella comenzó a tartamudear aclarando que eso no era lo que trataba de decir. Se conmovió de ternura cuando la vio agachar la cabeza, totalmente enfurruñada, como si se tratara de una pequeña de cinco años a la que no le cumplieron un capricho.
-Sólo fue una pequeña broma-le dijo, atreviéndose posar una mano sobre su cabello. En otra ocasión, la hubiera despeinado un poco, pero Maylene había hecho un buen trabajo con el peinado y no iba a estropearlo.
-Tonto.
______ levantó la mirada para observarlo. Aún sentía el calor en sus mejillas, pero comenzó a desaparecer en cuanto notó que no había rastros de burla en aquel rostro de belleza demoníaca, sino una pequeña y sincera sonrisa. O, al menos, así la percibió ella.
ESTÁS LEYENDO
La Hija de William T. Spears
FanficLa historia de una shinigami que vivirá muchas aventuras~