~ Capítulo 24 ~ Esa shinigami, enfrenta ~

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De haber podido elegir, ______ hubiera preferido mil veces chocarse con un despiadado asesino sanguinario en un oscuro callejón de los barrios bajos, a encontrarse frente a frente con su madre en medio de esa calle del centro londinense, bajo el cálido sol de la tarde.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. La mirada de desprecio cuando la observaba, era exactamente idéntica a las que siempre le daba cuando era más pequeña y tenía que soportar todos aquellos maltratos psicológicos en los momentos de ausencia de su padre.

Comenzaba a sentirse indefensa ante tanta frialdad, y sus manos se cubrieron de una fina capa de sudor que Grell no tardó en notar. Su mente se llenaba de horribles recuerdos y su respiración comenzaba a agitarse.

-¿Nos vamos, cariño? Te compraré un gran helado de chocolate y fresa en el camino- le dijo el hombre, consiguiendo que apartara los ojos de aquella persona y se centrara en él.

Tiró levemente de su mano para continuar caminando, pero sólo dieron unos cuantos pasos cuando la otra les llamó la atención con un desagradable comentario que los hizo detenerse en seco.

-¿Tu padre por fin se cansó de ti y te regaló, mocosa? ¿Cuánto tiempo crees que tardará Sutcliff en hacer lo mismo? No es muy paciente con los niños, por lo que tengo entendido.

El pelirrojo se volteó bruscamente para enfrentarla. Esas palabras crueles le hacían cosquillas a su instinto asesino, como provocándolo a despertar y arrancarle la cabeza allí mismo; pero no era tan imbécil como para armar un alboroto de esa magnitud estando rodeados de humanos paseantes y en presencia de la niña... O al menos eso esperaba.

-Will jamás abandonaría a su hija. Ya quisieras tu tener una familia que te ame, estúpida zorra.

______ lo observó con sorpresa. Nunca antes había escuchado a Grell insultar a una persona cargando sus palabras de un odio tan inmenso.

-¿Yo? ¿Una zorra?- la pelinegra río casi con maldad-. Tu pareces una zorra, shinigami afeminado. Me repugna sólo verte y saber que te gusta revolcarte con hombres aún siendo uno de ellos. Eres desagradable, igual que esa mocosa e igual que su padre.

La menor soltó la mano de Grell de repente. Estaba completamente enfurecida, y podía sentir un odio casi venenoso corriendo por cada parte de su cuerpo a una velocidad de vértigo.

Se acercó a la mujer con un valor que momentos antes no tenía con ella y, sin previo aviso, la tomó por el saco que llevaba encima de su largo vestido, apretando con fuerza los puños.

-Te lo advierto, no voy a permitir que insultes a mi familia. Grell ha sido para mi más madre de lo que tu fuiste en ocho años- los ojos de la castaña brillaban casi con maldad, y sus palabras salían en un helado susurro-. Me da igual llevar tu asquerosa sangre, así que no me importará atravesarte de un lado a otro con la guadaña de mi padre- se tomó un momento para admirar la cara de perplejidad de la adulta, y luego chasqueó la lengua con molestia-. Perra abandonadora.

Había superado todos los límites, y lo supo cuando el pelirrojo tuvo que apartarla con rapidez de su madre para que no le diera una bofetada.

No sabía si era por el enojo que aún conservaba, pero se sentía extrañamente libre después de haber soltado todo eso; como si parte de su pesada carga hubiera desaparicido.

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Aquella noche, mientras la niña estaba en su habitación leyendo un libro que Ciel le había prestado, Grell puso al tanto de lo ocurrido a William, que lo escuchó con atención en todo momento.

-¿Dices que la amenazó y la insultó?-preguntó, recibiendo un asentimiento como respuesta-. No digo que no se lo merezca, pero honestamente me sorprende.

La Hija de William T. SpearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora