Capitulo 1 - Adriana

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Eran las 5 pm y Adriana estaba algo nerviosa.

Ella era una mujer hermosa, de treinta y cuatro años, muy atractiva, de un metro setenta y cinco, con una bonita cabellera castaña clara y larga, algo ondulada, que le llegaba hasta pasados los omóplatos. Tenía los ojos más o menos grandes de un color verdoso poco común. Y físicamente no estaba nada mal, pues muchas tardes para desestresarse salía a correr una hora por las calles o por algún parque cercano. Eso la relajaba mucho.

Adriana tenía una hermana dos años mayor que ella llamada Carla. Era abogada y tenía su propio bufete. Sus padres, los dos médicos, se habían esforzado mucho por darles lo mejor a sus dos hijas, como unos buenos estudios y las herramientas necesarias para que las dos triunfaran en sus respectivos trabajos. Ambas valoraban el esfuerzo de sus padres y para ellas, éstos eran el ejemplo que tenían que seguir si querían llegar tan lejos como habían llegado ellos. Eso sí, los dos trabajaban muchas horas y hacían guardias interminables, por lo que Carla y Adriana crecieron sin cariño y sin poder contar con ellos cuando muchas veces los necesitaron. No todo iba a ser perfecto. Pero aún con todo, las dos hermanas se llevaban muy bien y se apoyaban mutuamente. Eran uña y carne.

Adriana nunca había tenido pareja formal. Sólo rollos cortos, y como mucho líos de un mes. Algún compañero que otro de la facultad quería salir con ella, pero tenía claro cuál era su objetivo en la vida, y en sus planes no entraba enamorarse porque le podría dificultar conseguir lo que se proponía. Para ella, el estar con alguien era una perdida de tiempo. Si tenía problemas los compartía con sus amigas, y si quería desahogarse sexualmente, se acostaba con alguien y al día siguiente si te he visto no me acuerdo. Era así de simple. Y ahora en el trabajo, le pasaba lo mismo que en la facultad. Nada iba a cambiar.

A Adriana le gustaba vestir bien. Era elegante, femenina y muy coqueta. Cuando tenía tiempo le gustaba ojear las revistas de moda para ir a la última. Su sueldo de cirujana le permitía ciertos lujos que se daba de vez en cuando en tiendas caras y de lujo.

Estaba en su casa, intentando relajarse con una copa de vino y un buen libro.

Llovía a cántaros allá afuera y además hacía algo de frío pero ella estaba absorta en sus pensamientos. Al día siguiente empezaría a trabajar en una conocida y reputada clínica privada de la ciudad como cirujana y los comienzos, como a la gran mayoría, la ponía de los nervios. No sabía si se iba a llevar bien con sus nuevos compañeros, aunque un par de sus mejores amigas trabajaban también en la clínica. Bueno, ella en realidad sabía que tenía un carácter complicado. Por eso le costaba empezar de cero en cualquier lugar. No se engañaba.

En está ocasión, estaba segura de que Alba y Laura le echarían una mano en caso de ser necesario. Alba llevaba poco trabajando en la clínica. Laura ya llevaba un año y conocía a un montón de compañeros. Además, muchas veces después del turno de tarde, salían a tomar unas cervezas o unas copas a un garito llamado Luxury, el cual estaba cerca de la clínica y en él se juntaban la gran mayoría del personal más marchoso o solitario de la clínica, según como se mirara. Que sus amigas trabajaran ahí, la relajaba un poco.

Lo que ella no sabía es que su reputación de doctora fría, poco accesible y borde ya era conocida en la clínica. Había más personal sanitario que había trabajado con ella en otras clínicas y hospitales. Eso le acabaría por dificultar el caer bien e integrarse con sus colegas, aunque, a decir verdad, a ella le importaba bien poco hacer amigos. Ella iba a trabajar, a hacer lo que de verdad le gustaba que era ser la heroína de muchas personas y salvarlas como solo ella sabía hacer, porque era de reconocer que era muy buena en su trabajo, tenía un sexto sentido que siempre le ayudaba a dar con el diagnóstico exacto, y, por consiguiente, siempre estaba orgullosa de lo que conseguía y cómo lo conseguía. Era especial y ella lo sabía. Lo que también sabía que, así como triunfaba en lo profesional, en lo personal dejaba mucho que desear. Era muy mala para entablar amistad o conversación con una persona que no conocía de nada. Le costaba horrores ser amable y abrirse con los demás. Sólo lo hacía con las personas indicadas, las cuales eran más bien escasas. Aún con todo, ella se consideraba una mujer feliz. Y esa felicidad se la debía a su profesión.

Empezaba a quedarse dormida en el sofá cuando entró una llamada a su teléfono móvil. Era Alba.

- Adriana, ¿cómo vas? aquí estamos esperándote, petarda, ¡qué ganas de que sea mañana para ver esa preciosa y amargada cara en la clínica!- Le dijo Alba.

-Ja ja ja. No me enfades a estas alturas, Alba, además estoy muy nerviosa. Sólo espero que los demás me dejen hacer mi trabajo y me respeten.

-Bueno Adri, tú tranquila, eres buena en lo tuyo y lo sabes. Tendrás que ganarte ese respeto. En realidad siempre lo consigues, así que tranquila. Pero me alegro de que trabajemos en la misma clínica. Por fin, te he echado de menos y si vamos a compartir más horas juntas, nos va a venir muy bien a las dos. Bueno, Laura también tiene muchas ganas de que empieces. Ah, no te lo he dicho, pero espero que te comportes y sonrías más porque aquí ya han oído hablar de tí, y tienen una opinión que no es muy buena que digamos... te llaman la doctora de hielo, por lo borde que eres. Menos mal que yo te conozco bien y sé que no eres así.

-¡Joder, aún no he pisado la clínica y ya tengo esa fama! pues que dure, porque pienso seguir siendo la misma. No voy a cambiar. Además, no voy a hacer amigos ni nada por el estilo. Por cierto, veré a Javier, tengo ganas la verdad. Me llamó para quedar y va a venir a casa a cenar el viernes.

-¡No fastidies! ¿te lo vas a tirar? jaja, por lo menos ligas, algo es algo. Aunque no me extraña, con lo mona que eres. Javier me pregunta mucho por ti cuando lo veo por la clínica, si te soy sincera. Me alegra que le des una oportunidad, ya pensaba que te ibas a quedar para vestir santos.

-No te pases anda, ya iremos viendo. No quiero ilusionarme, es guapo, inteligente y buen hombre, pero yo necesito más. Ya lo sabes. Por algo tengo treinta y cuatro años y sigo soltera.

-Ya ya, ya sé que no te vale cualquiera y que, para juntarte con uno cualquiera, te quedas sola. Haces bien valorándote. Bueno preciosa, que estaba en la cafetería, voy a seguir trabajando, el deber me llama. Mañana te veo y me avisas cuando podamos vernos o nos tomamos un café en la cafetería. Ya avisaremos a Laura también. Un beso y ¡mucha suerte para mañana!

-Vale, ¡adiós! Mañana te veo.

Adriana se llevaba muy bien con Alba y Laura. Se apoyaban mucho las tres aunque cada una pensara diferente. Habían estudiado juntas pero luego cada una eligió su especialidad. Alba se decantó por ginecología. Laura se unió a ellas en tercero de carrera y luego eligió pediatría. Las tres disfrutaron mucho su época estudiantil porque aunque las tres tenían claro que querían ser unas médicas exitosas, eso no quitaba para que se apuntaran a todas las fiestas que hacían las distintas facultades. No se perdían ni una. Eran jóvenes y querían comerse el mundo. Y mientras Adriana se rodeaba de hombres guapos y algo insípidos, Alba lo hacía con mujeres liberales y de diferentes rangos de edad. Eso le daba igual, mientras le dieran placer y solo buscaran eso. Y Laura era caso a parte, ella salía con sus amigas para no quedarse en casa sola y aburrida. No quería ser una antisocial pero tampoco se sentía igual que Adriana y Alba. Ella tenía otro tipo de mentalidad. Más reservada, clásica y antigua. Laura soñaba con conocer al hombre de su vida, con el que se casaría y tendría hijos. Y mientras tanto, era la única de las tres que volvía a casa como se iba, siempre sola.

Después de la llamada, Adriana pensó que necesitaba una buena ducha, una buena cena, y un buen descanso. Llevaba todo el día en casa y necesitaba distraerse un poco. Ya mañana saldría y vería la luz del día.

Descargas eléctricas. (1°Historia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora