Capítulo 25. Tonteo

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El lunes Gabriela empezó en su nuevo puesto.

Estaba emocionada y contenta de poder por fin trabajar de lo que había estudiado. Aún le costaba creérselo. Ella se iba a esforzar todo lo posible por hacer bien su trabajo.

Entró en su despacho y lo primero que hizo fue ponerse la bata que le habían dado. La verdad es que le daba mucho orgullo llevar una bata para trabajar y se veía realmente guapa. Acto seguido, se sentó y empezó a echar un vistazo a los informes de los pacientes que requerían de su ayuda. Ella debía de conocer la situación de dichos pacientes e incluso de sus familiares, asesorarlos y/o ayudarlos en cuestiones de su competencia.

El primer informe que tenía era de una mujer a la que le habían quitado un pecho y tenía una considerable depresión por ello. No se hacía a la idea de vivir sin ese pecho. Gabriela fue a ver a esa paciente a la planta de cirugía. Ella debía otorgarle un mejor estado anímico.

Cuando entró en la habitación, la hija de la paciente se encontraba acompañando a la mujer. Era una mujer con una bonita melena rubia y bastante atractiva. No tendría más de 25 años y lucía como la típica ejecutiva agresiva, de hecho llevaba maletín. La mujer levantó la vista para ver quién acababa de entrar y cuando vio a Gabriela se ruborizó al momento.

Gabriela se presentó.

-Hola yo soy Gabriela, la psicóloga de la clínica que va a atender a tu madre mientras esté ingresada.

-Yo soy Daniela, su hija. Encantada.

Se dieron la mano y mientras tanto Daniela se quedó ensimismada con Gabriela.

Estuvo hablando un buen rato con Daniela y luego lo hizo con la paciente. Ambas estaban encantadas con Gabriela.

Gabriela le dijo a Daniela que podía acompañarla a su despacho para facilitarle información sobre varios psicooncólogos bastante buenos de la ciudad. Por lo que salieron de la habitación y se dirigieron a su despacho.

Mientras tanto, Alba le dijo a Adriana que Gabriela ya había empezado a trabajar como psicóloga. Adriana después de mucho pensarlo, quería volver a verla. No se hacía a la idea de no estar con ella. La necesitaba en su vida, la quería en su cama. Se moría de ganas de acostarse con ella. Siempre que se masturbaba lo hacía pensando en Gabriela. Pero no sabía cómo acercarse a ella.

Alba, que sabía lo mal que lo estaba pasando su amiga, le dio una idea para poder verla.

Alba sabía que el abuelo de Adriana era muy mayor, estaba viudo y necesitaba ayuda porque se estaba volviendo dependiente. A Alba se le ocurrió que Adriana podía pedirle ayuda a Gabriela con los trámites para poder solicitar la ayuda por dependencia para su abuelo. Y a Adriana no le pareció mala idea. Sólo tenía que buscar el momento y acercarse al despacho de Gabriela. ¡Qué narices! para qué iba a buscar el momento si podía presentarse ahora mismo en su despacho.

Gabriela entró en el despacho seguida de Daniela. Buscó la información que necesitaba Daniela, se la dio, y cuando se estaban despidiendo, Daniela se armó de valor y le preguntó tímidamente si le apetecería tomar un café con ella.

Como habían dejado la puerta medio abierta, Adriana lo vio y escuchó todo. Escuchó como esa mujer quería quedar con Gabriela fuera de la clínica. De nuevo sintió celos de esa mujer. No aguantaba ver a Gabriela con alguien. La quería sólo para ella. Así que rápidamente tocó a la puerta para que las dos mujeres dejaran de hablar y Gabriela la atendiera.

Gabriela palideció cuando la vio en la puerta. ¿Habría oído la conversación que tuvo con Daniela? Esperaba que no. No quería que Adriana la viera coquetear en el trabajo.

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