Capítulo 10. Te debo una explicación

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Adriana se levantó con unas ojeras bastante considerables. No había conseguido pegar ojo en toda la noche. O eso creía ella. Estuvo pensando en que tenía que hablar con Gabriela y tal vez pedirle disculpas o darle una explicación. Y dejar las cosas como estaban. Eso sí, le aclararía que con Javier no tenía nada. Pero lo más posible es que Gabriela la mandaría a la mierda. ¡Joder! ¡Darle explicaciones a una mujer, quién se lo iba a decir! Si nunca se las dio a un hombre... En fin, lo que sí sabía es que se moría de ganas de ver a Gabriela. Esa tarde, si coincidían en el turno, buscaría el momento para hablar con ella.

Gabriela tampoco consiguió dormir más de un par de horas. Aún así, lucía espléndida, como siempre.

Las dos tenían turno de tarde, pero no se vieron en todo el turno. Ni en planta, ni en la cafetería ni en ningún lado. Adriana tuvo la tarde liada y Gabriela no tenía ninguna intención de verla. Si estaba con el doctor, lo mejor sería aceptarlo cuanto antes.

Adriana sabía dónde se cambiaba Gabriela, así que decidió pasarse por los vestuarios por si la veía cuando ya acabó el turno. Quería y necesitaba hablar con ella y en ese momento le iba a dar algo si no lo hacía.

Abrió la puerta y se metió en el vestuario. Sólo había una persona y esa era Gabriela. Y cómo no, se encontraba en ropa interior (llevaba una fina lencería muy sexy) y justo se estaba poniendo los vaqueros ajustados y raídos, cuando levantó la vista y vio a Adriana. Casi se cae cuando la vio de esa guisa, ¡Joder!¡Qué sexy era esa puñetera mujer!

Gabriela también se quedó atónita cuando la vio. ¿Qué hacía Adriana en el vestuario? Eso sí que no lo esperaba. ¿Acaso la buscaba a ella? ¿o a alguna enfermera?.

-Vaya, hola doctora. Si está buscando a alguna enfermera, estoy sola en el vestuario.

De repente a Adriana le dieron celos de sólo pensar que el resto de compañeras la podían ver así, tan sexy y sensual como ella la estaba viendo. Parecía que estaba pidiendo a gritos que la follaran ahí mismo. ¡Narices! que pensamientos más primitivos le venían a Adriana a la cabeza. No era normal que alguien le provocara esos pensamientos, y menos una mujer. De hecho, otra vez sus braguitas se volvieron de repente húmedas. Lo que sus ojos veían le parecía muy erótico y la excitaba como antes nada la había excitado.

- ¡Hola Gabriela! Quería hablar contigo. Pero antes de nada tengo que pedirte que te vistas. Alguien puede verte.

- ¿Qué? Perdone doctora, pero sí,claro que pueden verme. Estoy en un vestuario de mujeres, vistiéndome.

-Oh, si, claro Gabriela. Igualmente no es de recibo que te vean como te estoy viendo yo ahora- le reprochó la doctora sin quitarle la mirada de encima. Esa visión la estaba matando.

- ¿Por qué, doctora? ¿Por qué dice eso? No lo entiendo. Son mujeres las que me ven, no hombres. Sé lo que puedo provocar en un hombre si me ve de esta guisa. Pero en una mujer como usted, ¿qué puedo provocar? Nada. Por eso no entiendo su enojo.

De repente Adriana sintió que iba a explotar. ¿Cómo podía pensar que no provocaba nada en ella? ¿Acaso no tenía ojos?¿ No sabía lo que ella podía provocar en cualquier mortal? Era una diosa terrenal.

- No seas ilusa, Gabriela, y por favor, vístete rápido, antes de que entre alguien.

Gabriela se percató de que todo el rostro de Adriana estaba rojo. ¿Acaso estaba celosa de si alguien entraba y la veía desnuda?¿O tal vez sólo quería hablar con ella y la violentaba verla así?¿Pero quién era ella para pedirle que se vistiera rápidamente? No entendía nada. Esta mujer la iba a volver loca.

-Bueno, lo siento doctora. No quería ofenderla. Ya acabo de vestirme y perdone el atrevimiento.

-Gabriela, no me has ofendido...

Descargas eléctricas. (1°Historia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora