Capítulo 41. La cabaña de la montaña

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El viernes por la tarde llegó. Estaban todas nerviosas y con muchas ganas de verse. Nunca habían hecho algo así y tenían todas claro que se lo iban a pasar en grande. Necesitaban compartir más tiempo juntas.

Gabriela estaba especialmente más nerviosa. Se moría de ganas de ver a Adriana. Sabía que podía ser el momento de disculparse con ella por lo que pasó con Carlota. Y de hecho necesitaba hablar con Adriana sobre ese tema. Ahora estaban separadas por su culpa. Había estado dos años separada de Adriana por no haber confiado en sus palabras y aunque la había echado de menos a rabiar durante mucho tiempo, si que reconoció que para ella no había sido tiempo perdido ya que había conocido a una mujer excepcional y maravillosa. Daniela era demasiado perfecta para ella. Por lo menos ya por el hecho de haber conocido a la ginecóloga, le mitigaba un poco la culpa que sentía por haberla cagado de esa manera con Adriana.

A última hora también se unieron Carla y Martina. Ellas fueron directas del bufete a la cabaña alquilada. Tenían que trabajar en un caso muy importante y si no acababan el trabajo que tenían que hacer antes del mediodía del viernes, no se podían unir. Pero finalmente lo acabaron a tiempo.

Alba y Martina estaban muy bien juntas. Alba la estaba ayudando a superar a Gabriela. Se complementaban estupendamente y hacían una pareja muy bonita. Les encantaba pasar tiempo juntas pero también entendían que las dos necesitaban tener tiempo para ellas mismas.

Cuando llegaron Carla y Martina casi a la hora de la cena, ya estaban esperándolas Alba, Rosa, Laura y Gabriela. Se saludaron con las recién llegadas. Carla y Gabriela aún no se habían visto después de que Gabriela se cambiara de ciudad, así que cuando Carla la vio sólo pudo reconocerle que estaba guapísima y que los años que habían pasado le habían sentado de maravilla. Estaba muy contenta de verla ya que la apreciaba mucho aunque ya no estuviera con su hermana.

Carla se sintió triste de saber que Gabriela era feliz con otra mujer que no era su hermana. Cuando conoció a Gabriela entendió perfectamente por qué su hermana se había enamorado de una mujer. Nunca antes había visto tan feliz a su hermana. Y ahora Adriana parecía un alma perdida sin Gabriela. Para ella, hacían la pareja perfecta, A decir verdad, le encantaba para su hermana. Pero cuando la saludó, le pareció percibir tristeza en Gabriela. Y no sólo por cómo estaba su padre, sino por algo más. Carla tenía buen ojo para esas cosas y no solía equivocarse.

Y era verdad, Gabriela se encontraba baja de moral porque tenía a Daniela lejos y Adriana seguramente se estaría revolcando con Natalia en ese mismo instante. Prefería estar acostándose con Natalia que estar ahora mismo con ella. Y eso le provocaba unos celos que la ahogaban.

Cuando Gabriela fue a llevar los platos a la mesa, Carla se ofreció para ayudarla, por lo que se fueron las dos a la cocina mientras las demás hablaban ya sentadas a la mesa.

-Gabriela, ¡Te ayudo con los platos! Por cierto, ¿Qué tal estás?te noto un poco decaída- le preguntó Carla sin preámbulos -¿Estás bien?

-Bueno, ahí voy. Lo de mi padre me tiene fatal. Pero gracias a las chicas, lo llevo lo mejor que puedo. Esta salida con vosotras me va a venir muy bien para no estar pensando todo el día en mi padre.

-Ya, si, tienes razón. Si estás ocupada, no estarás pensando tanto en lo que te hace daño. Y ya sabes que puedes contar con nosotras, hasta con mi hermana- Carla sabía que había dado en el clavo porque con nombrar a su hermana, Gabriela la miró a los ojos intensamente. Parecía que sus ojos se oscurecieron cuando escuchó a la abogada nombrar a su hermana.

-Si, sé que puedo contar con todas vosotras. Hasta con Adriana.

-Porque, no te habrá hecho algún tipo de daño,¿no?

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