Capítulo 1

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Las cosas no siempre salen como planeamos y eso puede ser bueno, a veces.

Necesito salir de casa o sino llegaré tarde.

Me pongo un pantalón deportivo gris y una sudadera del mismo color. Dejo mi cabello oscuro suelto y me coloco unas deportivas blancas.

—Hija, voy a ir a tu habitación — grita mi madre.

Me apresuro a meter en mi bolso mi vestido y mis tacones.

La puerta se abre y camino hacia ella como si nada.

—Me voy a casa de Lucía — aviso abriendo la puerta principal.

—Vale, pórtate bien. Por cierto, hay un nuevo vecino en la puerta contigua a la nuestra, es un año más mayor que tú. No te acerques a él. Está lleno de tatuajes y dicen que anda metido en todo tipo de problemas.

—Claro — le sonrío falsamente.

Salgo del piso y me meto en el ascensor.

El recorrido del quinto al bajo me da tiempo a sacarme la ropa, ponerme el vestido y los tacones.

Las puertas del ascensor se abren y miro a todos los lados en busca de algún vecino chismoso.

Camino de espaldas hasta el portal para vigilar que nadie me observa, me giro y choco contra el torso de alguien.

—Mierda — murmuro, rezando porque no sea ninguno de mis vecinos.

Levanto la vista y veo a un chico con tatuajes.

Suspiro tranquila y lo reparo.

Va vestido de negro. Tiene el pelo negro y lo que resalta de él son sus ojos grises en su piel bronceada. Tiene bastantes tatuajes.

—Quita coño — me dice y ruedo los ojos ante su descaro. <<Gilipollas>> —¿Vives aquí o te escondes de alguien?— pregunta con burla.

—Vivo aquí. ¿Tú? — reparo en su mandíbula marcada.

—También.

—Eres el nuevo, ¿cierto? — asiente y clavo la mirada en sus ojos grises. — Bueno, pues como descubrirás los vecinos son muy cotillas. Yo tengo cosas que mantener así que no quiero que me vean. — le explico rápidamente.

—Entiendo... ¿Ya hablaron de mí? — pregunta curioso.

—Lo siento, chico nuevo. No te puedo contestar, me tengo que ir. — contesto con un falso tono apenado.

Me escabullo y salgo a la calle.

Voy hasta la discoteca donde quedé con mi amiga y cuando llego la encuentro ya medio borracha.

—¿Qué pasó, tía? — le pregunto a mi amiga.

—Iria — me abraza. —¿Porque no tomas algo y hablamos? — dice arrastrando las palabras.

Le hago caso y vamos al borde de la pista mientras tomo dos chupitos de un solo trago.

Me pido un cubata y lo voy tomando poco a poco.

—Cuéntame — le digo mientras el alcohol llega a mi organismo.

—Martín también está en la discoteca y no me ha ni saludado, ni hablado, ni acercado. — los ojos se le cristalizan.

—No exageres, es solo un chico — le resto importancia.

—Para ti es fácil decirlo porque te acuestas con uno diferente cada noche. — se queja.

—Pues voy a ir a junto de él, que de hecho nos está mirando ahora, y le voy a decir que te coma la puta boca. — le digo algo mosqueada.

—No te atreverás.— me amenaza.

—¿Qué no? Sujétame el cubata.

Le doy la bebida y me dirijo hacia Martín.

Lucía es mi mejor amiga desde que éramos pequeñas y si la tengo que ayudar, la ayudo.

A Lucía le lleva gustando Martín desde que teníamos doce años y en seis años no le ha dicho nada así que toca actuar.

Lucía es rubia y de ojos claros, todo lo contrario a mí. Y Martín es pelirrojo y con ojos verdes.

Martín también gusta de ella pero son dos idiotas que se evitan.

Llego a dónde está, lo agarro del brazo y me mira sorprendido.

—¿Qué haces Iria? — no le hago caso.

Tiro de él hasta dónde dejé a Lucía.

Los pongo uno en frente del otro y no se miran.

—Miradme — les exijo y hacen caso. —. Ahora mismo vais a resolver lo que tenéis entre vosotros y os vais a comer la puta boca. Liaros, li-a-ros. — me giro y me voy a la barra.

Las horas pasan y cada vez estoy más pedo.

Me alejo de la barra y me voy a recoger mi bolso.

Lucía y Martín se liaron y aunque fue a "escondidas" yo los vi a lo lejos. Se marcharon a la hora de que los juntara.

Me marcho de la discoteca dándome por vencida. Hoy no habrá sexo. No encontré a nadie interesante.

Maldigo todo el camino a mi edificio y entro sin hacer ruido.

Me saco los tacones y dejo la luz del bajo apagada. Las señoras del primero suelen estar atentas por si se enciende la luz.

Da igual a qué hora sea, parece que siempre están despiertas.

Me las arreglo para coger las llave del antiguo cuarto del conserje en mi bolso.

Entro y vuelvo a cerrar con llave.

El cuarto del conserje se abandonó hace un par de años. Tiempo después, cambié la cerradura y solo yo tengo la llave. Nadie entra ya que hay un cartel que prohíbe la entrada y no pueden abrir la puerta.

Mis padres quieren ser perfectos. Entonces, cuando quiero ir de fiesta lo hago sin que nadie se entere y si no tengo a nadie con quién acostarme vengo a dormir al cuarto, ya que les miento diciendo que estoy en casa de Lucía.

Saqué todo lo que había en el cuarto y me hice mi propia habitación. Tengo una cama, una cómoda y una pequeña ducha. También, coloque un espejo y calefacción junto con aire acondicionado. Lo bueno de este cuarto es que está insonorizado entonces no hago ruido.

Me desvisto y me acuesto en la cama.

Mi vida se resume en esto. Salir de casa, escapar de mis vecinos cotillas, ir de fiesta y follar para poder continuar con la "vida perfecta" que mi madre se empeñan tanto en mostrar.

El vecino de los tatuajes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora