Capítulo 13

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Hoy Pablo y yo tenemos el día libre en el bar así que vamos a aprovechar para ir todos juntos a la playa.

— ¿Jorge, estás listo? — le pregunto mientras recojo mi bolsa.

Camina hacia mí con un bañador oscuro y una camiseta de tiras blanca.

— Sí. — coge una pequeña nevera portable y vuelve a acercarse a mi. — Preciosa, estás guapísima — me da un pequeño beso en los labios.

Simplemente llevo un vestido blanco de playa y el bikini negro por debajo.

— Tu también.

Bajamos al portal del edificio donde ya nos están esperando Pablo y Rosa.

— ¿Nos vamos? — pregunta Rosa.

— Sí — responde Pablo. — Poned todo en el maletero.

Jorge y yo le hacemos caso metiendo nuestras cosas en su coche.

El camino hasta la playa nos lo pasamos cantando. Cuando llegamos, colocamos nuestras toallas y nuestras cosas. Rosa, Pablo y yo nos quedamos tomando el sol mientras Jorge se va a dar un chapuzón.

Desde mi toalla observo cómo Jorge sale del agua y me lo imagino a cámara lenta. Es guapo.

De reojo veo como Pablo tiene los ojos desorbitados y la boca un poco abierta mientras mira a Jorge caminar hacia nosotros.

— Shh, es mío. — le pego en el hombro. — Disimula un poco por lo menos.

— Es que está buenísimo. — dice en un susurro.

— Lo sé.

Jorge llega a dónde estamos y se me intenta acercar.

— No, estás mojado — me niego a que me toque.

— ¿No te puedo tocar porque yo estoy mojado y tú seca? — se lleva las manos a la cadera.

— Exacto — observo cómo las gotas de agua le resbalan por el torso.

— Pues entonces, te mojas conmigo — sin que lo pueda evitar me coge en brazos.

Camina hasta meterse en el agua y luego me tira al agua.

Salgo de debajo del agua y me acerco a él. Me sonríe y yo me cruzo de brazos.

— ¿Jorge, porque me tiraste?

— Para poder tocarte — me agarra y me pega a él.

— ¿Me llevas a la orilla? — antes de que conteste enredo mis piernas a su cintura y mis brazos a su cuello para que me cargue.

— Claro.

Me agarro al cuello de Jorge con fuerza y él evita que me caiga con sus manos en mi culo. Lo abrazo apoyando mi cabeza a su pecho.

Cuando llegamos a dónde están Rosa y Pablo me baja para después darme un beso en los labios.

— No quiero ver cómo os besáis — se queja Pablo.

— Pero si son muy bonitos — dice Rosa.

— Calla, niño — le digo a Pablo. — ¿Dónde está tu novio?

— Viene después, ya te lo dije. ¿Qué pasa? ¿Quieres que venga?

— Sí — contesto y me agacho para susurrarle al oído.— Porque así lo podemos poner celoso.

— O más bien me pones celoso a mí y luego vosotros lo ponéis a él.

— Que no le gusto, idiota. Solo me miró como tú miras a Jorge — seguimos hablando bajito.

El vecino de los tatuajes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora