Capítulo 9

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Me visto con un vaquero y una camisa para quedar con Lucía. Salgo de mi piso y camino hasta el bar donde quedamos.

Mientras no llegaba la hora estuve llorando y hablándome a mi misma. De hecho, tuve que ponerme maquillaje para que no se notara.

Llego al bar y ya me está esperando.

— ¿Qué me tienes que decir? — pregunta después de que ordenemos lo que vamos a tomar.

— Me fui de casa.

— ¿Qué? — dice sorprendida. — Muy bien, Iria. Era lo que querías, ¿no? ¿Porqué tienes esa cara?

— Me peleé con mi madre y le dije que la que se tenía que disculpar y llamarme era ella, que yo no lo iba a hacer.

— Es la verdad. ¿Cómo conseguiste irte?

— Me ayudó mi vecino.

— ¿Qué vecino?

— Uno nuevo.

— ¿Joven?

— Un año más mayor.

— ¿Te lo tiraste? — aparto la mirada. — Eso es que si. ¿Qué pasó con él?

— No quiero hablar de eso, vale? — es la verdad, no quiero hablar de Jorge, es un chico como cualquier otro. — ¿Cómo te va con Martín?

— Muy bien, mañana nos vamos a vivir juntos.

— Me alegro mucho, por ti.

Las horas pasan y seguimos hablando sobre temas banales.

Alrededor de las diez de la noche se marcha y yo emprendo el camino a mi piso.

Camino pensando en como mi amiga ya tiene una vida planeada, un novio que la quiere y unos padres que la adoran. Cuando llego a mi edificio estoy llorando como una magdalena.

Subo a mi piso y cuando intento meter la llave en la cerradura no soy capaz ya que me tiembla el pulso.

— Joder, pero es que no sabes ni abrir una puerta — me digo mientras me dejo caer por la pared hasta quedar sentada en el suelo.

Estoy llorando, sollozando y temblando como tonta en el suelo.

Escucho que le sacan el seguro a una puerta y la puerta contigua a mi piso se abre dejando ver a una señora mayor, de pelo blanco y ojos claros.

— ¿Qué pasó, hija? — me pregunta acercándose.

— Nada, señora, no se preocupe.

— Cuéntame, a lo mejor puedo ayudarte — me ayuda a levantarme.

— No pasa nada, solamente pasó que no era capaz de abrir mi puerta porque estaba temblando por pensar en cosas que no debía.

— No pasa nada — a pesar de ser algo más baja que yo me acaricia la cabeza. — Entra conmigo y cuando te encuentres mejor entras a tu piso, ¿te parece?

— No se moleste, señora.

— No es ninguna molestia y llámame Rosa.

— Está bien.

Entro con ella a su casa y me lleva hasta el sofá para que me siente.

Se levanta y vuelve con un par de pañuelos.

— ¿Cuál es tu nombre? — me dice con dulzura.

— Iria Rodríguez.

— Vale, Iria — me sonríe. — ¿Te apetece contarme porque estabas llorando?

— Vale. Vengo de quedar con mi mejor amiga y pues ella ya tiene un novio y se va a vivir con él. Yo me mudé aquí yo sola. Luego, me acordé de que me marché de casa porque tuve unos problemas con mis padres y ellos deberían disculparse, pero dudo que lo hagan. Además, un chico me ayudó en que me pudiera marchar de casa y aunque a penas lo conozco se que lo voy a echar de menos.

— Ven aquí — Rosa abre los brazos para que la abrace y dejo que me estreche entre sus brazos. — Todo se solucionará.— me acaricia la espalda.— Tus padres se darán cuenta del error y te hablarán, a pesar de todo son tus padres y ellos te quieren aunque a veces no lo demuestren. No hace falta tener un novio ni nada para irse de casa, tú lo has hecho y creo que esto solo es un bajón. — me separa un poco y me acaricia las mejillas. — El chico del que me hablaste, creo que es importante para ti aunque no lo conozcas desde hace mucho, porque hay personas que con tan solo unos minutos en tu vida te marcan y yo creo que eres de esas personas y hay más gente como tú ahí fuera.

— ¿Porqué dice eso?

— Porque es verdad. Te encontré en el pasillo y creo que a partir de hoy cambiarás mi vida, no te puedo decir porque es solo un presentimiento — le sonrío.

— Creo que ya es hora de que me marche — me levanto.

— Vale, pero la próxima vez que te vea te quiero ver sonreír como ahora, de acuerdo?

— Claro, que sí Rosa — abro la puerta. — Nos vemos.

— Adiós — cierro la puerta y entro en mi piso.

Me cambio y me meto en la cama.

<< Qué señora tan agradable>>

El vecino de los tatuajes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora