Capítulo 3

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No volví a hablar con Jorge desde el día que me dejó quedarme en su casa.

Por la contra, si que lo vi varias veces.

Por ejemplo; el otro día cuando salía del edificio con mis padres, Jorge estaba estaba tirando la basura. Nosotros salimos por el portal, mis padres lo saludaron y él a ellos. Cuando pasó pero mi lado susurró mi nombre a modo de saludo y luego me dio una pequeña palmada en el culo.

Qué hiciera eso ya era algo medio normal para mí ya que lo lleva haciendo estas dos últimas semanas. Obviamente yo le devolvía en gesto pasando mi mano por su pecho o por su entrepierna. Finalmente nos despedimos ambos con una sonrisa de lado.

Hoy vuelvo a salir. Está semana solo estuve con dos chicos y hoy necesito a uno obligatorio.

Cuando se hace de noche, me coloco un vaquero negro, un top con escote dorado, que combina con mi piel bronceada y una camiseta por encima. En el bolso me guardo los tacones que cambiaré por los zapatos que llevo puestos.

— Me voy a junto Lucía, no me esperéis despiertos— les digo a mis padres antes de salir por la puerta.

Llamo al ascensor.

Mientras espero sale Jorge de su piso.

— Camina pegado a la pared de tu derecha y no te muevas hasta que entres en el ascensor.— le susurro.

Mis padres observan por la mirilla de la puerta cada que salgo de casa, así que me están vigilando.

Jorge me hace caso y hasta que se cierran las puertas del ascensor cuando estamos dentro no dice nada.

— ¿Porqué me mandaste hacer eso? Mejor dicho, ¿porqué te hice caso?— paso de él poniéndome los tacones. — ¿Qué coño haces?— pregunta cuando me saco la camiseta quedando solo con el top dorado.

— Nada— digo volviendo a coger el bolso.

Cuando el ascensor está en el primer piso le da al botón de stop.

— ¿Pero a tí que te pasa?— le intento dar al botón pero no me deja.

— ¿Te parece gracioso?— me pega contra él.

— ¿Lo qué?— nuestros alientos se funden entre sí.

— Cambiarte en mis narices.— posa una mano en mi espalda.

— Me cambié porque también lo hago cuando estoy sola, y me cambié contigo porque dudo que se lo vayas a decir a alguien.

Sus ojos grises están llenos de deseo.

— Pues estoy pensando en decírselo a todos los vecinos y también a tus padres ya que todos dicen que eres una santa perfecta.— roza nuestros labios.

— Y lo soy, pero con ellos, después soy como yo quiero ser, no como me obligan.

— Estás guapa.

Me estampa contra la pared del ascensor apretando su cuerpo contra el mío y puedo notar su erección. El calor invade mi cuerpo.

Con una mano aprieta mi muslo.

— Apártate — suelto en un jadeo.

El vecino de los tatuajes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora