Capítulo I

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Despertó por obra y gracia del reloj despertador... Del otro cuarto. Al de ella aún le faltaba para que emitiera su característico y molesto ruido, por lo que podría intentar volver a dormir.

Si tan solo alguien apagara el otro maldito reloj.

Se levantó sin muchas ganas y arrastró sus pies hasta el cuarto frente a ella. Obviamente Ochaco escucharía esa jodida alarma gracias a la falta de puerta de esa habitación, pero le sorprendía que la chica allí no lo hiciera.

Aún dormida como si nada, su única sobrina, Naomi Uraraka de quince años, yacía totalmente desparramada sobre la cama.

—Naomi... Naomi —Ochaco agitaba a la chica para despertarla, logrando obtener solo unos gruñidos—. Despierta, Naomi. Vas a llegar tarde.

—Vete —murmuró, metiendo su cabeza bajo la almohada—. Y apaga esa cosa, es molesta.

La castaña suspiró. Esta era la misma rutina de lunes a viernes.

—Arriba, flojita. Es día de escuela, no quiero que llegues tarde y tenga que ir a justificarte otra vez.

Naomi solo se escondió aún más entre sus frazadas, logrando que Ochaco perdiera la paciencia y procediera a tirar de las mantas de la chica hacia atrás, destapándola completa.

—¡Oye! —reclamó la menor, mirando a su tía realmente molesta—. ¡¿Qué demonios?! ¡Hay como treinta grados bajo cero afuera, ¿quieres que me muera?!

La mayor rio divertida, sacando por completo las sábanas de la cama de la chica. Palmeó su pierna, instándola a levantarse, prometiéndole unos panqueques si se metía a la ducha dentro de los siguientes cinco segundos. Funcionó bastante bien.

Ochaco se dirigió a la cocina de su pequeño apartamento, comenzando a preparar el desayuno prometido, teniendo el sonido del televisor del comedor como fondo. Esa era su rutina de hace tres años, desde que le dieron la tuición completa de su sobrina luego de la muerte de los padres de ella. Naomi había cambiado durante ese tiempo, no era para menos: sus padres, quienes eran el medio hermano mayor de Ochaco junto con su esposa murieron después de pasar días en el hospital debido a un accidente automovilístico. El primero en irse fue el padre, a los dos días, la madre. Fue un golpe duro para toda la familia.

Pero quien claramente no lo llevaba bien era Naomi. Ella solía ser una niña tan alegre, con esa característica forma de ser de los Uraraka, que verla tan apagada era realmente triste. Cuando se mudó con su tía Ochaco, no hablaba, no comía y no salía de su cuarto. La castaña se preocupaba y trataba de acercarse a ella, pero solo recibía la negativa de la joven. Luego, de la tristeza pasó a la rabia, a odiar a quien haya sido responsable del accidente de sus padres, a odiar a quien estuviera en los cielos por haber hecho que sus padres la dejaran sola. Una vez, hasta le dijo a Ochaco que también la odiaba, que prefería estar muerta a convivir con una persona que no era de su agrado. Naomi se retractó de inmediato cuando vio a su tía caer al suelo, en un llanto que era desgarrador. Ese día, ambas se abrazaron por primera vez desde el funeral, consolándose una a la otra: Naomi había perdido a sus padres y Ochaco a su hermano. Ambas tenían un dolor en sus corazones que difícilmente sanaría, pero se necesitaban para salir adelante.

De ahí en adelante, si bien la relación mejoró, había momentos en los que las discusiones estaban presentes, tanto por la actitud rebelde de la chica como por el intento de Ochaco de representar una imagen maternal, pero no era nada que se pasara luego de unos minutos separadas y una bandeja con dulces.

—Ochaco —llamó la menor. Nunca le decía "tía", y en realidad, a Uraraka le daba igual—. ¿Me prestas tu secador? Creo que el mío explotó.

—¿Otra vez, Naomi? —preguntó, terminando de servir los últimos panqueques—. Ese te lo había comprado hace poco.

La adolescente pelirroja se encogió de hombros.

—Salió malo.

Ochaco negó con su cabeza, soltando un suspiro. Le indicó donde podía encontrar el secador de cabello, apresurándola también para que alcanzara a comer antes de ir a la escuela. Ochaco debía ir a su trabajo, pero ese día tendría un horario un poco más flexible: tenía que estar en el estudio a las once de la mañana.

Una vez que la menor estuvo lista, se sentaron a comer tranquilas, cuando un golpe en la puerta las alertó.

—Buen día, Ocha — Shoto Todoroki, un joven y apuesto muchacho, saludó a su novia con un rápido beso en sus labios. Uraraka se apartó para que pudiera pasar.

—¡Buenos días, Todorico, digo Todoroki! —saludó Naomi, ganándose una seria mirada de su tía. Rio con ganas al ver la cara del hombre, quien trató de disimular su sonrojo—. Es broma, es broma. Siempre caes, y aun así no deja de ser divertido.

La joven siguió riendo, mientras metía un trocito de panqueque a su boca.

—Sigue riendo y te vas a ahogar, niña. Y ni Shoto ni yo te ayudaremos —amenazó la mayor, aunque sabía que no era verdad—. Termina tu desayuno.

Naomi obedeció aún entre risas, terminando de comer y excusándose con la pareja para terminar de prepararse para la escuela. Una vez que estuvo lista, se fue, dejándolos solos.

—Se ve de buen humor hoy —comentó Shoto, bebiendo un poco de su café.

—Increíblemente lo está, a pesar de haberla despertado cruelmente —sonrió—. Ojalá pudiera estar siempre así.

—Lo estará —el hombre con heterocromía sonrió amablemente, tomando una de las manos de la chica—. ¿Cómo va la terapia?

Ochaco suspiró. Eso no era buena señal.

—Avanzando. Naomi no me dice mucho, y lo poco que me puede decir la psicóloga es que hay pequeños avances, pero falta mucho todavía —se levantó, llevando los platos a la cocina—. Además, está entrando en esa terrible edad, así que las cosas pueden complicarse un poco.

Shoto se acercó a ella, abrazándola por la espalda y apoyando su mentón sobre su hombro.

—Van a estar bien.

—Eso espero —murmuró, relajándose un poco con el abrazo. Se volteó y sonrió levemente, llevando una de sus manos a la mejilla del muchacho—. ¿No tienes que ir a la agencia hoy?

—Sí, pero lo estoy evitando, a decir verdad.

Shoto Todoroki era un exitoso publicista a pesar de su joven edad. Había logrado hacerse un nombre entre las distintas agencias de la ciudad, pero decidió arriesgarse y abrir la propia hace unos meses. El resultado fue el esperado, logrando mantenerse estable dentro de su área. Por lo general, lo solicitaban más que nada para distintos tipos de comerciales en los que pesaban nombres de reconocidos actores y actrices del país.

—No evada responsabilidades, señor agente. Tienes mucho que hacer y poco tiempo —palmeó con suavidad su mejilla, alejándose de él para terminar de recoger la mesa.

—¿Qué hay de ti? Puedo esperar y pasar a dejarte al estudio.

—Nah, hoy entro más tarde. Aunque el señor Yamada dijo que haríamos una reunión primero —se encogió de hombros, sin tomarle importancia—. Se oía emocionado ayer cuando lo anunció.

Todoroki se quedó otro momento más ayudando a Ochaco a limpiar lo del desayuno y se marchó en cuanto comenzaron a sonar las llamadas. Se despidió de su novia con un fugaz beso y la promesa de verse para cenar, dándole a ella un poco de tiempo para sí misma. 

Bajo Los FocosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora